El día del compromiso, el salón de banquetes de la tercera planta del Hyatt, el mayor hotel de la Capital, estaba bellamente decorado con rosas blancas y deslumbrantes luces de cristal que tenían un aspecto extraordinariamente romántico y soñador.

En ese momento, Liang Xinwei, que estaba en el salón de arriba, estaba tan nerviosa que el corazón casi se le sale por la garganta.

“Estás sudando”. Jiang Sese sacó una toalla de papel para limpiarse el sudor de la frente. “No te pongas nerviosa, o se te correrá el maquillaje”.

Liang Xinwei sonrió de mala gana y preguntó: “Hermana Sese, ¿crees que todas las mujeres se ponen nerviosas al casarse?”.

“Por supuesto”. Cuando Jiang Sese escuchó esta pregunta, no pudo evitar reírse: “Una mujer debe estar nerviosa ante un acontecimiento tan único en la vida. Sin embargo, mientras piense en poder estar con la persona que ama para toda la vida, la mayoría de las veces se siente feliz”.

“Pero acabamos de comprometernos y estoy muy ne