ROSAS

—¿Así que tu jefe y tú tuvisteis algo?— preguntó Martha, con una ceja levantada. Acabo de volver de la cafetería y estoy aquí en su casa para recoger a Avery. Ella y yo estábamos tomando el té en el comedor.

—¿Un rollo? No!— protesté de inmediato. —Es que me parece muy raro.

Martha enarcó una ceja.

—¿Raro? Le gustas, por eso.

Dejé escapar un No saques conclusiones precipitadas, Martha. A lo mejor sólo está siendo amable.

—Y ése es el problema. No es amable. Sólo contigo—. Se cruzó de brazos. —¿Coqueteaste con él?

—No. Fruncí el ceño ante su pregunta. —Soy una mujer con dignidad, Martha. No estoy tan desesperada por flirtear con mi jefe.

—No hay nada malo en flirtear con el jefe—. Se rió, dándome una palmada juguetona en el brazo. —¿Y si le gustas de verdad, sí? Qué romántico—. chilló.

Me reí entre dientes.

—¿Qué hay de romántico en esa situación? Tengo una hija, Martha.

—¿Y qué? Eso es lo que te hace increíble, Elena. Has criado a una gran niña tú sola. Estoy segura de que te admirará
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