En el Hospital UCM.Luciana abrió la puerta del coche, lista para bajarse.—Luciana.La voz de Alejandro la detuvo. Su rostro, siempre tan impecable, mostraba una leve expresión de nerviosismo.—Tengo algo que decirte.Antes de que Luciana pudiera responder, escuchó que alguien la llamaba desde adelante.—¡Luciana!Luciana apretó los labios, dudando.—Ahora tengo que ir a trabajar. Cuando termine, te escucharé con calma.Hizo una pausa.—Además, yo también tengo algo que decirte.Los ojos de Alejandro brillaron con esperanza.—Está bien.Sin más demora, Luciana salió del coche y se unió a sus colegas, ayudando con los registros y la transferencia de los pacientes. Desde lejos, Alejandro observaba su figura, una sonrisa formándose en sus labios, sus ojos llenos de calidez.¿Será que lo que ella tiene que decir es lo mismo que lo que yo quiero decir? -Cuando terminaron de acomodar a los pacientes, Luciana finalmente pudo respirar con alivio.—¡Doctora Herrera, vaya a comer algo! ¡El al
—Alex… —Mónica se aferraba a la cintura de Alejandro, sollozando—. He pensado mucho en estos días, no puedo dejarte…Alejandro miraba a la mujer que lo abrazaba, su ceño fruncido. Estaba incómodo.—Mónica…Al escuchar ese nombre, Luciana se giró bruscamente y salió corriendo. Simón, que seguía esperando fuera, se sorprendió al verla. El rostro de Luciana estaba devastado.—¿Luciana? ¿Eh…?Ella forzó una sonrisa, sus ojos entrecerrados, pero la tristeza no alcanzaba su expresión.—Llegué en mal momento. El señor Guzmán está bastante ocupado. Mejor me voy.Y tras pensarlo un segundo, añadió:—No le digas que vine, no hace falta.Se marchó apresurada.¡No podía quedarse ni un minuto más en ese lugar!¡En un instante, la realidad le había dejado claro lo ridícula que había sido! Correr desde el hospital con una pequeña esperanza, solo para descubrir lo absurdo de todo. Esa chispa de ambigüedad con Alejandro la había hecho dudar, imaginarse como su esposa de verdad. ¡Qué tontería!. Él ya te
Bajando al estacionamiento subterráneo, intentó llamarla varias veces, pero Luciana no contestaba. Cuando llegó al hospital, la encontró ocupada organizando los suministros con el equipo médico, preparándose para salir. Pensaba quedarse hasta el final, pero ya no había razón.El teléfono volvió a sonar en su bolsillo. Al ver el nombre de Alejandro en la pantalla, Luciana silenciosamente puso su celular en modo avión. Alejandro condujo hasta el hospital, pero las ambulancias del equipo médico ya estaban listas para partir.—Está prohibido estacionar aquí. Por favor, use el estacionamiento central —le indicó un guardia.Alejandro no tuvo más opción que dar la vuelta y estacionar en otro lugar. Corrió apresurado hacia el área de emergencias.—Perdón, ¿sabe dónde está la doctora Luciana Herrera?La enfermera de recepción, quien conocía bien a Luciana, respondió:—Luciana ya se fue con el equipo médico.—¿Se fue? ¿Hace cuánto?—¡Mire! —dijo la enfermera, señalando con la mano—. Esa es su am
Luciana se tensó y, sin poder evitarlo, soltó:—¿Fuiste por Pedro?—Por supuesto —Fernando rio suavemente—. Te lo prometí, y siempre cumplo mis promesas.Al tratarse de Pedro, Luciana no dijo más.—Cuando llegues, llámame.—Lo haré.Fernando colgó, con una sonrisa satisfecha en el rostro. Aunque fuera por Pedro, no le importaba. Lo importante era que quería que Luciana dependiera de él, que llegara a no poder vivir sin él.***La lluvia caía con fuerza creciente. Martina observaba a Luciana, que permanecía inmóvil en la entrada.—Parece que el cielo tiene un agujero —comentó Martina con tono ligero, y luego no pudo evitar preguntar—: ¿A quién estás esperando? Casi te conviertes en una estatua…Antes de que pudiera terminar, Luciana se giró rápidamente.—Voy a bajar un momento.En la explanada frente al edificio, Fernando estacionó su auto. Luciana, que acababa de salir, lo vio y se sorprendió.—¿Qué te pasó? —preguntó al verlo completamente empapado, con la ropa y el rostro llenos de b
La puerta se abrió y apareció Fernando, con su aire tranquilo y elegante. Acababa de salir de la ducha, el cabello aún mojado y sin camisa, solo llevaba unos pantalones deportivos holgados que Luciana le había pedido prestado a Jhonny. Alejandro lo miró fijamente, sin decir una palabra durante varios segundos.—Señor Guzmán —Fernando fue el primero en romper el silencio—. ¿Viene a buscar a Luci?Con esa simple pregunta, la tensión en el ambiente se volvió palpable. Fernando sonrió ligeramente y añadió:—Luciana está en la ducha.Sabía que sus palabras podrían malinterpretarse, pero lo hizo a propósito. Intuía que Alejandro tenía un interés especial en Luciana, no solo como su paciente.El rostro de Alejandro se mantuvo frío y serio. Aunque la situación era suficiente para enfurecerlo, controló sus emociones. Con voz tranquila, pero cortante, dijo:—¿Dónde está Luciana? Quiero verla.—¿Fernando, quién es?En ese momento, Luciana apareció, mirando por encima del hombro de Fernando y cami
Sala de reuniones de Grupo Guzmán.Sergio colocó una carpeta abierta frente a Alejandro. Grupo Guzmán trabajaba en un nuevo proyecto y necesitaban un socio tecnológico. Hasta el momento, no habían encontrado el adecuado. Esta era la segunda lista de candidatos.Alejandro echó un vistazo rápido: CreaTech. Responsable y jefe de ingeniería: Fernando Domínguez.Alejandro tamborileó los dedos sobre el nombre Fernando.Sergio añadió:—Aunque Fernando acaba de regresar al país, tuvo un desempeño destacado en el extranjero, ganando varios premios en tecnología.«Un talento difícil de encontrar», pensó Alejandro. Como hombre de negocios, no era de los que rechazan oportunidades por orgullo, ni dejaba que asuntos personales interfirieran con los negocios.—Está bien, que CreaTech comience el proceso.-Esa noche, Alejandro se reunió con Salvador y los demás para cenar y tomar unos tragos. En medio de la conversación, mencionó a Fernando.—¿Alguien sabe algo más de él?—Fernando, claro —Jael asin
Luciana no respondió. Pero no podía engañarse a sí misma. Su corazón latía con fuerza. Decir que no sentía nada sería una mentira. Desde pequeña, muy pocas personas habían sido amables con ella, y precisamente por eso, cada gesto de bondad lo guardaba con gratitud. Cada acto de buena voluntad hacia ella lo atesoraba, con el deseo de devolverlo diez veces más…-Al salir del hospital, Luciana regresó a la Casa Guzmán. El abuelo Miguel, encantado de verla, enseguida llamó a Alejandro. Agarrando la mano de Luciana, le dijo:—Estos días que no has estado, Alex ha estado tan ocupado que ni se deja ver. Así que esta noche cenamos juntos, los tres.Sin embargo, cuando hizo la llamada, Alejandro respondió:—Abuelo, estoy ocupado, no podré ir.—¿Ocupado con qué? —Miguel frunció el ceño—. Tan ocupado que ni para cenar tienes tiempo. Además, Luciana acaba de regresar después de una semana fuera…—Tengo una reunión, no puedo hablar más —y colgó abruptamente.Miguel, furioso, exclamó:—¡Qué falta d
Alejandro se quedó inmóvil por un segundo, sus ojos se oscurecieron.—Sí. ¿Por qué?—Gracias —Luciana lo miró con sinceridad—. De verdad, muchas gracias. Desde que era niña, muy pocas personas han sido amables conmigo.Alejandro sintió un estremecimiento en el pecho, una sensación cálida que se extendía por su cuerpo. Le costó disimular la sonrisa que amenazaba con aparecer. Solo pudo responder con un leve «Mm».—Pero… —Luciana estaba a punto de añadir algo cuando su teléfono sonó. Lo contestó apresuradamente.—¿Jhonny? ¿Mi amigo dejó el abrigo en tu casa? Ah, bueno… Sí, gracias. Y, oye, no te agradecí por aquella noche. Dejar que mi amigo durmiera en tu cama fue un gran gesto. Era demasiado tarde y, con la lluvia, no encontramos hotel, así que dormiste en la sala de infusiones. ¡Debo invitarte a comer un día!Mientras hablaba, Luciana señaló la entrada del metro, indicando que tenía prisa, y luego corrió hacia la estación.—¡Ve con cuidado! —gritó Alejandro, aunque no estaba seguro de