—Bueno, por alguna razón a la Jefa de Recursos Humanos se le ha ocurrido que debo tener un asistente, a mi parecer no es necesario ya que me las he apañado bien durante todos estos años, pero en fin, no me gustaría dejarte sin trabajo —comenta Sebastián sentando detrás de su escritorio mirando con una mueca de molestia al muchacho que tiene en frente.
—Si bien no dudo que podría encargarse de todos por sí mismo, tenga en cuenta que contando conmigo podría ahorrarse el tiempo que dedica a tareas de menos relevancia que podrían ser tranquilamente derivadas a alguien más —plantea Samuel refregándose las manos detrás de la espalda con nerviosismo.—¿Pero por qué relegar a alguien más algo que puedo hacer yo mismo? —sostiene el empresario mirando al muchacho con una ceja arqueada.—Porque el tiempo es lo más valioso que uno posee, y si bien es lo que más infravaloramos, creo que deberíamos estar dispuestos a aceptar cualquier oportunidad de no malgasta—¿Crees que realmente necesitamos la ayuda de Camila? Me refiero a que tú siempre te la has apañado bien para encargarte de esas cosas, tú y Leonardo siempre fueron los de las ideas principales de las decoraciones —consulta Lucía mientras toma un sorbo de vino con la vista en las papas en cubo que está fritando. —Sí, creo que su ayuda en imprescindible, porque aunque Leo y yo éramos los de las ideas, Camila era quien las volvía realidad, y quien era capaz de mejorarlas —sostiene Sebastián batiendo la mezcla de huevos y condimentos sin mirar a su compañera. —¿Es eso o solo la quieres cerca? —pregunta la mujer atreviéndose a mirarlo para determinar si la respuesta que le brindará será la verdad o no. —¿Y esta es una escena de celos? —retruca Sebastián sosteniéndole la mirada con desafío hasta que ella la desvía hacia el sartén. —¿Celos de una decoradora? ¿Acaso piensas en lo que estás diciendo? —replica Lucía esbozando una sonrisa divert
—Como podrá ver en el contrato, no solo hemos contemplado las inquietudes que nos había planteado, sino que hemos procurado ofrecer lo mejor de nuestros productos al mejor precio, ya que no solo nos interesa nuestra ganancia, sino también la de nuestros clientes —comunica Antonia sentada a la mesa de un lujoso restaurante frente a su cliente. —Pues sí, puedo ver que te has encargado de dejar todo impecable, debo decir que me habían surgido ciertas dudas cuando comenzamos las negociaciones, pero me parece un trato justo para ambas partes, todos salimos ganando —afirma el empresario de pulcro cabello negro dedicándole una gran sonrisa mientras toma la lapicera para firmar. —Para Kenia Motors la satisfacción del cliente es nuestra prioridad, después de todo depende de ustedes el éxito que nosotros podamos conseguir, es una relación en el que ambos aportamos lo necesario —comenta la muchacha tomando el último sorbo de su copa de vino tinto. —Puedo ver
Antonia observa con satisfacción los exhaustivos informes que ha realizado sobre los clientes que la compañía cuenta y de los que podrían convertirse en clientes potenciales, desde su visita al nuevo dueño de la compañía se ha dedicado a la realización de esa tarea con el fin de impresionarlo. Se ha decidido a demostrarle lo que vale sea de la manera que sea, y si bien podría llegar a tenerla en menos por su edad, tendrá que reconocerla por su capacidad. —¿Cómo está mi pequeña? —pregunta Samantha entrando en la oficina con una gran sonrisa. —¿Qué haces aquí, mamá? Creí que ibas a seguir apartada de Kenia Motors por un tiempo más —exclama la joven alarmada de verla allí, algo que quizás podría llegar a estorbar en su propósito. —Sí, cariño, pero digamos que solo estoy asegurándome de que las cosas marchen bien, y según veo tú estás haciendo lo mismo —comenta la mujer mirando los informes que su hija ha realizado. —He decidido hacerme no
—¿Y cómo te fue con Lucía? No parecía muy contenta de verme aquí —pregunta Camila desenvolviendo los paquetes de plumas que ha llevado al salón. —Creo que ella solo está algo sensible por todo esto del evento, no puede evitar relacionarlo con mi hermano —responde Sebastián ocupándose de desempaquetar los jarrones color crema para evitar mirarla a los ojos y correr el riesgo de que su me tira sea descubierta. —Es tierno de tu parte que siempre trates de defenderla, pero esa no era la mirada de una mujer asaltada por el melancólico pasado, era la de una fiera al ver que alguien quiere poner sus manos sobre algo que considera de su propiedad —replica la decoradora con una sonrisa divertida en los labios al recordar su pequeño enfrentamiento con ella. —No estoy intentando defenderla, Lucía es una mujer algo difícil, y eso significa que llega a relacionarse con pocas personas, a las cuales por alguna razón le nace el instinto de querer proteger i
Samantha pone su mejor sonrisa al divisar a su amiga en el club campestre, si bien con el paso del tiempo ese club y sus miembros le ha llegado a parecer una especie de nido de víboras, venenosas y peligrosas. Pero para tratar con las ratas debes usar veneno, así que Daina Jurio, la locutora estrella de las mañanas es la que cuenta no solo con esa mortalidad, sino con el alcance para lograr cumplir con el objetivo que se ha propuesto.—¡Oh, pero que gran sorpresa, ya comenzaba a preocuparme de no verte por aquí! —exclama Daina extendiendo sus brazos hacia Samantha para saludarla con un beso en cada mejilla.—Ya sabes como son los negocios, llevan mucho tiempo, mucho más del que una quisiera tener que dedicarles —responde la empresaria encogiéndose de hombros.—Que bueno que ahora ya dejas todo eso de lado, ya quisiera yo poder retirarme y poder disfrutar de pasar toda
—La verdad que esa ducha ha estado increíble —murmura Antonia apareciendo en la cocina en donde Alexander al verla pone la expresión que podría hacer pensar que acaba de ver un fantasma.—M-me alegra m-mucho, todo resulta mejor después de una buena ducha —responde el empresario apresurándose a apartar la mirada de la muchacha parada frente vestida con solo una de sus camisas que le llega a cubrir apenas unos dedos por debajo del muslo.—Sin ninguna duda, aunque no puedo evitar pensar que estoy abusando de tu hospitalidad. Probablemente lo único que aun me tiene dentro de la compañía es que soy la hija de la antigua dueña —murmura la muchacha sentándose en uno de los taburetes de la cocina lamentando que la barra no permita dejar a la vista la camisa que se le sube un poco más.—No, estás en la Compañía porq
Cenando sola en una de las mesas del restaurante Saint Pierre, Lucía observa a través de la ventana la lluvia cayendo con violencia sobre la calle y los numerosos coches, lo cual solo parece aumentar la melancolía que siente de encontrarse en ese lugar. De hecho ni siquiera está segura del motivo por el que decidió ir a ese lugar, aunque sospecha que puede tratarse de un intento de buscar algo de contención en un lugar asociado con Leonardo. Sobre todo después de la pelea que ha tenido con Sebastián, apenas él cruzó la puerta ella se arrepintió de cada palabra que dijo, pero ya era demasiado tarde para intentar arreglarlo. —He sido una tonta, creyendo que movía las piezas de todo lo que me rodeaba a mi antojo, y sin embargo he descuidado por completo a la persona más valiosa que poseo —murmura la empresaria meneando la cabeza con decepción. Pero lo cierto es que en medio del planteamiento que Sebastián le hizo solo le quedaba una opción para arreglar las cosa
—Y como ya se los había anunciado, parece que el romance entre la empresaria Lucía Lemos y su contraparte Alexander Carrizo sigue consolidándose, ya que los ha visto saliendo anoche juntos del restaurante Saint Pierre —anuncia Daiana en su programa de radio con la satisfacción de seguir regodeándose de haber sido la primera de hablar sobre esa pareja. —¿Y qué crees que signifique que esta vez se hayan dejado ver? ¿Acaso estarán intentando hacerlo publico? —pregunta el interlocutor con una nota interrogante en su tono de voz. —Supongo que es una posibilidad, después de todo gracias a su servidora lo suyo ya no es un secreto, así que considero que no tiene sentido seguir ocultándolo —plantea la locutora con el pecho hinchado de autocomplacencia. —Por supuesto, a la voz de las mañana no se le pasa nada por alto, ni siquiera cuando intentan esconderse en un restaurante super exclusivo, aún hay quienes nos preguntamos cómo hiciste para conseguir esa in