EL DESTINO

Capitulo 4

Julián se acerca a Susan y la agarra fuertemente de los brazos

—¡¿Con quién te acostaste?!.

— Contigo — Susan se siente confundida por la actitud de su novio.

Julián furioso levanta la mano para darle un golpe a Susan en el rostro, Mauricio interviene dándole un fuerte empujón.

Julián cae al suelo, Susan lo quiere ayudar pero este de un gruñido la aleja y decide salir de casa aún malherido.

Susan quiere ir tras el, necesita una explicación pero Mauricio la detiene.

—¡Sueltame! No te quiero cerca de mi — Susan se encierra en su habitación.

Mauricio sabe que si la loba se entera de lo que paso, pensara lo peor, creerá que el se aprovechó de la situación.

Julián llega a la casa de Nyle, su amigo, necesita sabe que sucedió.

—¡¿Tu no la tomaste?!— exclama el lobo que aviso al padre de la chica lo que pasó.

— No, otro se me adelantó — Julián le da un golpe a la pared con rabia — Esta embarazada de ese imbécil.

Nyle lo agarra de los brazos

— Es tu oportunidad, nunca te intereso realmente Susan, solo el poder Duperly, da igual quien la tuvo.

Julián asiente con la cabeza, se repite una y otra vez que su propósito debe ser el dinero, pero le afecto más de lo que esperaba que ella fuera de otro.

Regresa a casa, Susan se acerca con los ojos llenos de lágrimas, le pide que recuerde que los dos estuvieron juntos.

— Hablemos, quizás por lo que pasó no recuerdas — Susan toma las manos de Julián pero este le da un empujón

— Me casare contigo, pero quiero que te metas en la cabeza algo, te despreció por tu engaño.

Julián le pide a Mauricio que organice todo para poder formalizar la relación y que la boda se lleve a cabo lo más pronto posible.

Susan llora, no entiende porque Julián la trata de esta manera y niega lo que pasó, cierra los ojos, sus recuerdos aún son confusos.

Recuerda el aroma de aquel sudor, sus besos y caricias, se sentía segura y protegida, si no estuvo esa noche con Julián ¿Quién fue el dueño de su virtud?.

Mauricio se encierra en el estudio, bebé un trago, no sabe cuál es el mejor camino, pero decide guardar el secreto, si Julián sabe que el fue quien tomó a su novia las cosas se pueden complicar.

En la noche Julián llega con Mauricio y Susan a la casa de Alfred Duperly, el lobo los recibo con un par de miembros del concejo.

— Me alegro que pongas la cara, es lo mínimo que esperaba por respeto a nosotros.

Julián pide la mano de Susan, le coloca en el dedo anular un anillo que perteneció a su familia, pero es brusco, ni siquiera la mira a la cara.

Mauricio duda un momento, ve la sonrisa de Susan, ella es feliz al lado de Julián.

— Apruebo el compromiso.

Alfred le entrega varios papeles a Mauricio y Julián.

— Quiero que firmen estos documentos, En ellos ante el Alfa y el concejo quiero declarar que mi hija está desheredada, no le corresponde una sola moneda después de mi muerte.

El padre de la loba se siente decepcionado que solo quiere cortar lazos con su hija, acabar con su amor de padre.

Julián protesta —¡Usted no puede hacer eso! Su única heredera es Susan y está esperando un hijo, su primer nieto.

La cara de los lobos presentes cambia, miran acusando a Susan, ella agacha la mirada avergonzada.

— Larguense de mi casa, la boda será el fin de semana, luego me iré, nada de lo mío será de Susan y de su descendencia bastarda — Alfred sube a su habitación, dejando a su hija desprotegida.

Julián gruñe, acaba de dar su palabra de lobo con el compromiso, cancelarlo o irse acabaría con su reputación, debe casarse con Susan, una loba que se entregó a otro lobo, que espera un hijo sin su sangre y sin dinero.

Al llegar a la mansión, Mauricio se acerca a Julián — Si lo haces por dinero, retrocede, ella no merece el sufrimiento que le espera.

— ¿Estas de su lado? No me extraña, Yo soy mucho para ella y no al contrario, pero cumplire con mi palabra, no te daré el gusto de verme fracasar.

Los días pasan en un abrir y cerrar los ojos.

Mauricio no quiere estar para el día de la boda, finge que tiene unos negocios pendientes.

Le duele, no hay un solo día que ni piense en Susan, no solo en lo mágico que fue tenerla esa noche, si no el lo que le espera, cree que el silencio es lo mejor, pero su corazón se empieza a llenar de amargura.

Susan se despierta, sonríe como una novia radiante, ve el hermoso vestido encima de la cama.

Cree que es un regalo de Julián, en su corazón quiere pensar que volverán a ser los mismos de antes e inclusive está segura que el fue quien la tomo y los golpes borraron ese recuerdo.

Se coloca aquel bello vestido blanco, se prepara para ir al centro de la manada donde el Anciano del concejo la nombrara esposa de Julián Brown, Mauricio cómo Alfa tenía que ser el líder que llevara a cabo el ritual, pero se fue.

Al llegar la gente la mira y susurra, todos saben lo que pasó, su reputación ha caído ante todos.

Su padre no gira su mirada un solo segundo a ella, esto está lejos de ser la boda de sus sueños.

Esperan unos minutos, pero nadie sabe nada de Julián, Alfred ordena a sus guardias ir por el.

Nyle llega corriendo con una carta en sus manos que le entrega a Susan.

Ella nerviosa abre la carta, mientras sus ojos lentamente se nublan por las lágrimas que aparecen.

Sus manos tiemblan haciendo casi tedioso verla abrir la carta.

“ No me puedo casar contigo, yo no te tome esa noche, ese bebé no es mio ¡Jamás seré el padrastro de un bastardo!”

Susan cae de rodillas al suelo destrozada, el anciano del concejo lee la carta y decide enseñarla a los demás miembros.

Los lobos susurran en un círculo privado, Alfred se acerca y en un acto de compasión abraza a su destrozada hija que buscaba la seguridad de su padre.

— Susan Duperly, el concejo ha decidido darte el castigo que se le da a las lobas como tú, serás latigada y desterrada con tu bastardo de la manada.

Nyle se escabulle, no quiere presenciar el castigo del que se siente culpable.

Alfred interviene por su hija, intenta convencer al concejo con dinero de no darle un castigo tan severo.

Sin embargo las lobas de la manada, algunas que veían con envidia a Susan, incitan al concejo a llevar a cabo el castigo.

¡Tiene que ser castigada!, exclaman en unísono exigiendo que las leyes de la manada Newmoon sean para todos.

El concejo puede tomar esta decisión ante la ausencia del Alfa, le pide al verdugo que se haga presente para cumplir con el castigo.

El lobo grande y fuerte, agarra con brusquedad el brazo delgado de Susan y la obliga a caminar hasta el árbol del castigo.

Susan llora, pero no pronuncia una sola palabra para defenderse, mira a la nada en shock por su desgracia.

Algunas lobas tienen la osadía de lanzarle comida del banquete, manchado el vestido blanco que debió significar la felicidad de este día.

Alfred intenta ayudarla pero el concejo se lo impide, le recuerda que de no someterse a las reglas de Newmoon podrían desterrarlo a el también sin importar su poder y dinero.

El verdugo ata las manos de Susan en un árbol, arrodillandola dejando su espalda para poder latigarla.

Con sus fuertes manos, rompe la parte trasera del vestido dejando la delgada y suave espalda de Susan a su merced.

— Susan Duperly, como castigo por romper la ley de adulterio, se te condena a 20 latigazos, después de esto tu y tu hijo se irán de la manada y no podrán decir que tienen sangre Newmoon.

Susan llora, tiene miedo, toma aire para soportar los duros golpes, ella que fue educada como una muñeca de porcelana aprendería de la peor manera lo más duro de la vida.

Escucha aquel sonido de *Crack*, cierra sus ojos esperando sentir el calor del golpe pero no siente nada, gira su cabeza y ve una sombra que se paró tras de ella para Evitar el golpe, suspira pensando que es Julián que regreso, hasta que escucha la voz.

— ¡No la tocarán!— es la voz del Alfa Mauricio que se detuvo enfrente recibiendo el golpe que para un lobo fuerte es soportable.

Agarra de las manos al verdugo, gruñe sacando sus dientes intimidando a ese lobo que es incluso más alto que el Alfa.

Le quita el látigo y lo parte en dos.

— Mi señor, Julián no llego a la boda, dejo una carta donde asegura que su prometida está embarazada de otro lobo, debemos castigarla — el concejo interviene.

—¡Merece ese castigo!— exclama una de las lobas más incitadoras, Meredith, la misma que le tiene envidia a Susan.

— Ella no merece el castigo, su hijo tendrá un padre y su deshonra será borrada.

Mauricio se acerca, desata a Susan, que no entiende porque el Alfa malvado que tanto destesta, le salva la vida.

—¿Julián se casará con ella?— pregunta Alfred que se acerca para ayudarla a levantar a su hija del suelo.

— No, yo me casare con Susan Duperly, ella será la esposa del Alfa y reina de la manada.

Susan abre los ojos

—¡ Tu eres el padrastro de Julian!.

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