Durante los días siguientes, Sonia no vio a Andrés.Jennifer resultó ser una guía competente. Durante estos días, llevó a Sonia a muchos lugares de Costa Serena. No eran solo destinos turísticos populares, y había organizado el itinerario de manera sensata, paseando y descansando sin llegar a agotarse.—Esta noche hay espectáculo de fuegos artificiales —dijo Jennifer durante la cena— No es algo que ocurra todos los días. Como hoy es 1 de diciembre, en Costa Serena este espectáculo solo se hace en diciembre. Le reservé un lugar arriba, es conocido como el mejor punto de observación. Cuando termine de cenar, suba a verlo, es espectacular.—¿No vendrás conmigo?Jennifer sonrió: —Señorita Fuentes, yo también tengo novio. No le he prestado atención estos días, si no vuelvo esta noche, seguro se enfadará.—Lo siento, entonces tú...—No se preocupe, es mi trabajo. Si está satisfecha con mis servicios, ¿podría mencionárselo favorablemente al señor Campos?—Él y yo...—¡Ah, no importa! Mientras
La terraza se iba llenando de gente y, con el espectáculo de fuegos artificiales, la atmósfera se volvía cada vez más animada. Sin embargo, Sonia experimentó algo extraño: de pronto, todo a su alrededor pareció sumirse en un profundo silencio. Era como si el universo entero se hubiera reducido a ellos dos, haciendo desaparecer al resto de las personas e incluso los destellos que iluminaban el cielo sobre sus cabezas.En ese instante, las palabras que Jennifer le había confiado tiempo atrás resonaron en su memoria. En aquella ocasión, Sonia no había sabido qué responder, e incluso había descartado el comentario como una tontería. Después de todo, Andrés no parecía el tipo de persona que haría algo así, y menos con ella. Sin embargo, aquellas palabras habían sido como una piedra arrojada al lago sereno de su interior: aunque no provocaron grandes oleajes, dejaron ondas que se expandieron suavemente y que, hasta esta noche, seguían presentes.Fue entonces cuando notó que Andrés parecía
La nieve caía incesante al otro lado del cristal. Dentro, la calefacción funcionaba a pleno rendimiento, manteniendo a Sonia protegida del frío exterior. De hecho, la temperatura en la habitación parecía excesivamente elevada, tanto que sus emociones amenazaban con desbordarse. Y no era la única: Andrés se encontraba en el mismo estado.Apenas un mes atrás habían estado enfrentados, hasta el punto de que Sonia había jurado no volver a verlo en su vida. Sin embargo, como siempre, acababa perdonándolo con una facilidad pasmosa. Era como una enfermedad crónica en su corazón: por más que intentaba curarla innumerables veces, esta siempre renacía de sus propias cenizas.Aquella noche en la azotea, ese simple paso que él dio hacia ella había bastado para infundirle coraje. Al fin y al cabo, era la persona que había amado durante tantos años, y ¿quién puede evitar soñar con estar junto al ser amado? Lo inalcanzable siempre deja una herida, y nadie desea vivir con ese dolor.Sonia giró el rost
Jennifer, al ver la incredulidad persistente de Sonia, hizo una pausa reflexiva antes de sugerir: —¿Y si lo analizamos desde otro ángulo?—¿A qué se refiere? —inquirió Sonia.—Imagine que... todo esto fue orquestado por el señor Campos, y yo simplemente fui la ejecutora del plan.La declaración dejó a Sonia momentáneamente aturdida, pero se recuperó rápidamente: —No es posible.—¿Por qué lo descarta tan rápido? ¿Acaso cuestiona la profundidad de los sentimientos del señor Campos hacia usted? Además, piénselo bien: ¿qué clase de hombre es él realmente? Si solo buscara compañía femenina, ¿por qué insistiría específicamente en usted?—Le confesaré algo: yo misma consideré seducirlo en algún momento —Jennifer lo expresó con tal naturalidad que Sonia no logró discernir si era una broma o una confesión sincera.—Pero tengo cierto criterio —continuó Jennifer, procediendo a desvelar a Sonia los acontecimientos de aquella noche—. Bastó una mirada del señor Campos para comprender que yo no le de
Al surgir esta pregunta, Sonia evocó repentinamente a los señores Fuentes. Se había cuestionado lo mismo incontables veces cuando estaba frente a ellos. Aunque en el fondo, siempre había conocido la respuesta. Sin embargo, era como si cada vez que sus heridas cicatrizaban, no pudiera evitar que la esperanza renaciera en su interior. Hasta que finalmente, ellos tomaron su corazón y lo hicieron añicos contra el suelo.¿Qué era lo que realmente anhelaba? ¿Soñaba con que la amarían, o con que Andrés sería verdaderamente diferente con ella? Un corazón que no había logrado conmover en dos años, ¿cómo podría repentinamente acercarse a ella? Era ella quien se había sobreestimado, quien se había perdido en sus propias fantasías.La situación le recordaba a su infancia, cuando observaba al anciano vendedor apostado en la puerta de la escuela. Su puesto rebosaba de algodones de azúcar multicolores y de diversos sabores. En aquellos días, anhelaba probar aunque fuera un pequeño bocado, pero la fal
Paula no le dejó alternativa a Sonia para declinar, y ella tampoco se encontraba en posición de rechazar. En cuestión de minutos, ambas se hallaban sentadas en la cafetería.—¿Cuándo llegaste a Costa Serena? —inquirió Paula sin rodeos.Sosteniendo su taza con serenidad, Sonia respondió: —Hace algunos días.—¿Ah sí? ¿Viniste sola?Sonia permaneció en silencio, limitándose a levantar la mirada hacia Paula. Tras un breve intercambio de miradas, Paula esbozó una sonrisa repentina y colocó unas fotografías sobre la mesa: —La mujer en estas imágenes eres tú, ¿no es así?Las fotografías capturaban la escena: el espectáculo de fuegos artificiales, la terraza llena de gente, y dos personas fundidas en un abrazo y un beso. El rostro de Andrés era perfectamente reconocible. Sonia aparecía entre sus brazos, aunque su rostro quedaba parcialmente oculto por la mano de él, que le acariciaba la mejilla.A estas alturas, cualquier intento de negación resultaba evidentemente fútil.Así que Sonia, despué
La voz al otro extremo de la línea repitió la pregunta con desconcierto: —¿Señor Campos?—Entendido —respondió Andrés antes de cortar la llamada y dirigir su atención hacia Sonia— ¿Se puede saber qué estás haciendo?Su tono aparentaba calma, pero había una tensión subyacente en sus palabras.—Preparando mis cosas para regresar a Puerto Cristal —contestó Sonia con naturalidad fingida mientras aseguraba los cierres de su maleta.Con el rostro impasible, Andrés inquirió: —¿Qué significa todo esto?Sonia finalmente alzó la vista y le dedicó una sonrisa tenue. —Bueno, dado que la señorita Andrade ya está aquí, no tendría sentido que yo permaneciera, ¿no crees?El comentario provocó que Andrés entornara los ojos.—¿No es ella tu prometida? —continuó Sonia.Una risa suave escapó de los labios de Andrés. —¿Así que estás celosa?—No lo estoy —Sonia bajó la mirada mientras añadía— ¿Con qué derecho podría estarlo?Andrés no respondió. Simplemente arrojó su chaqueta a un lado y encendió un cigarri
—Durante estos días... agradezco profundamente las atenciones del señor Campos, pero para evitar cualquier malentendido con la señorita Andrade, considero que... deberíamos dejar de vernos.Andrés no respondió inmediatamente, se limitó a observar a Sonia con un rostro impenetrable desde su asiento. Tras un prolongado silencio, dejó escapar una risa contenida. —Así que, Sonia, ¿quieres establecer distancia entre nosotros?Sonia mantuvo el silencio, limitándose a tomar su maleta sin pronunciar palabra. Su actitud era más elocuente que cualquier respuesta verbal.Andrés soltó una risa mordaz. —Sí, tienes razón en lo que dijiste antes. Si yo quisiera... tengo múltiples opciones, Sonia, no te creas tan importante.—Por supuesto que lo sé —Sonia le devolvió una sonrisa— También sé que en su corazón... nunca fui alguien especial, así que no perdamos más el tiempo el uno con el otro.Andrés no dijo nada más.—Me retiro entonces —se despidió Sonia— Le deseo lo mejor a usted y a la señorita Andr