Capítulo 1854
Toda la mañana, Isolde no vio a Constanza ni logró contactarla, pues el teléfono de Constanza estaba apagado. A la hora del almuerzo, Constanza tampoco apareció.

Simón, al ver la preocupación reflejada en el rostro de Isolde, le dijo en tono de broma: —No te preocupes tanto, Isolde. Constanza ya no es una mocosa. Quizá solo haya salido a hacer alguna diligencia, y en cuanto termine regresará.

—Está bien entonces,— respondió Isolde, con los ojos enrojecidos. —Tal vez esté exagerando, pero es que realmente la considero como una hermana.

Por la tarde, Isolde intentó llamar nuevamente a Constanza, y esta vez la llamada fue atendida. La voz débil de Constanza respondió al otro lado: —¿Sí, Isolde? Estoy fuera por unas gestiones. ¿Necesitas algo?

Isolde, alarmada por el tono, preguntó: —¿Constanza? Te noto mal. Pareces enferma… ¿estás bien?

—Oh, no te preocupes, solo estuve ocupada toda la mañana y estoy un poco agotada. Después de descansar un rato, me sentiré mejor. Volveré antes de la cena
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