—Sí. — Los subordinados de Miguel se llevaron a ambos directamente.

Lucía también habló en voz muy baja: —Llévate a Rubén y a sus secuaces de regreso para interrogarlos, averigua si han cometido algún delito y otros casos.

—Sí. — Un grupo de agentes especiales se llevó directamente a Rubén y a los demás.

En ese momento, Miguel miró a Mauro y su esposa, sin saber qué decir en ese momento.

Lucía se acercó a Rosalinda y susurró: —Llévalos a descansar primero.

Rosalinda afirmó con la cabeza y miró a Mauro y su esposa.

Mauro y su esposa se fueron con una sensación de alivio, se inclinaron con agradecimiento hacia Miguel y Lucía antes de partir.

Sus asuntos se resolvieron de una manera que ni siquiera se imaginaban.

Como si una gran piedra que pesaba en sus pechos hubiera sido levantada de repente, caminaron sintiéndose totalmente livianos.

Después de que todos se fueron, Lucía y Miguel se miraron, ambos con expresiones perplejas.

—Estuvo bastante enojado hoy.

—Sí, algo grande le debe haber