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Capítulo 4 El número de teléfono
Mirándose en el espejo, Kenzie se mordió los labios antes de dar una vuelta completa. El vestido que Andrew había pedido que trajeran a su habitación encajaba perfectamente con ella.

Era un cómodo vestido color rosa sin hombros y casi abrazaba su figura. Su falda flotante llegaba apenas dos centímetros por encima de sus rodillas. Era sencillo, pero resaltaba su belleza.

Ella estaba dispuesta a ponerse de nuevo su vestido rojo y caminar hasta su propio camarote, pero Andrew insistió en que se pusiera otra cosa. No quería que ella pareciera que había dormido en la habitación de otro hombre… lo que realmente ocurrió.

Excepto que no pasó nada.

Tras llamar a la puerta, ella la abrió y Andrew echó un vistazo antes de preguntarle: “¿Estás lista?”.

Andrew, quien llevaba una simple camiseta blanca que medio abrazaba su musculoso cuerpo, se veía extremadamente guapo. Aunque Kenzie lo había visto cambiarse con esa camiseta, no pudo evitar quejarse: ‘¡¿Cómo puede verse tan guapo con una simple camiseta?!’.

‘Menos mal que yo también soy hermosísima. Simplemente… nos complementamos”, se convenció ella tranquilamente.

Mientras los dos caminaban hacia el otro lado del barco, donde se encontraba la habitación económica de Kenzie, además de varios pisos más abajo, la atención de Andrew estaba puesta en ella. En cuanto a todos los demás que los rodeaban, no podían dejar de mirar a dos hermosas personas que caminaban una al lado de la otra.

La mano de Andrew siempre estaba detrás de la espalda o alrededor de la cintura de Kenzie. Siempre estaba despejándole el camino, lo cual llamó la atención de los transeúntes que les bloqueaban el paso.

Ambos acordaron que les vendría bien una buena tarde de descanso después de su borrachera de la noche anterior y Kenzie no estaba dispuesta a dormir en la cama de Andrew, ni siquiera si él se ofrecía a dormir en el sofá.

Al llegar al camarote de Kenzie, Andrew se despidió: “Bueno, supongo que te veré más tarde esta noche. ¿Cena?”.

Kenzie sonrió alegremente y respondió: “Sí, cenar suena magnífico. ¿invitas tú? Eres el rico aquí”.

Se mordió el labio, pensando: ‘No me estoy aprovechando necesariamente, ¿verdad? El hombre paga la cena. Siempre ha sido así’.

“No hay problema”, respondió él. “Descansa bien… Solo Kenzie”.

Andrew se inclinó hacia delante y besó el costado de la mejilla de Kenzie. Ella se sonrojó y sintió una extraña sensación en el abdomen al sentir los labios del hombre.

Cuando él se apartó, sus miradas se encontraron y quedaron inmóviles durante uno o dos segundos, simplemente con la mirada puesta en el otro.

“Supongo que será mejor que me vaya”, sugirió Andrew en voz baja. Sonrió y añadió: “A no ser que estés dispuesta a tener un concurso de miradas, a lo que estoy absolutamente dispuesto”.

Kenzie, riendo entre dientes, bajó la mirada y respondió: “Sí, necesito dormir un poco. Gracias por acompañarme a mi camarote”.

Mientras la figura alta y sensual de Andrew se retiraba lentamente, Kenzie se sintió algo decepcionada. ¡Entonces se dio cuenta! ¿Cómo iban a reunirse?

“¡Andrew! Espera!”, llamó ella y dio pasos rápidos para alcanzarlo.

‘Espera. Nunca le he ofrecido mi número a un chico, ¡y mucho menos le he pedido el suyo!’, pensó en cómo decirlo casualmente.

Ella frunció los labios y miró hacia los ojos castaños claros de él e inquirió, conteniendo una risita: “¿Alguna vez… te ayudé con esa guía telefónica que estás escribiendo?”.

Andrew se rio, alardeando sus sensuales hoyuelos, y respondió: “Sí, lo hiciste, cariño. Me diste tu número por voluntad propia”.

“¿Lo hice?”, preguntó ella, moviendo sus ojos de izquierda a derecha, sorprendida. “Mmm.., supongo que no lo recuerdo”.

“¡Pero me alegra de que me hayas ayudado con mi manuscrito! Fuiste de gran ayuda”, bromeó el hombre. “Será un éxito en ventas”.

“¡Ja, ja! Lo que sea, Andrew. Supongo que te veré más tarde”, dijo ella, despidiéndose finalmente.

***RECUERDO DE LA NOCHE ANTERIOR***

Andrew no llegaría a nada con su guía telefónica. No, señor. Kenzie no planeaba darle su número en ningún momento, ni siquiera cuando ya se estaba poniendo roja por todas las bebidas que había consumido a las dos de la mañana.

Kenzie no dejaba de balbucear sobre él posiblemente convirtiéndose en otro tipo que podría lastimarla. Recordó que estaba muy dolida por la ruptura que había sufrido y que había hablado de ella en su borrachera.

Sin embargo, eso no era importante. En ese momento, necesitaba conseguir su número.

Aunque estaba seguro de que habían establecido una cierta conexión, siempre cabía la posibilidad de que ella se escondiera de él durante las dos semanas que duraría el crucero después de aquella noche.

Y él no quería eso. Tenía que actuar con rapidez.

En el momento justo, un revuelo comenzó a distraerlos, especialmente a Kenzie, que venía del otro lado del bar.

“Parece una pelea de amantes”, comentó Kenzie, dirigiendo su mirada a otra pareja, entrecerrando los ojos.

“No deberíamos pelearnos nunca”, sugirió ella antes de soltar una ligera risa.

“Nunca”, reconoció Andrew mientras colocaba a propósito su teléfono en la encimera del bar.

El camarero se quedó desconcertado, pero Andrew se limitó a lanzarle una discreta mirada de “Sígueme el juego, amigo” y el tipo no puso ninguna objeción.

Justo cuando se acabó el revuelo, Andrew empezó a buscar en el respaldo de su asiento y a rebuscar en el interior de sus bolsillos. Siseó y eso llamó la atención de Kenzie.

“¿Qué te pasa?”, preguntó Kenzie con el ceño fruncido.

“Erm… no encuentro mi maldito teléfono”, respondió Andrew, poniéndose de pie y mirando al suelo.

Aunque ya estaba un poco borracha, Kenzie ayudó en la búsqueda y miró a los asientos lejanos.

“¿Puedes llamar a mi teléfono por mí, Kenzie? Así sería mucho más fácil”, sugirió Andrew mientras seguía tanteando su ropa en busca de alguna señal de su teléfono. “¿Tienes W******p? Aquí no hay servicio de telefonía móvil, pero puedes conectarte al Wi-Fi del barco”.

“Ah”. Kenzie hizo una ligera pausa, apenas capaz de mantener su postura. “Dios, me siento mareada”.

“Sí, tengo W*******p”. Cuando por fin entendió lo que Andrew le estaba pidiendo, ella le pidió su número y lo marcó descuidadamente. “¡Ups! ¡Ups! Ahí lo tienes. ¡Ja, ja! ¡Sonando!”.

Ambos se giraron al mismo tiempo hacia la izquierda, donde, no muy lejos, el camarero sacudía la cabeza, dándose cuenta de lo que Andrew estaba tramando.

“¡Oh, Dios mío! Podrías haber dicho algo. ¡Estuvo frente a ti todo este tiempo! Estoy bastante segura de que nos viste y nos escuchaste, buscando su teléfono”, le reprochó Kenzie al camarero, y el tipo miró con odio a Andrew.

“Está bien, cariño. No fue de mala intención. El hombre está ocupado. Error mío sobre todo por ponerlo ahí”. Andrew tomó rápidamente su teléfono y le dirigió al camarero una mirada de disculpa. Sabía que tenía que darle una buena propina al muchacho por mantener la boca cerrada.

Ayudó a Kenzie a incorporarse de nuevo en su asiento y volvió a colocar el teléfono en el bolsillo de su chaqueta. Entonces sugirió: “¿Una copa más antes de finalizar la noche? ¿Qué tal una fuerte esta vez?”.

“¿Eh?”, preguntó Kenzie, desconcertada. Apoyó la mejilla en el puño y se apoyó en la barra.

“Dos tragos de vodka”, ordenó Andrew, y le entregó uno a Kenzie.

Claramente ella estaba un poco dudosa, haciendo un puchero con los labios mientras estudiaba la bebida. Se lo tomó de todos modos e hizo una mueca dramática al terminar. A Andrew le quedó claro que ella no tenía tolerancia al alcohol.

“Eso fue desagradable”, comentó la mujer y sacó la lengua antes de pedir agua. “Supongo que… que soy una persona de vino”.

Observó cómo Kenzie se bebía un vaso de agua y luego le preguntó juguetonamente: “Entonces, Kenzie… ¿Qué tal ese número de teléfono? ¿Alguna vez me darás el tuyo?”.

Ella se rio. Su cara estaba roja como un tomate antes de responder: “¡Sigue soñando, amigo! ¡Tendrás que esforzarte más!”.

Con una sonrisa de oreja a oreja, Andrew respondió: “Sabía que dirías eso”.

Por el rabillo del ojo, Andrew vio cómo el camarero ponía los ojos en blanco, pero no le dio importancia. De todos modos, tenía su número. Además, ¿qué posibilidades había de que Kenzie no lo recordara al día siguiente? Él apostaba que no lo haría.

Aun así, era mejor que dejar que Kenzie se le escapara de las manos… por segunda vez.
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