Capítulo 85
Fabiola se impacientó y comenzó a tocar frenéticamente el claxon.

Benedicto, sin embargo, permanecía inmóvil.

Fabiola apretó los dientes, se armó de valor y empezó a acercar el coche lentamente.

Benedicto aún no se movía y miraba fijamente cómo Fabiola se acercaba en el coche.

En la noche sin viento, la luz de los faros caía sobre su rostro, delineando aún más claramente sus profundos rasgos.

A la luz de los faros, él vio a Fabiola agarrando firmemente el volante dentro del coche.

El vehículo avanzaba lentamente, aplastando el suelo poco a poco.

Después de lo que pareció un siglo, Fabiola finalmente explotó y pisó el freno con fuerza.

Ella salió disparada del coche: —¿Estás loco? ¿No sabes que si no te apartas alguien podría morir?

Benedicto esbozó una sonrisa burlona y levantó la caja térmica: —¿Esto me lo has traído tú?

—¡No! —Fabiola negó sin pensar.

Benedicto se acercó para tomar la mano de Fabiola.

Esa mañana, al enterarse de que Fabiola iba a cocinar para Cedro, su estado de ánim
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