¿¡Me vas a dejar acaso por mi tío!?

Tropecé un paso atrás pero luego me detuve. No necesito tenerle miedo. No puede hacerme daño delante de toda esta gente.

Caí se acercó a mí, pero esta vez no di un paso atrás. Se paró frente a mí mirándome mientras yo contenía la respiración. Tenía los ojos inyectados en sangre y tenía círculos oscuros debajo de los ojos.

Parecía trastornado.

—¿¡Has tenido suficiente!? Sé que estás teniendo una rabieta y todavía me amas. Es hora de volver a casa conmigo —dijo agarrando mi mano, fruncí el ceño mientras quitaba mi mano de su agarre.

Fue ridículo. ¿De dónde sacó esta confianza? Perdí a mi bebé por su culpa. Tuve que soportar tanto dolor por su culpa. Y él dice que estoy teniendo una rabieta.

¡Ja! Si que era un idiota.

—Ya es suficiente, Caí. Deja de molestarme, ya no te amo. ¿No lo entiendes? —dije enojada y él sacudió la cabeza firmemente.

—No lo creo. No es posible —dijo acercándose a mi espacio personal pero no retrocedí porque no le tengo miedo.

—Me amas, Ara. Solías hacer todo lo
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