:(
LA MUERTE DEL REY. El aire estaba cargado de electricidad, una tormenta de furia y poder desatada en el corazón del castillo. Lorcan y Cassian, transformados en majestuosas bestias de guerra, sus pelajes oscuros como la noche sin luna, se enfrentaban a Lestat, el rey vampiro, cuya forma infernal se erguía ante ellos como un presagio de muerte. Los colmillos de Lorcan brillaban bajo la luz mortecina, reflejando un deseo primitivo de venganza. Cassian, con sus ojos ardientes y garras preparadas, personificaba la fuerza indómita de la naturaleza. Frente a ellos, Lestat, con su piel pálida y ojos que ardían con el fuego del inframundo, se burlaba de su bravura. La batalla comenzó con un rugido que sacudió los cimientos del castillo. Lorcan se abalanzó primero, usando su agilidad para esquivar los golpes sobrenaturales de Lestat. Cassian se unió al asalto, sus ataques coordinados eran como una danza mortal, una sinfonía de colmillos y garras. Lestat contraatacaba con una velocidad sobre
UN GIRO DEL DESTINO. El Alfa Leandro, cuya vida había sido una marea de batallas y estrategias, se encontraba ahora en un lugar que desafiaba toda lógica y entendimiento. La luz era suave, casi etérea, y el aire vibraba con una energía que nunca antes había sentido. Miró a su alrededor, la confusión pintada en cada rasgo de su rostro curtido por la guerra. De repente, su lobo interior, ese compañero constante y fuente de su poder, se deslizó fuera de su ser como una sombra que cobra vida propia. Leandro observó, atónito, cómo su forma animal se separaba de él, dejándolo completamente humano. Una vulnerabilidad que no había sentido entonces lo invadió. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba desnudo. Su instinto lo llevó a cubrirse, pero antes de que pudiera encontrar algo con qué hacerlo, una voz hermosa y etérea llenó el espacio sagrado. Se detuvo, cautivado por el sonido que parecía cantar con el universo mismo. Giró su cabeza buscando el origen de la melodía hablada y fue
EL LAMENTO Y EL MILAGRO. El cielo sobre la manada Alerón estaba gris, como si la propia naturaleza compartiera el luto que estaba a punto de descender sobre ellos. Lorcan y los demás llegaron, sus pasos resonaban con un eco de pesar en el silencio del atardecer,con el cuerpo de su hermano en brazos, se negaba a dejar que alguien más tocara al Alfa caído. El peso del cuerpo inerte era nada comparado con el peso de su corazón quebrado. Dentro de la gran casa Alerón, Irene caminaba de un lado a otro, incapaz de encontrar reposo. La opresión en su pecho era un presagio oscuro que no podía ignorar. Los murmullos del patio llegaron a sus oídos como el preludio de una tragedia anunciada. Con el corazón latiendo desbocado, abrió la puerta de golpe, y lo que vio le robó el aliento. Lorcan avanzaba hacia ella, llevando consigo el cuerpo inerte de su amor, su compañero, el padre del hijo que crecía en su vientre. Las lágrimas inundaron los ojos de Irene antes de que pudiera formar palabras. ―
BENDICIÓN LUNAR. En la habitación, el aire estaba cargado de tensión. Leandro yacía sobre la cama, su pecho subiendo y bajando con el ritmo constante de la vida, un espectáculo que nadie esperaba presenciar de nuevo. El sanador, con sus manos aún extendidas sobre el cuerpo que había regresado de un viaje sin retorno, no encontraba palabras para explicar lo inexplicable. Lorcan no podía apartar la vista de su hermano, su corazón latiendo al unísono con la incredulidad y la dicha que lo embargaban. Pero Lorenzo, impaciente y confundido, se acercó al sanador, y preguntó con un susurro tembloroso. ―¿Qué ha sucedido? El anciano sanador sacudió la cabeza, sus ojos reflejando una sabiduría que trascendía la lógica. ―No tengo una explicación lógica ―admitió con un tono que rozaba lo reverencial ―Lo único que puedo decir es que es un milagro. Lorenzo se volvió hacia Lorcan, su boca abierta en una muda pregunta. ―¿Milagro? ―repitió, como si la palabra fuera un conjuro en sí misma. Irene,
LARGA VIDA AL ALFA. La habitación de Leandro, iluminada por la suave luz de innumerables velas, parecía un santuario dedicado a antiguos rituales de pasión y poder. El aire estaba impregnado con el aroma de las velas aromáticas y la electricidad de la anticipación. El Alfa, ataviado únicamente con su túnica negra, se movía inquieto, su postura era la de un depredador en la cúspide de su dominio, pero también la de un hombre que esperaba con el corazón palpitante a la mujer que había elegido como su eterna compañera. El lobo dentro de Leandro rugía, una tormenta salvaje de deseo y necesidad que lo empujaba a marcar a su hembra, a reclamarla ante la luna y las estrellas como suya. Cada fibra de su ser estaba tensa, vibrante con la necesidad de unirse a Irene, de completar el vínculo sagrado que los ataría para siempre. Entonces, como una visión surgida de los mismos sueños del Alfa, la puerta se abrió. El corazón de Leandro se paralizó en su pecho cuando sus ojos se encontraron con lo
EPÍLOGO. EL NACIMIENTO DEL HEREDERO. Leandro caminaba de un lado al otro en el pasillo fuera de la habitación, sus pensamientos danzan entre el miedo y la emoción. Irene, su compañera, está en la habitación con las Sanadoras, a punto de dar a luz. Lorcan, su hermano, lo miró con una sonrisa divertida. —¿Puedes parar? Vas a desgastar el suelo. Pero Leandro hizo caso omiso a su comentario y siguió de un lado al otro. ―Relájate, hermano. Todo saldrá bien. Irene es fuerte, lo sabes. Finalmente, el Alfa, se giró hacia Lorcan, con la mirada llena de nerviosismo. —No es tu compañera la que está teniendo a su hijo en este momento. Así que puedo caminar todo lo que quiera. El Beta se puso de pie con una sonrisa tranquilizadora. —Tranquilo, Leandro. Las cosas saldrán bien. Pero Leandro no podía calmarse. Se apartó y apoyó la frente en la pared, cerrando los ojos. —Las Sanadoras se están tardando mucho. Un nacimiento no debería ser así. —¿Qué tal si vamos por un trago al estudio? Te v
ALFA DESPIADADO, ¡DEJAME IR! SIPNOSIS. Braelyn Donovan huye de su compromiso en busca del amor, pero descubre que su supuesta alma gemela es en realidad un villano. Humillada y aun conservando su virginidad, Braelyn se ve obligada a huir después de ser condenada injustamente a muerte. En soledad y enfrentando los peligros del Bosque Oscuro, termina convirtiéndose en la niñera del joven al que salvó, sin saber que el destino la lleva de vuelta a los brazos de su antiguo prometido. Sebastián Storm lo perdió todo: humillado, exiliado y traicionado por su propia manada, no ha podido olvidar a la causante de todas sus desgracias. Pero cuando una hermosa mujer de cabellos negros y rostro angelical llega a su castillo, el endurecido Alfa se encuentra cediendo a sus oscuros deseos y entrando en el terreno peligroso del amor. Lo que nunca esperó es que la mujer de la cual se ha enamorado y le ha dado su marca, es la misma mujer que tanto odia. Pronto Braelyn y Sebastián se encontrarán en u
PRÓLOGO.―¡Suéltame, Sebastián! ¡Déjame ir! ―grito ella mientras trataba de liberarse de su poderoso agarre.Braelyn no se atrevía a hacer un escándalo porque este era en un banquete de alianza de lobos y ella, como heredera alfa de la manada de su padre, tenía que mantener la compostura. Sin embargo, no se quedaría sin luchar. Intentó forcejear y sintió que Sebastián estaba a punto de romperle la muñeca. Le dolía, pero por muy doloroso que fuera, el dolor y la decepción en su interior era mucho peor. Su corazón ya estaba sangrando, herido de muerte, y todo gracias al hombre frente a ella.Ahora comprende que es un hombre venenoso, peligroso para su corazón. Y aunque sea todopoderoso y aunque lo ame y sea el padre del niño en su vientre… ¡Ella ya no quiere estar cerca de él!―¡Nunca! ¡Nunca te dejaré ir! ―exclamo el alfa en su oído ―¡Eres mi compañera y tu lugar es estar a mi lado! ¡Nunca permitiré que me abandones!Sebastián se acercó más a ella y el aroma despertó en ella el deseo