- Señor, ha pasado media hora... - habló el hombre que lo acompañaba. - ¿No está cansado? ¿Quieres que te recuerde que estás aquí?- No necesita. Levantó la mano, confirmando que estaba bien.Su silla de ruedas era enorme y tenía muchos botones. Sin duda de última generación.- No sé cuál es tu horario, pero puedes pasar delante de mí si quieres. No tengo nada que hacer de todos modos... Estoy desempleado. - Sonreí ante mi condición.- Estoy esperando los resultados de unas pruebas. Yo tampoco tengo prisa.- Yo... Bueno... nunca he visto a un hombre ir al ginecólogo. Juré que solo servían a mujeres. – dije confundido, pero sincero, ya que esa curiosidad me estaba carcomiendo por dentro.Se rió y vi que el hombre que estaba con él también escondía su risa.- Yo no voy al Ginecólogo. - Él explicó. – Estoy esperando al Reumatólogo, que trabaja en esa oficina de allá. – Señaló la puerta.- Mil perdones... No quise ofenderte. Pero tengo que admitir que tenía curiosidad. Nunca he visto homb
- Oye.- Oye. – me dijo, sin mirarme a la cara, continuando con lo que estaba haciendo.- ¿Qué hago si encuentro algo en el ascensor?- Si no es dinero, llévalo a la sección de objetos perdidos en el segundo piso. – Siguió la computadora, sin mostrar interés en lo que estaba diciendo.- ¿Y si es dinero? pregunté por curiosidad.Me miró entonces, con cara de pocos amigos:- Entonces déjamelo a mí.Arrugué la frente. ¡Qué descarado! Claro, si fuera dinero, se lo conseguiría.- ¿Encontraste algo? – preguntó ella, ahora interesada.- Sí... - Tomé una moneda que no valía casi nada y se la entregué.Ella tomó la moneda, la miró, la hizo rodar sobre su mano y dijo:- Puedes quedártelo. - Sonrió burlonamente.No es una moneda, idiota. Encontré una billetera del Sr. Allan C. Pero no se puede confiar en usted. Lo devolveré yo mismo, de una forma u otra. Era un caballero tan amable. Ciertamente estaba preocupado, después de todo, todas sus cartas estaban allí. ¿Quién no? Especialmente con tantos
- ¿Qué pasó entre nosotros hoy? Aparte del hecho de que mi amigo está haciendo una mierda, nada. En cuanto al elogio de la fachada del edificio, es para Babi. - Se rió irónicamente. - Te lo explicaré más tarde .- ¿Estás diciendo eso, Ben? Miró a mi amigo.- Entonces, para que yo diga esto, imagina el tamaño de la mierda que va a hacer, Tony.Empezamos a reír.Apenas entramos al barrio más rico de Noriah North y yo estaba dando las coordenadas de la dirección, Tony preguntó:- Oye, Babi, ¿adónde vas de todos modos?- En casa de Allan Casanova.- ¿Qué vas a hacer en la casa de Allan Casanova?- Es una larga história. Entonces Ben te lo explica. - dije, dándome cuenta de que nos estábamos acercando.- Sabes que Sebastian odia pocas cosas en la vida ... Pero entre ellas está Heitor Casanova. - El dice.- ¿Porque? - Estaba curioso.- ¿Tal vez por la misma razón que lo odias, cherry? Ben se volvió y me miró con una sonrisa.- Algo de su pasado. No sé exactamente qué pasó. Estudiaron juntos
- ¿Usted la conoce? – la mujer miró a Anon 1.El asintió.- El Sr. Casanova mandó entrar a la chica. – dijo Anónimo 2.Ella se apartó de mi camino, a regañadientes. Le di una sonrisa irónica y no pude evitar disparar:- Estoy cerca de lo de Anon . – parpadeé.Entré acompañado de los dos gigantescos guardias de seguridad, uno a cada lado, haciéndome sentir aún más bajo de lo que ya era. Ni siquiera alcancé sus hombros.- Está bien, Anon 1 se encarga del hijo Casanova.- Anon 2 del padre Casanova. ¿Estoy correcta? Él sonrió, sacando el tema.- No... Mi nombre no es Anon. - Dijo Anon 2. - Soy Otávio.- Lo siento, Octavio. La seguridad del Sr. Casanova, ¿eso?Él asintió, luciendo hostil.- Te reconocí. Bueno, encontré la cartera del Sr. Allan Casanova en el ascensor y vine a entregársela personalmente. Tú sabes cómo es...- ¿Me sigue, señorita? – Anon 2 no recordaba mi nombre.- Bongiove. – Anon 1 respondió por mí.¿Qué sentido tenía decir siquiera que mi apellido era Novaes? El hombre ju
- Buenas noches, Bárbara. Soy Celine Casanova. - Se presentó, dándome su mano como para besarla.Le tomé las yemas de los dedos y las moví de arriba abajo, sin saber si así era como saludabas a una mujer rica.Observó mi mano mover la suya y cuando la solté, bajó la vista hacia sus dedos, luciendo asqueado. Dios mío, qué diferente era ella de su marido. Pero seguramente ahora sabía de dónde había sacado Heitor Casanova la forma de ser snob. Mamá Casanova no se preocupaba por ser amable.- ¿Ella dijo que? Héctor se rió sarcásticamente. – ¿Y usted le creyó, padre? - El me miró.- No entiendo... - Lo miré directamente a los ojos.- Papá, seguramente esta mujer te robó la billetera.- No puedo creer que me estés acusando. ¿Qué estás queriendo? ¿Ponerme en la cárcel otra vez?- ¿Qué quieres decir con "ponerla en la cárcel de nuevo"? Allan miró a su hijo y luego a mí.- ¿Recuerdas a la loca que dije que rayó mi auto? Fue ella.- ¿Me explicaste lo que dijiste antes? – Miré al padre Casanova.
- Lo siento... Si te lastimé el brazo. - Me soltó. - No fue mi intención.- Lo siento, casi te meto en problemas con tu novia.Me miró y por un momento no supe exactamente cómo actuar. Porque no quería disculparme. Pero la forma en que se disculpó fue tan diferente a la forma en que siempre me trató que me tomó por sorpresa.- Vamos, Bárbara. – dijo Allan, ya distante de mí.- Veré qué quiere tu padre... Y prometo dejarlo en paz. - Sonreír.Me volví y seguí a Allan. Realmente no quería más problemas con Héctor y nadie más en su familia. Debería haber escuchado a Ben y no caminar hasta allí para entregarle mi billetera.Mientras caminaba detrás de Allan, le pregunté:- ¿Puedo tomar tu silla?- ¿Tomar mi silla de ruedas? - él se rió. - Estoy bien gracias.- Ahora que me di cuenta que ella camina sola. Ni siquiera sabía que existía. Ninguno de los dos...Dejé de hablar cuando me di cuenta de que había un ascensor dentro de la casa Casanova. Abrió la puerta y entré con él.- ¿Tiene ascens
- Perdona por mis malos modales abajo con tu hijo. Pero a veces no puedo controlarme. Sufrí tanto en el pasado que hoy no acepto que me traten de manera ofensiva. No pienso volver aquí, pero si algún día quieres charlar, puedes llamarme... Y tal vez venir a mi casa.Él se rió:- Te nominaré para la vacante en North B.Lo miré fijamente, tratando de mantener la cabeza recta y no decir tonterías.- Yo agradezco. Pero no puedo aceptar.- La vacante es para una persona exactamente como tú, Bárbara. Quién sabe exactamente lo que piensa la gente, quién tiene un sexto sentido...- Yo no trabajaría con tu hijo...- Puedo alejarte de él si quieres.- Allan, sería como si me pagaras por devolver la cartera. Lo siento, pero no acepto.Puso su mano sobre su cabeza y luego sobre su frente, cerrando los ojos.- Alan, ¿cómo estás?- Sí... Sólo estoy un poco cansado.- ¿Puedo hacer algo por ti? ¿Quieres que llame a alguien?- No... No... Yo... Vamos a hacer esto: ingresas de nuevo a la selección Nort
Tomé la botella de él.- Ahora inténtalo de nuevo, con ambas manos. Puedes. Es un hombre... Debe tener fuerza al menos. Es lo minimo...- No soy un hombre acostumbrado a empujar, señorita Novaes. Al menos no para abrir ascensores. Me miró con sarcasmo.- ¿Y cómo vas a abrir la puerta del ascensor, si no vas a usar tu fuerza? ¿Crees que obedecerá tus hermosos dedos? – me burlé.Se miró los dedos y luego a mí:- Me impresiona la forma en que me observas y sabes todo de mí, “Bárbara”.- Señorita Novaes, por favor. - Yo pregunté. – Sin intimidades.- B-á-rbara . Lo deletreó lentamente, para molestarme.- Bueno, “Heitor”, sal de ahí y te abro esta porquería.Dejé la botella en el suelo e intenté abrir la puerta con todas mis fuerzas. Pero ni siquiera podía meter los dedos en la grieta, era muy pequeña.- Usa tu maldito celular. Le dije.- No es conmigo. Se apoyó contra la pared de cristal, cruzando los brazos.Abrí mi bolso y saqué mi celular, mirándolo victorioso:- La llave de la salvaci