Al escuchar el grito de su hija, Sabrina se dio la vuelta para mirar a Aino: "¿Dónde, cariño?". "Fuera de la ventana". Aino señaló el exterior de la ventana. Sabrina miró en la dirección donde apuntaba el dedo de Aino. "¿Dónde? No veo nada". "Mami, no ves bien. Tienes que ver más allá de la carretera, detrás de ese árbol. Mira, ahí hay dos ojitos negros". La mirada de Aino seguía fija en la distancia. No sentía ningún miedo por el par de ojos, porque Aino podía sentir calidez en su mirada. Al ver más de cerca, Sabrina efectivamente vio el par de ojos. Sabrina se quedó tan sorprendida que quedó helada durante una fracción de segundo. Todo lo que vio fue un par de ojos oscuros detrás de un árbol. Estos ojos las miraban a través de un espacio entre las ramas. Sabrina miró fijamente a esos ojos, e inmediatamente salió del coche y llevó a Aino corriendo hacia la carretera. "Aino, rápido, sígueme". Sin embargo, cuando llegaron al lado opuesto de la carretera, no vieron nada. El p
Se dijo a sí misma que aún tenía a Sebastian y a Aino. Eran una familia feliz de tres. Ansiaba más de Sebastian, ansiaba que él calmara sus heridas. En el momento en que las palabras salieron de la boca de ella, las personas al otro lado inmediatamente tuvieron ganas de reír, pero no se atrevieron, ¡ni siquiera se atrevieron a taparse la boca! Por suerte, Sabrina sabía cuándo detenerse. "No me interpondré en tu trabajo. Ven a casa pronto, no puedo dormir sin ti. Voy a colgar, hasta luego, querido". Su constante tono suave y sus dulces palabras lo hicieron sentirse reconfortado. Antes odiaba las cosas dulces. Incluso su café era el más amargo y concentrado que podía haber. Y ahora, sin darse cuenta en qué momento había empezado, había comenzado a beber su café con un cubo de azúcar. Descubrió que el fragrante café sabía especialmente delicioso cuando tenía un toque de dulzura. Aquella noche, Sebastian regresó tarde a casa. Entrando de puntillas en su casa, pensó que Sabrina se hab
Sebastian se enderezó enseguida. "¿Qué acción?". Al otro lado, su subordinado le informó inmediatamente: "El líder de Isla Estrella, Pancera, está dando un discurso público. Está hablando de resistir un ataque proveniente de Ciudad del Sur". Sebastian se rio con amargura. "¡Ja! ¿Por qué iba a atacarlos? Se sobreestima a sí mismo". "Amo Sebastian, ¿qué debemos hacer ahora?", preguntó su subordinado. Sebastian se mantuvo relajado. "Quiere resistir un ataque de Ciudad del Sur, ¿verdad? Contrata más soldados para él, que se dé cuenta de lo fuerte que es". "Entendido, Señor". Al otro lado, su subordinado dijo respetuosamente: "Siento haber interrumpido su descanso, Señor. Buenas noches". "Bueno". Al terminar su llamada, Sebastian vio que Sabrina ya estaba sentada. Lo miraba con preocupación. "¿Te quedaste hasta tarde en la oficina hoy… pero no para avanzar con lo restrasado, sino para preparar el ataque a Isla Estrella?". Sebastian asintió. "Sí". Sabrina se mordió el labio
Un rubor se extendió por sus mejillas. Cuando terminó de ponerse un nuevo conjunto de ropa, salió de la habitación hacía el comedor, pero ni siquiera allí, Sebastian estaba a la vista. Al verla, la Tía Lewis dijo: "Señora, el Señor se fue a la oficina hace más de una hora. Parece especialmente ocupado estos días". "Sí, está bien". Sabrina se dio la vuelta y se dirigió al balcón. El balcón estaba lleno de varias especies de plantas en sus respectivas macetas, todas verdes y llenas de vida. Aprovechando el tiempo libre antes de desayunar, Sabrina cuidaba de las plantas. Una vez más, recordó a su madre. Aunque no tenían un jardín muy ostentoso, su madre era buena para la jardinería y amaba las plantas. Antes Sabrina no lograba entender por qué su madre era tan diferente de las demás mujeres del pueblo, a pesar de ser una pueblerina pobre más... Su madre sabía tocar bien el piano y amaba la naturaleza. Incluso le gustaba lavar el cabello de Sabrina con agua impregnada con flores de
Ruth estaba llorando miserablemente al otro lado de la línea. "Sabrina, date prisa y rescátame, por favor". "No llores, Ruth. Dime la dirección y voy enseguida a buscarte", dijo Sabrina inmediatamente. "Es un albergue secreto en la zona de los barrios más pobres, tú viviste aquí hace seis años. Me habían dicho que solo era un albergue secreto cuando en realidad está lleno de gente dedicada al tráfico de personas. Me dijeron que me van a vender a un viejo… y que va a estar aquí en una hora". El corazón de Sabrina se estrujó en su pecho al escuchar la voz de sufrimiento de su amiga. "Iré enseguida. Si ese viejo llega antes que yo, tienes que luchar contra él con todo lo que tengas. Intenta ganar algo de tiempo, ¿entendido?". "De acuerdo". Sabrina colgó, tomó su bolso y salió rápidamente de la oficina, sin detenerse para informarle al Director de Diseño antes. Se subió a su coche y no fue hasta que estaba de camino cuando llamó al Director para explicarle su repentina ausenci
Y, al comparar a Selene con Sabrina, Selene era todo lo contrario. ¿Acaso Selene alguna vez demostró ser una persona íntegra? Mindy, la prima que había mimado su abuelo durante más de veinte años, no era diferente tampoco. Cuanto más miraba a Mindy, más repudio sentía. Sin embargo, al pensar en Mindy se acordó de Ruth, por lo que decidió llamar a Sabrina para preguntarle por ella. "Lo siento, Sabrina", dijo disculpándose. "Me precipité y quiero pedirte disculpas por eso. No voy a forzarte más, si no quieres hablar del tema, lo entiendo. Sin embargo, seguimos siendo buenos amigos, ¿no?". "Sí. Siempre te veré como un buen amigo. ¿Por eso me llamas?". El tono de Sabrina se suavizó un poco. "En realidad, no. Recibiste una llamada de Ruth justo antes de irte y han pasado unos días desde la última vez que vino a trabajar. ¿Le pasó algo?". Sabrina se puso aún más nerviosa cuando Marcus mencionó a Ruth, pero sabía que no podía decirle a nadie todavía. Decidió actuar como si no supiera
En aquella pequeña habitación con luces tenues, Ruth estaba completamente desnuda y temblaba como una hoja. A su lado, había un hombre viejo tirado en su propio charco de sangre. "¿Ruth?", gritó Sabrina, perpleja. Ruth se levantó y corrió hacia Sabrina, llorando. Sabrina sacó inmediatamente un pañuelo de su bolso para que Ruth se tapara lo más que pudiera. "Ruth, ¿estás bien? ¿Te hicieron daño?", preguntó preocupada. "Sabrina... no me hicieron daño. Hice lo que dijiste y luché con todas mis fuerzas. Pero cuando me resistí, me despojaron de todo y hasta tiraron mi ropa interior afuera. Este viejo entró y me golpeó en la cabeza, pero lo soporte. Esperé a que se desnudara y entonces tomé su cinturón y le golpeé la cabeza con la hebilla una y otra vez… Tengo tanto miedo... ¿iré a la cárcel?". Sabrina llevó a Ruth hacia sus brazos y la consoló. "Hiciste bien, Ruth. Lo hiciste muy bien. Esto no fue más que defensa propia. Vas a estar bien". Mientras hablaba, el sonido de unos zap
Sabrina entrecerró los ojos con desprecio. La mujer palideció de miedo y continuó explicando frenéticamente: "Es que... Bueno, los padres de su amiga realmente nos pidieron prestado un millón de dólares. Dijeron que necesitaban el dinero para su otra hija, que estaba enferma y necesitaba un tratamiento para sobrevivir. Dijeron que me enviaban a la otra hija y que no les importaba que la vendiera mientras estuviera viva. Solo hice esto porque no podían devolverme el dinero. No es que pueda dar un millón de dólares así como así, ¿me entiende? Es por eso que...". "Entiendo". Sabrina se negó a mirar a la mujer y apretó los brazos alrededor de Ruth. "Por favor, tenga piedad de nosotros", suplicó la mujer. "¡Ropa!". Sabrina volvió a gritar. "¡Haré que se apresuren!". En muy poco tiempo, la mujer regresó con dos enormes bolsas de ropa. "¡Baño!". La mujer se apresuró a llevar a Sabrina y a Ruth al baño. "Ruth, báñate y ponte algo de ropa. Te llevaré a casa". "Gracias, Sabrina