Capítulo 374
Ana abrazaba a Javier con fuerza, como si estuviera sosteniendo un tesoro recuperado.

Solo Dios sabe, cuánto sufrió su corazón durante las horas en que Javier estuvo inconsciente.

Ese día que parecía eterno, fue espantosamente largo para ella.

Permaneció así, abrazando a Javier por un buen rato, antes de que Ana volviera en sí, soltó al pequeño y lo miró fijamente.

—Javier, ¿cómo te sientes? ¿Hay algún lugar donde te duele?

Javier también despertaba lentamente. Parpadeó y vio que Ana lo miraba con preocupación. Sus ojos estaban rojos, era evidente que había estado llorando.

El pequeño se sintió un poco triste, entonces, aunque sentía cierto mareo y un poco de náuseas, todavía negó con la cabeza.

—Estoy bien, mamá.

Al escuchar esa respuesta, un gran peso se levantó del corazón de Ana, pero las lágrimas comenzaron a fluir de nuevo.

—Está bien, está bien, lo siento, Javier, fue mi culpa, no debí haberte dejado solo. ¿Te asustaste?

Javier extendió la mano y secó las lágrimas en la cara de
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