Lucía miró de reojo.En el cuaderno había una anotación sobre una camiseta blanca.No era un error.Ese era su atuendo más sencillo en aquellos tiempos.Un joven lleno de vitalidad.¿Cómo había llegado a anotar eso en el cuaderno?El cuaderno ya tenía tiempo, quizás no había alcanzado a tacharlo.— ¿Lucía?Regina notó la mirada perdida de Lucía y la llamó.Lucía volvió en sí, esbozó una ligera sonrisa y dijo:— Táchalo, es un error.— Ok —respondió Regina.Ya le parecía extraño que un gran ejecutivo como el señor Rodríguez, que dominaba el mundo empresarial, tuviera la costumbre de usar camisetas blancas.Regina era recién graduada, pero tenía una gran capacidad de aprendizaje.Lucía pensaba que esta asistente sería ideal para Mateo.Si encontraba a alguien adecuado para él, seguramente la dejaría marcharse.Sentada en su lugar, se quedó absorta en sus pensamientos.Regina notó que la miraba y preguntó:— Lucía, ¿no te sientes bien?Lucía le sonrió amablemente:— No es nada, sigue con
Mateo se dirigió a todos:— Según ustedes, ¿debo pedir permiso a los ejecutivos incluso para contratar a un nuevo empleado?— No hemos dicho eso —respondieron.Regina, al fondo, oyendo que Mateo la mencionaba, habló en medio del silencio:— Mucho gusto, soy la nueva empleada, Regina. Encantada de conocerlos.Las miradas confusas se dirigieron hacia ella.Se preguntaban quién era esta jovencita y con qué derecho hablaba.Al ver que la miraban, Regina se envalentonó aún más y continuó defendiendo:— El líder es el señor Rodríguez. Si ha convocado esta reunión, es porque respeta sus opiniones, pero la decisión final le corresponde a él. El señor Rodríguez siempre actúa por el bien de la empresa. Si lo siguen, seguramente es porque valoran su capacidad. ¿Por qué dudan ahora de sus métodos? ¿Acaso tienen segundas intenciones?Al oírla, Mateo entrecerró los ojos.Las palabras de Regina inmediatamente pusieron a todos bajo presión.Lucía pensó que esta Regina era bastante atrevida; ella nunca
Mateo, con un destello de indiferencia en sus ojos negros, preguntó:— ¿Dónde encontraste a esta persona?Ella había encontrado un reemplazo rápidamente.Lo siguiente sería abandonarlo.Todo esto sin su permiso, ya lo tenía perfectamente organizado.Lucía pensaba que lo había ofendido de alguna manera, pero no esperaba que fuera por esto.Lucía intentó apartarlo:— La seleccioné mediante el proceso normal de contratación. ¿No te agrada, señor Rodríguez?— Si ya no quieres trabajar, te permito renunciar. Puedes quedarte en casa y dedicarte exclusivamente a ser la señora Rodríguez —declaró Mateo con indiferencia.Con un ligero aumento de presión en su mano, obligó a Lucía a levantar la cabeza. En ese momento, sus ojos se encontraron.Lucía respondió molesta:— ¿Por qué? ¿Crees que no quiero trabajar y prefiero quedarme en casa como la señora Rodríguez? ¿Has olvidado lo que dijiste cuando nos casamos? Conocer mi lugar, no excederme, y después de tres años, divorcio. ¿Por qué te niegas aho
—Tiene mucho sentido todo lo que dices. Pero esa cara de la señorita Díaz, y ese cuerpo, ¡son para botar la baba!...Lucía aún no sabía que estaba siendo observada. Ella, siguiendo las indicaciones de Mateo, se esforzaba al máximo para orientar a Regina, la recién llegada.Regina, que permanecía siempre a su lado y sabía que Lucía no se encontraba bien hoy, incluso se ofreció a beber en su lugar.Tenía buena resistencia al alcohol y mucha soltura, por cierto.Aunque Lucía no bebía, Regina podía quitarle muchas responsabilidades a Mateo.Las preguntas que lanzaban los socios, Regina también podía responderlas una por una con facilidad, incluso ganándose la admiración de los colaboradores, quienes no dejaban de halagar a Mateo——Señor Rodríguez, ¿de dónde ha sacado esta vez semejante talento?—Señor Cruz, cuando dice eso, ¿conoce usted el dicho que dice "una buena herramienta en manos ajenas también hace maravillas"? —Regina superó la situación con una sola frase.Se comparó a sí misma
De repente sintió una fuerza en su muñeca que la jaló hacia atrás.Al instante, cayó en un cálido abrazo.Un aroma penetrante mezclado con whisky y tabaco hizo que Lucía respirara profundo.—Diego Morales, aún no estoy muerto.Las palabras frías cayeron justo desde arriba de la cabeza de Lucía.Diego, al ver a Mateo frente a él, quedó desconcertado. Tanta gente hablando a espaldas de Lucía, incluso Mateo ya traía a la nueva empleada.¡Y resulta que...!¿Mateo estaba aquí defendiendo a Lucía?De cualquier manera, lo importante ahora era enfrentarse definitivamente a Mateo.Diego miró fijamente a de Mateo, con una sonrisa complaciente en la comisura de sus labios: —Señor Rodríguez, aunque no hayamos tenido colaboraciones, tenemos mucho futuro por delante. ¿No crees?Mateo no respondió, sus delgados labios estaban apretados en una línea recta.En sus brillantes ojos negros se acumulaba una capa de escarcha.Lucía lo notó, era presagio de que Mateo estaba furioso.Lucía se aclaró la gargan
—¿Por qué me detuviste hace un momento? —Mateo habló apretando las muelas.Tenía una rabia intensa. No pudo contenerse y jaló a Lucía hacia él. Antes de que ella pudiera reaccionar, la mano grande de Mateo ya la tenía inmovilizada.Lucía respondió con voz ronca: —Al fin y al cabo, él es presidente de una empresa, como dijo, ustedes tienen un muy buen futuro por delante. Además, había mucha gente, actuar así solo te traerá noticias negativas...—¿Vi a otro hombre de forma descarada propasarse con mi esposa y debía quedarme sin hacer nada?Sin dejar que Lucía terminara, Mateo la interrumpió con una sombría sonrisa que no llegó a sus ojos, donde se reflejaba una capa de frialdad.Lucía evitó mirarlo: —De todas formas nuestro matrimonio es secreto.Estando en un matrimonio secreto, con un acuerdo de tres años, si ella no lo decía, Mateo menos buscaría a los medios para reportarlo. ¿Quién sabía que ella era la ex esposa de Mateo?Mateo se burló con altivez: —No imaginé que lo tomarías tan a
Mateo la empujó mientras contestaba la llamada.Lucía estaba a su lado, así que escuchó todo con claridad: —Mateo, tengo muchísimo miedo... ¿puedes venir? Creo que volví a ver a Karen, ¡ah...! —Después del grito aterrorizado de Camila, solo se escucharon los pitidos intermitentes de llamada terminada.Mientras guardaba apresurado el celular, Mateo le ordenó al conductor: —Primero llévame al hospital, luego lleva a Lucía a Vista Hermosa —su tono no admitía réplica.—Entendido —el conductor siguió atento sus instrucciones y cambió enseguida de ruta. En menos de cuarenta minutos, estacionó frente a la entrada del hospital.Mateo miró de reojo a Lucía, que permanecía allí tan tranquila sentada a un lado, y dijo con frialdad: —Volveré más tarde y espero verte cuando regrese —no era una súplica, sino una orden. Tras decir esto, se dio la vuelta y se marchó.Aquella alta y fría silueta que quedó grabada en los ojos de Lucía le lastimaba la vista y le desgarraba el corazón; en un instante, se
Mateo se quedó pensativo mientras se acercaba a ella: —Estás imaginando cosas. Karen sufrió las consecuencias de sus propios actos, esto no tiene nada que ver contigo. ¿Por qué te pones así?Camila se pellizcó nerviosa la palma de la mano. Con la cabeza baja, murmuró: —Era una vida humana, lo vi con mis propios ojos, no puedo fingir que no pasó nada... Mateo, la vida es realmente tan frágil.—Todo tiene causa y efecto. Si sigues así, tendré que buscarte un psicólogo —dijo Mateo parado firme a poca distancia de ella. Con su altura de un metro ochenta y ocho, su mirada hacia abajo transmitía una completa frialdad e incluso cierta indiferencia.Camila se alarmó demasiado y su voz se quebró: —Mateo, no, no busques un psicólogo. Si haces eso, ¿qué pasará con la película que estoy filmando? ¿Cómo podría un equipo de rodaje querer a una loca? Ya no puedo cantar como antes con la voz que tanto deseo, no quiero perder esta única oportunidad de aparecer en público. Te lo suplico...Camila se arr