Capítulo 30
Sin dejarla terminar sus palabras, Benedicto agarró bruscamente a Joana y la arrastró hasta la puerta. Abrió la puerta de golpe y la arrojó afuera sin contemplaciones.

Su mirada estaba gélida, y su aura era fría y escalofriante.

—¡¿Tú crees que eres digna de algo?!

El rostro de Joana palideció al instante.

A poca distancia, Alejandro observaba la escena y sacudía la cabeza con resignación.

Y aún así, no se permitía admitir sus sentimientos por Fabiola.

Parecía ser un caso de terquedad impenitente, pero el tiempo se encargaría de enseñarle una lección inolvidable.

...

Eran las tres de la madrugada y Fabiola no podía conciliar el sueño.

Aquel beso parecía haber dejado una marca, sus labios seguían ardientes.

Con un roce suave, parecía regresar al interior del automóvil, de vuelta a aquel beso apasionado y abrasador.

Sus mejillas ardían sin que se diera cuenta.

Todo su cuerpo se sentía picante e inquieto.

Mientras daba vueltas de un lado a otro en la cama, sin poder conciliar el sueño, de
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