Estaba de los putos nervios allí subido, di varias vueltas por cubierta, intenté dormir en la litera que me había tocado, incluso me fumé la mitad de la cajetilla de tabaco. Nada calmaba mis putos nervios, joder.
Sólo necesitaba saber que todo había ido bien, una puta llamada que no terminaba de llegar, y justo cuando empecé a quedarme dormido, pensando en mi madre montando a caballo, el teléfono comenzó a sonar. Lo descolgué y respondí con rapidez, no podía siquiera respirar.
- Dime que todo ha ido bien – supliqué, pero el puto Alex de los huevos no contestaba, y eso sólo me ponía de los nervios - ¿ha ido mal?
- Ha ido bien – prometió. El aire regresó a mis pulmones entonces – Dice que la han echado del comité – sonreí, esa sonrisa era incluso mejor, pero era algo que y
Hogar dulce hogar.Daba gusto volver a casa, darse una ducha de agua caliente, dejar de huir en país extranjero, tomarme un momento para dejar toda mi mierda fuera de mi mente mientras me hacía una gayola, salí mucho más relajado, aun con la toalla en los bajos, escuchando la maldita puerta. Parecía que no podían dejarme tranquilo, me necesitaban para todo, esos cabrones. Y el que estaba fuera era de los insistentes, iba a reventarme el puto timbre.- ¿Se puede saber que mierdas te pasa? – me quejé al ver a Alex allí. Le hice una señal para que entrase, y me sujeté el cabello húmedo en una coleta, odiaba cuando no lo tenía moldeado, sólo era un montón de pelo en la cara. Maldita sea, había olvidado cepillarme los dientes. Me metí en la ducha, más que dispuesto a agarrar el cepillo de dientes – No quiero
Paz.Una calma que se extendía por los campos que rodeaban los terrenos de mis abuelos, eso era lo que sentía admirándolo todo desde allí, junto a los establos, sin poder dejar de pensar en lo duro que fue para mí enfrentarme a todas esas miradas de desprecio, de vergüenza cuando fui a recoger mis cosas al club. Todos pensaron que realmente lo hice, acostarme con Jack. Era una pecadora que jamás había probado el pecado por el que fue condenada, si tan sólo lo hubiese hecho una vez aceptaría con gusto mi castigo.Acaricié a Brownie escuchando como unos pasos se iban acercando más y más. Sabía quién era, no necesitaba preguntarlo, tan sólo necesitaba que me dejasen en paz, necesitaba tiempo para recomponerme, para sanar, para volver a ser yo misma. Limpié mis lágrimas antes de que ella se hubiese percatado de lo mal qu
No podía dejar de pensar en la noche anterior, en esa mujer pidiéndome que la poseyera, en mis ganas de hacerlo, y en cómo volví a echarla a un lado, aterrado porque fuese todo un efecto de la borrachera.- Estás más callado de lo habitual – aseguraba Alex, aquella tarde, después del partido de béisbol, con cervezas en mano, en el salón de casa. El mismo que tuve que arreglar después del desastre de Oliver – Supongo que esto no tiene nada que ver con Lisa.- ¿Qué Lisa? – sonrió, divertido, negando con la cabeza después, sabía que yo era un caso perdido.- Esto es tan injusto – se quejó – me haces reconocer frente a Mike lo mucho que siento por su hija, y tú no eres capaz de reconocerme ni siquiera a mí lo que tu sientes por Lisa – rompí a reír, porque joder,
¡Dios! ¿Cómo había podido dormir hasta tan tarde? Eran cerca de las cinco de la tarde, aún no había ingerido nada y tenía una resaca terrible. Me sentía fatal.Me cogí una cola alta, me pegué una ducha rápida y bajé a las cocinas a por algo que picar. Me hice un delicioso sándwich, justo iba a atacarlo, cuando Amara y Sophie aparecieron sin más.- ¡Dios, chicas! ¡Qué susto me habéis dado! – me quejé. Mi hermana mayor sonrió con malicia, mientras la otra sacaba su teléfono dispuesta a evadirse, justo como hacía siempre.- ¿A dónde fuiste anoche? – me encogí de hombros, sin comprender a dónde quería llegar, dando un primer bocado. Mmm estaba delicioso – Alex dijo que te vio entrar al cuarto de baño de chicos con Jack – A
Llovía esa tarde gris llovía, en el exterior, mientras recorría los pasillos entre cuchicheos varios sobre mi persona, algo que la zorra de Vanesa había logrado, lo que siempre traté de evitar y todo por acercarme a esa chica. Jamás podría perdonármelo, hacer daño a la única persona que me importaba de verdad.Irrumpí en el despacho de mi padre sin tan siquiera haber llamado previamente, sorprendiéndole, que hizo una señal a la junta directiva para que nos dejase a solas. Lucía molesto con mi atrevimiento, pero en lugar de pedirme explicaciones se mordió la lengua. Quizás lo hizo por las heridas que presentaba, los golpes en el rostro, proveniente de una pelea con el que fue mi mentor durante mucho tiempo, la piel de los dedos desgarradas a causa de los puñetazos que pegué a la pared.- Siéntate – pidi
Acariciaba su piel, enredando mis dedos en los escasos bellos de su pecho, aún sin poder creerme lo que había pasado entre ambos.¡Por Dios! ¡Nos habíamos acostado! Y … había sido mágico, lo más especial que me había pasado en la vida.Allí con sus brazos rodeándome, respirando con calma, pensativos, no podía quitarme de la cabeza la conversación que tuve con mi padre antes de llegar.- Hablemos – dije, deteniéndome frente a él, en aquel bar para pijos que él solía frecuentar cuando estaba hundido. Se suponía que no conocía esa información, pero durante mucho tiempo, en el pasado, me convertí en la sombra de ese hombre, con tal de conocerle mejor, en un intento desesperado por sentirme cerca de él. Me senté en el taburete y levanté la mano al camarero
Estar allí, en mi cama, después de hacerle el amor a la chica de la que estaba jodidamente enamorado era como el cielo, os lo aseguro. Jamás en toda mi vida esperé que algo así pudiese sucederme a mí, que esa chica decidiese quedarse a mi lado, luchar por mí, aferrarse a ese capullo. Y joder, sabía que iba a ser muy difícil para mí quitarme la careta y ser yo mismo, hablar de sentimientos, pero si la tenía a mi lado quería hacerlo, quería mostrarle que podía hacer cualquier cosa si ella estaba a mi lado mirándome.Nos acariciábamos el uno al otro, encantados con aquella sensación, observándonos con detenimiento, como si quisiésemos capturar cada rasgo del otro, cada sensación, cada gesto, cada mirada, cada momento.Estar con ella así, de esa manera, me hacía infinitamente feliz, má
Mi preciosa chica quería ir al rancho a ayudar a sus abuelos, yo pensaba quedarme a esperarla en mi casa, me cogería un taxi a la ciudad o algo por el estilo. Justo lo había decidido cuando escuché el teléfono. Lo cogí y miré hacia él, no era el mío. Miré por toda la habitación para encontrar el de Lisa en el suelo, en los pies de la cama.Era Mike. Pero era obvio que no iba a cogerlo, no podía.- ¿Sabes qué? – dijo, apareciendo por la habitación, después de haberse aseado en el cuarto de baño. Se detuvo y dejó de pensar en lo que la hacía feliz al verme con su teléfono en la mano - ¿qué pasa?- Es tu padre – contesté, algo alicaído. Caminó hacia mí, me quitó el teléfono y lo guardó en sus pantalones.- ¿Va