Eloise sostenía la mano de su hija y quería decir algo cuando escuchó que se acercaba un automóvil afuera, con el rostro demacrado:

—Tu padre ha vuelto.

Sus palabras no tardaron en pronunciarse cuando José entró a la casa con una bolsa en la mano. Se sorprendió al ver a Eloise y Arianna sentadas en la sala.

—Ari, tú también estás en casa —dijo. Caminando hacia adelante—. Perfecto. Tengo uno para cada uno de ustedes.

—¿Qué es? —Arianna sonrió, se puso de pie y agarró su bolso. La abrió y miró dentro. —¡Vaya, perfume!

Al ver su expresión de sorpresa, Joseph sonrió:

—¡Este es el primer perfume de nuestra empresa y los vendemos! Compré dos botellas directamente de la fábrica para que ustedes dos las prueben.

Su mirada de suficiencia irritó a Eloise. Sabía que Joseph solo estaba feliz porque el producto procedía de ese mocoso, no porque fuera el primer perfume de la empresa. Se sentía desdichada por dentro y no se atrevía a devolverle una expresión de felicidad a Joseph, el