Tony

Salma se incorporó en la cama:

- Siento haber hablado de ti y Héctor con Daniel.

- Todo bien. Yo solo... No quiero que nadie lo sepa excepto ustedes dos.

- Respetaré tu deseo, como tú respetaste el mío de no verte en nuestra casa esa noche. Me tocó la cara con cariño.

- ¿Dónde está Daniel? – preguntó Ben.

- Lo rechacé.

- ¿Despedido? Yo pregunté.

- Lo envié lejos. Porque sabía que algo le había pasado a Ben. Nunca llega a casa así... Tranquilo.

Ben sonrió:

- Eso es lo raro, mis amores. Se suponía que debía estar gritando en este momento. Y simplemente no puedo. Estoy completamente atascado. Mi corazón es extraño, mi cuerpo no me obedece. Puede que haya venido sonriendo desde el motel hasta aquí, ¿sabes?

- Sí. – dijimos los dos, comenzando a reír.

- Está bien, yo también quiero decir algo. – dijo Salma.

- Eso es bueno, señorita Salma. Ha pasado un tiempo desde que te abriste a nosotros. - Yo hablé.

- Ah... No puedo ser un libro tan abierto como tú. Pero para que lo sepas, tengo un diari
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