Capítulo 445
Sin darse cuenta, Fabiola quiso decir que no era necesario, pero al pensar que la otra parte no dejó rastro alguno, y además no se llevó nada, sin saber si regresaría, su corazón se sintió inquieto.

Cuando Benedicto estaba presente, al menos podría garantizar su seguridad.

Ella no era alguien a quien le gustara arriesgar su vida.

Al ver que Fabiola no decía nada, Benedicto comenzó a quitarse los zapatos sin prestar atención: —Hoy es muy tarde, descansa pronto. Mañana haré que alguien organice las cosas.

Fabiola asintió y entró al baño para ducharse.

Cuando terminó, Benedicto ya había ordenado rápidamente el sofá.

Quizás sintiendo la mirada de Fabiola, Benedicto levantó la cabeza y sonrió: —Voy a dormir en el sofá esta noche. No cierres la puerta de tu habitación. Si necesitas algo, grita, y podré entrar de inmediato.

Fabiola miró el sofá y no dijo nada.

El sofá tenía solo metro y medio, y encima había algunas cosas sin empacar.

Con una altura de uno con ochenta o uno con noventa, dormi
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