Así que tomó una foto de cada manuscrito, volvió a cerrar la caja y se dirigió rápidamente a la Universidad de la Ciudad Central.

Era hora de clase en ese momento.

En el campus, ocasionalmente pasaban estudiantes, y Lucía, después de hacer varias preguntas, finalmente encontró la Facultad de Medicina. Un compañero de clase le informó que cuando Emilio no tenía clase, generalmente se encontraba en el laboratorio, así que le sugirió que fuera allí y probara suerte.

Después de dar las gracias, Lucía se dirigió al laboratorio y encontró a Emilio allí, como se esperaba.

Estaba a punto de llamarlo, pero descubrió otra figura familiar.

Ánsar Ramírez.

Lucía se quedó paralizada.

Frente a ellos, en la pared, había un gran mapa de meridianos y Ánsar estaba explicándoselo a Emilio.

Uno estaba hablando seriamente, el otro escuchaba atentamente, y sus expresiones eran prácticamente idénticas. A lo lejos, parecían haber sido moldeados por el mismo patrón.

El corazón de Lucía dio un vuelco, como si un