Capítulo 167
Era como si sus almas se hubieran fundido en una sola.

Los vecinos ya se habían mudado, pero aun así Sonia intentaba contener su voz, y cuando no podía más, mordía el cuello de Andrés. Él no se quejaba del dolor; después de que ella dejara las marcas de sus dientes, le sujetaba el mentón y la besaba en los labios.

La habitación seguía en penumbras, y vagamente se podían oír los fuegos artificiales desde la ventana. Entre ellos se mezcló el sonido agudo de un teléfono.

Sonia también lo oyó y lo empujó suavemente, pero Andrés no se detuvo ni mostró intención de contestar. La persona que llamaba era persistente. Solo después de que Sonia lo llamara varias veces, Andrés finalmente respondió con irritación.

—¿Sí? —su voz sonaba ronca e impaciente.

No se sabe qué dijeron del otro lado, pero su expresión cambió de inmediato.

—¿Y luego? —preguntó—. ¿Cuál es la situación ahora?

Después de un momento, añadió: —Entiendo, voy para allá ahora mismo.

Colgó y levantó la mirada hacia Sonia.

—¿Qué pasó
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