Capítulo 86.
Alan.
Seguí el coche a cuatro patas.
No entendía por qué las ovejitas y guardias bebés se quejaban tanto del ejercicio, el subir montañas diariamente, cargar troncos y cazar rendían frutos. Justo como ahora.
Los seguí por al menos cuarenta minutos sin cansarme hasta que se detuvieron en un camino de tierra a mitad de la nada.
O eso creí.
Al acercarme más me di cuenta de que se habían detenido en el camino de entrada a lo que parecía una aldea. Había una reja con cosas punzantes arriba de ellas y lobos aullando que el "auto había regresado". Quizá esta era una manada.
Desconocía las localizaciones y las formas en las que se veían otras manadas. Únicamente había visitado una y se encontraba aún más ruinosa que la mía. Esta no parecía ser así.
Los edificios y casas debieron de haber sido sacados directamente de la parte buena de una ciudad Humana.
Me acerqué todo lo que pude a la entrada y vi cómo abrían las puertas para que el vehículo pudiera entrar al lugar. Las cerraron inmediatame