"Tengo un nombre que ya conoces", deletreó Mal, pero sus orejas estaban hacia atrás, dando vueltas para localizar el sonido. "Malaquita o Mal. O, para ti mi Príncipe, podrías llamarme Tu Mejor, ya que ese es el verdadero título que debería legarme al tener que soportar tu personalidad...""¿Mi qué?"
El punto de vista de Raquel"¿Quién eres tú? ¡Respóndeme, demonio!"El demonio, que vestía la piel de un rey sidhe, inclinó la cabeza hacia un lado, con el pelo decolorado por el sol cayendo sobre un hombro dorado. Entrecerró los ojos ciegos, pero por lo demás no hizo nada. Eso bastó para irritar a
"Ellie, no..." Le quité las manos de encima a Mal de un manotazo, usando mis alas para alejarme de su alcance."¡Sí, tú! ¡Cobarde pedazo de mierda!" Dije revoloteando delante de él, manteniéndome firme.Bueno, si iba a morir esta noche, prefería hacerlo luchando en lugar de acobardado. Después de to
"¡Mal!" Le empujé y me puse a su lado. Probablemente no volaría durante al menos un par de días por haberme forzado tanto últimamente. "¡Estoy segura de que el Rey sigue ahí dentro! No podemos dañar su cuerpo si queremos expulsar al demonio más tarde"."Lo sé. Por eso no le pegué, aunque tenía mucha
El punto de vista de RaquelLa luz del sol, cálida y onírica, golpeó mi maltrecho cuerpo y volví en mí de golpe. La oscuridad que me invadía, el cuerpo del Rey crucificado en la pared, el demonio que llevaba la piel de su hermano, Mal..."¡Mal!" Intenté levantarme de la cama en la que estaba tumbado
Y probablemente habría seguido imaginando escenarios si mi puerta no se hubiera abierto y un hombre al que no conocía de nada hubiera entrado como si fuera el dueño del lugar."Raquel..." El hombre pronunció con tanta ternura que me puso nerviosa. Pero... ¿quién era ese hombre y por qué su voz se pa
El punto de vista de RaquelMe quité el anillo del dedo, me lo volví a poner y me lo volví a quitar.Doxy, humano, y de vuelta.Todas las formas yo, pero...Volví a ponerme el anillo y vi cómo mis orejas puntiagudas se reducían hasta convertirse en redondas como las de un humano, cómo las pequeñas m
Abrí la puerta, con la espalda recta, y me di de bruces contra el pecho del Príncipe.**"Entonces", preguntó el Hermano Daniels, sentándose por fin a la mesa de los trece. Yo era la única mujer en la mesa redonda. Bueno, yo y la gorda atigrada gris, Catrina, nos movíamos entre las piernas buscando