La ducha

Vittorio se detuvo en la entrada de la habitación, sus ojos encontraron la figura de Eleonora sentada en su cama, luciendo una camisola roja que resaltaba su belleza rubia y el cabello suelto que caía sobre sus hombros. Era una imagen tentadora, pero la mirada de Vittorio permaneció imperturbable, casi como si estuviera mirando a través de ella.

Ignorando a su esposa, cruzó la habitación y abrió las puertas del armario. El gesto de quitarse la corbata fue el primer signo de indiferencia, como si la mujer en la cama fuera una sombra invisible. Desabrochó meticulosamente su traje y lo quitó, pieza por pieza, hasta que solo llevaba su camisa blanca y pantalones oscuros.

Siguió actuando como si Eleonora fuera una mera espectadora en su propia historia, como si su presencia fuera solo una formalidad.

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