Samantha escarba en la tierra de una maceta tratando de despejar su mente que ha quedado algo alterada desde su cena con Sebastián, cuando uno la ve en ese invernadero que se encargó de construir en su departamento puede saber que es porque no ha tenido un buen día. Es como una especie de terapia que ha hallado para no explotar cuando todo parece superarla, como si esas plantas y flores fuesen capaces de absorber toda esa mala energía que la inunda en esos momentos. —Es increíble que a pesar de que la prefiera a ella yo no pueda ser capaz de dejarlo ir, a pesar de que eso es un golpe directo a mi orgullo no soy capaz de hacerlo a un lado —suspira la mujer plantando el limonero que ha comprado, realmente desea poder seguir adelante como si nada, pero simplemente no puede arrancarlo del corazón como si fuera maleza que ha crecido en su maceta.Mordiéndose el labio inferior con impotencia deja por un momento su tarea apoyando las manos a los lados de la maceta con la cabeza gacha, si ha
Sebastián contempla el amplio salón que solían utilizar en el pasado para celebrar los eventos de caridad de su compañía, e incluso en el que su hermano celebró su boda. Así que no puede evitar que los recuerdos asalten su mente, y si bien son recueros gratos, la nostalgia siempre viene acompañando al pasado. Mientras camina por el piso de madera reluciente le parece incluso ver a Leonardo con su elegante esmoquin plateado tomando las manos de Lucía, con esa mirada brillosa y llena de amor.—¡Las mejores fiestas que he organizado han sido en este lugar, así que cuando leí tu propuesta para un nuevo evento no tuve siquiera que pensarlo! —exclama una mujer de largo cabello rubio acercándose al recién llegado con una gran sonrisa en el rostro.—Es un gran alivio para mí que hayas aceptado, sé que las cosas no serían igual sin ti arreglando todo —confiesa Sebastián saludándola con un cariñoso abrazo.—Siempre sabes que decir para quedar bien, sobre todo considerando que me tienes práctica
—Bueno, por alguna razón a la Jefa de Recursos Humanos se le ha ocurrido que debo tener un asistente, a mi parecer no es necesario ya que me las he apañado bien durante todos estos años, pero en fin, no me gustaría dejarte sin trabajo —comenta Sebastián sentando detrás de su escritorio mirando con una mueca de molestia al muchacho que tiene en frente.—Si bien no dudo que podría encargarse de todos por sí mismo, tenga en cuenta que contando conmigo podría ahorrarse el tiempo que dedica a tareas de menos relevancia que podrían ser tranquilamente derivadas a alguien más —plantea Samuel refregándose las manos detrás de la espalda con nerviosismo.—¿Pero por qué relegar a alguien más algo que puedo hacer yo mismo? —sostiene el empresario mirando al muchacho con una ceja arqueada.—Porque el tiempo es lo más valioso que uno posee, y si bien es lo que más infravaloramos, creo que deberíamos estar dispuestos a aceptar cualquier oportunidad de no malgastarlo —responde el muchacho que si bien
—¿Crees que realmente necesitamos la ayuda de Camila? Me refiero a que tú siempre te la has apañado bien para encargarte de esas cosas, tú y Leonardo siempre fueron los de las ideas principales de las decoraciones —consulta Lucía mientras toma un sorbo de vino con la vista en las papas en cubo que está fritando.—Sí, creo que su ayuda en imprescindible, porque aunque Leo y yo éramos los de las ideas, Camila era quien las volvía realidad, y quien era capaz de mejorarlas —sostiene Sebastián batiendo la mezcla de huevos y condimentos sin mirar a su compañera.—¿Es eso o solo la quieres cerca? —pregunta la mujer atreviéndose a mirarlo para determinar si la respuesta que le brindará será la verdad o no.—¿Y esta es una escena de celos? —retruca Sebastián sosteniéndole la mirada con desafío hasta que ella la desvía hacia el sartén.—¿Celos de una decoradora? ¿Acaso piensas en lo que estás diciendo? —replica Lucía esbozando una sonrisa divertida a pesar de que en realidad sí ha sentido una p
—Como podrá ver en el contrato, no solo hemos contemplado las inquietudes que nos había planteado, sino que hemos procurado ofrecer lo mejor de nuestros productos al mejor precio, ya que no solo nos interesa nuestra ganancia, sino también la de nuestros clientes —comunica Antonia sentada a la mesa de un lujoso restaurante frente a su cliente.—Pues sí, puedo ver que te has encargado de dejar todo impecable, debo decir que me habían surgido ciertas dudas cuando comenzamos las negociaciones, pero me parece un trato justo para ambas partes, todos salimos ganando —afirma el empresario de pulcro cabello negro dedicándole una gran sonrisa mientras toma la lapicera para firmar.—Para Kenia Motors la satisfacción del cliente es nuestra prioridad, después de todo depende de ustedes el éxito que nosotros podamos conseguir, es una relación en el que ambos aportamos lo necesario —comenta la muchacha tomando el último sorbo de su copa de vino tinto.—Puedo ver que es así, pero bueno déjame pedir o
Antonia observa con satisfacción los exhaustivos informes que ha realizado sobre los clientes que la compañía cuenta y de los que podrían convertirse en clientes potenciales, desde su visita al nuevo dueño de la compañía se ha dedicado a la realización de esa tarea con el fin de impresionarlo. Se ha decidido a demostrarle lo que vale sea de la manera que sea, y si bien podría llegar a tenerla en menos por su edad, tendrá que reconocerla por su capacidad.—¿Cómo está mi pequeña? —pregunta Samantha entrando en la oficina con una gran sonrisa.—¿Qué haces aquí, mamá? Creí que ibas a seguir apartada de Kenia Motors por un tiempo más —exclama la joven alarmada de verla allí, algo que quizás podría llegar a estorbar en su propósito.—Sí, cariño, pero digamos que solo estoy asegurándome de que las cosas marchen bien, y según veo tú estás haciendo lo mismo —comenta la mujer mirando los informes que su hija ha realizado.—He decidido hacerme notar por Alexander, creo que nos vendría bien logra
—¿Y cómo te fue con Lucía? No parecía muy contenta de verme aquí —pregunta Camila desenvolviendo los paquetes de plumas que ha llevado al salón.—Creo que solo está algo sensible por esto del evento, no puede evitar relacionarlo con mi hermano —responde Sebastián ocupándose de desempaquetar los jarrones color crema para evitar mirarla a los ojos y correr el riesgo de que su me tira sea descubierta.—Es tierno de tu parte que siempre trates de defenderla, pero esa no era la mirada de una mujer asaltada por el melancólico pasado, era la de una fiera al ver que alguien quiere poner sus manos sobre algo que considera de su propiedad —replica la decoradora con una sonrisa divertida en los labios al recordar su pequeño enfrentamiento con ella.—No estoy intentando defenderla, Lucía es una mujer algo difícil, y eso significa que llega a relacionarse con pocas personas, a las cuales por alguna razón le nace el instinto de querer proteger incluso cuando no lo necesitan —aclara el empresario q
Samantha pone su mejor sonrisa al divisar a su amiga en el club campestre, si bien con el paso del tiempo ese club y sus miembros le ha llegado a parecer una especie de nido de víboras, venenosas y peligrosas. Pero para tratar con las ratas debes usar veneno, así que Daina Jurio, la locutora estrella de las mañanas es la que cuenta no solo con esa mortalidad, sino con el alcance para lograr cumplir con el objetivo que se ha propuesto.—¡Oh, pero que gran sorpresa, ya comenzaba a preocuparme de no verte por aquí! —exclama Daina extendiendo sus brazos hacia Samantha para saludarla con un beso en cada mejilla.—Ya sabes como son los negocios, llevan tiempo, mucho más del que una quisiera tener que dedicarles —responde la empresaria encogiéndose de hombros.—Que bueno que ahora ya dejas todo eso de lado, ya quisiera yo poder retirarme y poder disfrutar de pasar todas mis tardes bebiendo margaritas mientras observo a esos apuestos jugadores de polo. Espero poder averiguar que tan buenos ji