«Emma golpeó con fuerza la copa sobre la barra, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que llegó al sitio, ella solamente podía recordar lo que había sucedido minutos atrás en la oficina de Nicholas.—Un whisky doble —pidió.—¡Que sean dos! —el grito masculino le hizo fruncir el ceño.—¿Me estás siguiendo las huellas, Black? —preguntó Emma sin verlo.—¿Emma? —la sorpresa en la voz de Ryan le hizo darse cuenta de que no estaba siguiéndola.Era su mala suerte que siempre la llevaba encontrarse a Ryan en los sitios menos pensado. Había sido siempre así, Ryan siempre aparecía para cortarle la diversión, pero esta noche ella no cedería ante su tutor, Ryan Black fuera de la oficina no tenía autoridad sobre ella.—Sí, Emma, ¿algo que decir? —cuestionó la chica.—Nada, ¿podemos beber juntos? —preguntó y sin esperar respuesta se sentó al lado de la chica—. Me sentiré mejor si te cuido las espaldas —añadió.Emma dejó escapar una ligera risa al escucharlo, si no lo conociera también se habría
Despedida Betsabé miró a su pequeño hijo, Henry le sonrió y la tomó de la mano con firmeza. Ella le devolvió la sonrisa con amor y caminó fuera del departamento en el que había vivido durante las últimas semanas, tras la operación de su hijo.De alguna manera, Emma se había asegurado de mantenerla sana y a salvo, tal como se lo había prometido cuando le había perdonado y propuesto su participación en el caso de Clarise.Lo que ella nunca pudo imaginar es que al final de todo, Clarise también fuese salvada por Emma y su esposo.Aunque había participado activamente en el robo de la joyería de los esposos Black, especialmente Emma, no solo la había perdonado, sino también había buscado una manera de ayudarla con la enfermedad de Henry y eso era algo que ella iba a agradecerle toda la vida.Betsabé dejó de pensar en el momento que las puertas del ascensor se abrieron y le mostraron el camino que ahora debía tomar.Tenía que empezar de cero, tenía una nueva oportunidad y aunque en un inic
Reencuentro Betsabé esperó en la puerta del colegio por su hijo. Henry llevaba una vida normal, no había sobresaltos ni sustos en las madrugadas.Habían pasado dos años desde que el suplicio había terminado, podía considerarse una mujer muy afortunada en la vida y muy feliz.—Mamá, quiero tomar un helado. ¿Me llevas al centro comercial? —preguntó Henry de ahora nueve años.—¿Un helado? —preguntó mientras tomaba al pequeño de la mano y se dirigían al auto. Betsabé había comprado su primer coche hacía un mes, en dos años había logrado mucho más de lo que había conseguido en toda una vida, y no lo habría logrado sin la ayuda de Emma Black, su hada madrina.—Sí, quiero el helado más grande que vendan en la heladería —dijo Henry muy emocionado.—Tendrás que pedir para llevarlo, estoy corta de tiempo, tengo que volver a la joyería. La señora Emma llevará nueva mercadería hoy y necesito estar presente.—¿Traerá a Natalia? —preguntó.—¿Natalia?—Sí, me gusta pasar tiempo con ella, ¿crees qué
¿Quieres casarte conmigo?Para Betsabé, sentir la cálida mano de Nicholas sobre su mano mientras caminaban al estacionamiento del centro comercial era un sueño. Por un momento creyó que se trataba exactamente de eso.Pero las pequeñas carcajadas de felicidad de Henry mientras caminaban tomados de la mano como una verdadera familia le hicieron caer en cuenta de la realidad.¡Nicholas había regresado!—Cielos, necesito que alguien me pellizque, sigo pensando que todo esto es un sueño —murmuró.—¿No sería mejor un beso?Betsabé detuvo sus pasos de manera abrupta al escuchar las palabras de Nicholas. En el pasado se habían dado uno que otro beso, todo antes de su separación. Aunque había pasado mucho tiempo, ella aún podía recordar los besos del hombre.Sin embargo, el recuerdo no le hacía justicia.Betsabé se olvidó que estaban en el estacionamiento del centro comercial, se olvidó por un momento que su hijo estaba siendo testigo de aquel beso apasionado que Nicholas le estaba dando.Bets
Madrina de anillosBetsabé miró su reflejo en el espejo de la habitación del hotel donde se llevaría a cabo su boda con Nicholas.Habían pasado varios meses desde que él se le declarara y pidiera ser su esposa. El tiempo justo para volver a conocerse y tener la seguridad de que su amor era verdadero, sin fantasmas del pasado.—Te ves hermosa, Betsy, te veo y me dan ganas de volver a casarme —dijo Emma acercándose a la mujer.—Que no te escuche el señor Black, porque es tan capaz de sentir celos de él mismo o mejor aún, es muy capaz de volver a casarse contigo —se burló Betsy.Ryan era un celoso y enamorado empedernido, ella esperaba que su matrimonio con Nicholas fuera como el de Emma, que mejoraba con los años.—No estaría nada mal —dijo Emma mientras colocaba la tiara que ella había utilizado el día de su boda.—Estoy nerviosa —confesó Betsabé luego de varios minutos.—Y tienes muchas razones para estarlo, querida. A partir de hoy tu vida ya no será la misma, ahora no serás la novia
Cita con el pediatra Gerald Petit, miró con diversión a Emma, su sobrina parecía estar al borde de la locura mientras intentaba hacer que Andrew se mantuviese quieto sobre la silla, cosa que el niño no tenía intención de hacer.—Déjamelo, me haré cargo de él —dijo apiadándose de su sobrina.—Andrew va a sacarme las canas verdes, tío —se quejó Emma.—El karma, cariño, el karma —dijo en tono divertido el pintor.—¿El karma? ¿Cuál karma? —preguntó fingiendo inocencia—. Yo de niña era tan bien portada…—¡Oh! Claro, tan bien portada que te importó gastarle bromas a tu hoy esposo —dijo.—Eso no cuenta, fui buena hija —refutó.—Lo fuiste, no puedo negarlo, lo fuiste hasta el día que te confabulaste con tu padre para ayudarle a conquistar a tu madre.—Eso no cuenta como una mala obra, tío, así que no puedes llamarlo karma.—Bueno, por lo que sea —dijo arrodillándose delante de Andrew.Emma suspiró y salió de la habitación para preparar a Natalia para su primer día de escuela, mientras Gerald
El nuevo marido de su exGerald se despidió del pediatra de Andrew, tenían cita el siguiente mes y él estaba apuntadísimo para volver y ocupar el lugar de Emma.—¿Qué te pasa tío? —preguntó Andrew al ver la sonrisa de oreja a oreja en el rostro del hombre. —¡Eh!—Estás siendo raro —se quejó Andrew, era pequeño, pero no ciego.—¿Quieres comer helado? —preguntó Gerald para cambiar el tema.—El pediatra dijo que no podía comer dulces —se quejó Andrew con un puchero en los labios, el pequeño se cruzó de brazos y se mostró molesto.—Nadie tiene porque enterarse, será nuestro secreto —aseguró.Gerald no iba a perderse la oportunidad de encontrarse con el pediatra, había escuchado decirle a la enfermera el nombre del restaurante donde estaría almorzando ese día.—Te has vuelto loco, tío —susurró Andrew, pero la idea de comer helado le encantaba tanto que se vio seducido para guardar el secreto.Gerald llevó a Andrew a dar una vuelta al centro comercial, le invitó a tomar un cono, un
Quizá no fue coincidenciaGerald no había dejado de pensar en las palabras de Emma, luego de salir del restaurante, se dirigieron a la mansión Collins, y por mucho que Campanita le insistió a su tío para quedarse a dormir con ellos, Gerald se negó.¡Necesitaba un trago!—Quizá una botella —susurró subiendo a su auto para dirigirse a su departamento, se cambiaría de ropa y saldría a beber, necesitaba procesar toda la información que Emma amablemente le había proporcionado sobre el doctor Anderson.Gerald recorrió las calles de Nueva York hasta llegar al Inframundo, el bar favorito de la ciudad y el más prestigioso también, sobre todo, porque el Diablo de Nueva York era el dueño… lo había conocido en una ocasión, Angelo había aprovechado la oportunidad para pedirle que pintara un cuadro de su familia y él no había podido negarse. ¿Quién lo haría con la cantidad de dinero que el diablo había ofrecido?—¿Estás solo? —Gerald giró el rostro para quedar frente a Anderson, el protagonista de