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¿Cuánto tiempo me queda de vida? (II)

Ben lo conocí en la universidad. Y desde que lo vi por primera vez, supe que seríamos los mejores amigos. Un mes después se mudó con nosotros porque estaba más cerca de la universidad.

Lo increíble es que no tomábamos el mismo curso y casualmente, en la primera materia que tomamos, que era básica y abarcaba casi todos los cursos, nos conocimos y fue amor a primera vista.

Subí las escaleras, contando mis pasos, ya preguntándome si sería bueno para mi endometriosis. Bueno, todavía era un ejercicio físico. Así de pobre era: hacía ejercicio físico a la carrera diaria. Soñaba con algún día poder vivir una vida diferente, sin tener que contar los centavos para pagar las cuentas a fin de mes. Además de tener menos mala suerte con todo lo que pasó en mi vida.

Porque, sinceramente, a veces pensaba que Dios me puso en la tierra y decía: “A ver cuánto aguanta esta Bárbara Novaes. Hmm... Creo que probaré la fuerza de las mujeres en ella”. Así que lo miré y le mostré el dedo medio y dije:

- ¿Eso es todo lo que tienes para mí? Enviar más de lo que puedo soportar.

Y así se enojó conmigo y me siguió enviando cosas malas... Hasta ahora. Incluso llegó a pensar: "Donde ella viva, voy a acabar con su paz". “Ascensor, deja de funcionar”. Entonces alguien vendría y lo arreglaría. "Ascensor, deténgase de nuevo". Dios no se dio por vencido cuando se trataba de mí.

Mi trato con Dios es que me obligaron a ir a misa los domingos con mi abuela. Ella siempre decía que se necesitaba fe para hacer las cosas. Y aunque he estado en la casa de Dios todo este tiempo, Él no ha sido justo conmigo en absoluto. Entonces, un día, decidí que ya no creería más en Él . Y ya no ejercería más mi fe. Buscaría lo que necesitaba solo.

Lo cierto es que cada vez que la vida intentara derribarme, ganaría un dedo medio a cambio.

Abrí la puerta y vi a Ben y Salma sentados en el sofá, comiendo palomitas de maíz y viendo una película cliché, de esas que hemos visto 435 veces y todavía lloramos al final. Sí, teníamos una selección de películas por lista: “para llorar”, “para gritar”, “para reír”, “para fingir ver”.

- Babi, ven a ver una película con nosotros. - Llamó Ben, dándome espacio a su lado.

Me senté y vi la escena de “Un amor para recordar”.

- No necesitas esta película para llorar. Dije, agarrando un puñado de palomitas de maíz. – Lloro escuchando lo que descubrí hoy en el ginecólogo.

Los dos me miraron.

- Habla, bebé. - Salma me miró, curiosa.

- Tengo una enfermedad llamada endometriosis.

- Babi, esto no es tan grave. Y hay medicina. Mi madre tiene. Ben volvió a mirar la televisión.

- Ben, no me hagas esto. Cuéntamelo todo, por favor.

- Después de que termine la película, cariño. Me acercó a su cuerpo.

Ben era el tipo de persona que ser amigo era un privilegio: cariñoso, inteligente y fiel. Era delgado, tenía el pelo largo, que solía utilizar para peinados creativos y originales. Sus ojos eran claros y su piel era de porcelana, la cual se afeitaba a diario y usaba tanta crema como podía durante todo el día.

Se formó en moda y trabajó en una revista. Ben era una mujer que nació por accidente en el cuerpo de un hombre. Fue el que Dios, cuando fue a ponerlo en el cuerpo, terminó confundiéndose y poniéndolo en el equivocado. Y mi amigo para luchar.

Aunque había estado con Salma la mayor parte de mi vida, Ben tenía mi corazón y era mucho más sabio en mis consejos.

Una vez que terminó la película, Ben me aseguró sobre la enfermedad. Escucharlo hablar con tanta calma y simplemente me hizo bien.

- ¿Conseguiste un trabajo? – preguntó Salma, mientras sacaba agua de la heladera, vestida únicamente con unas bragas holgadas y una remera blanca rota, de esas que parecen de guerra.

- Nada nada. Gruñí , molesto .

- Solo ha pasado una semana, Babi. – dijo Ben. - Encontrarás algo pronto.

- Estoy cansado de trabajos temporales. Aparte de que me pagan mal, no tengo ningún beneficio. Un año que salto de rama en rama. - me quejé .

- No tienes que estar desempleado. Siempre hay una vacante para un bailarín en Babilonia.

Arqueé una ceja y me reí:

- ¿Aún no te has dado por vencida conmigo, Salma?

- Claro que no. Serías un gran bailarín. Cuerpo perfecto, hermosa... Te contratarían en el acto, Babi.

- Sin menospreciar tu trabajo, amigo, pero yo no estudié para eso. Además, ¿te imaginas bailando en una caja de cristal mientras todos me miran? - Empecé a reír. – Pago para que no me noten.

- Sin mencionar el hecho de que si algún hombre se divirtiera con ella, Babi sería capaz de arrancarle el corazón con sus propias manos. – completó Ben.

- Ya dije que no soy una prostituta, chicos. – se justificó Salma mientras bebía el agua de su propia botella.

- No quise decir eso, Salma. – se justificó Ben.

- Quiero saber cuando ustedes van allí, para ver lo que realmente hago.

- Cuando tenemos dinero, bien. Ben puso los ojos en blanco. “El pago inicial es casi la mitad de mi salario como comentarista de moda famoso, recién llegado a una revista de mala muerte.

Empezamos a reír.

- En mi caso, ni siquiera tengo sueldo. Pero sinceramente, creo que te pagan muy bien, Salma. Pero por supuesto la entrada también es muy alta. Pero sí, quiero visitar ese lugar algún día. Y ver si los bailarines realmente no se involucran con los habituales.

- Te juro que no, babi.

- Incluso si lo fuera... No tengo nada que ver con tu vida y tus elecciones, amigo.

- Tu opinion importa. - Dijo Salma. “Así como deberías haber tenido en cuenta la nuestra y no desperdiciar ocho años de tu vida.

- ¿De verdad quieres hablar de Jardel?

- Sí. – dijeron los dos al mismo tiempo.

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