Lucía mira con ansiedad el reloj de pared de la cafetería en la que ha decidido ir personalmente en busca de un cappuccino, una decisión que comienza a lamentar al ver que aun tiene a cinco persona por delante. Y ciertamente la paciencia no suele ser su mejor virtud, sobre todo cuando se tarta de hacer una fila.
—Disculpe, ¿Puedo pedirle un favor? —pregunta una mujer que carga a su beba detrás de la empresaria.—Sí, mientras esté a mi alcance —responde Lucía preguntándose de qué puede tratarse.—¿Le molestaría cargar a mi pequeña un minuto? Es que se me ha perdido la tarjeta entre el lio que tengo en el bolso —pide la joven mujer algo avergonzada por tener que molestarla.—Oh, claro, no hay problema —se apresura a responder la empresaria tomando con suma suavidad a la pequeña bebé—Ya le he enviado todos los informes, señor. ¿Necesita algo más? —pregunta Bárbara parada en el umbral de la puerta de la oficina.—No, gracias, con esto tengo lo que necesitaba —responde Sebastián ojeando los archivos en la computadora.—¿Está buscando algo en especial? —pregunta la secretaria queriendo serle útil en alguna otra cosa.—No, solo quiero hacer una especie de auditoria para determinar nuestro crecimiento y ver la mejor manera de enfrentar a Kenia Motors en su nueva etapa —responde el empresario que quiere estar preparado para que ese tal Alexander no tenga ninguna ventaja sobre ellos.—Le he traído los informes de los últimos cuatro años, son en los que la compañía ha tenido su mayor crecimiento, y de hecho el tiempo que lleva nuestra relación con el señor Yoshi
Antonia observa con satisfacción los exhaustivos informes que ha realizado sobre los clientes que la compañía cuenta y de los que podrían convertirse en clientes potenciales, desde su visita al nuevo dueño de la compañía se ha dedicado a la realización de esa tarea con el fin de impresionarlo. Se ha decidido a demostrarle lo que vale sea de la manera que sea, y si bien podría llegar a tenerla en menos por su edad, tendrá que reconocerla por su capacidad.—¿Cómo está mi pequeña? —pregunta Samantha entrando en la oficina con una gran sonrisa.—¿Qué haces aquí, mamá? Creí que ibas a seguir apartada de Kenia Motors por un tiempo más —exclama la joven alarmada de verla allí, algo que quizás podría llegar a estorbar en su propósito.—Sí, cariñ
Lucía se encuentra una vez más viendo el video de la conferencia que dio Alexander, ni siquiera está segura de la razón por la cual se ve en la necesidad de verlo una y otra vez, a tal punto que la voz de él le comienza a parecer un sonido agradable. De hecho hasta puede recordar esos fugaces momentos en Bariloche junto a él en los que se sintió a gusto, en la que resultó una compañía reconfortante, aunque quizás no tanto como la compañía de Sebastián, su cuñado siempre le ha resultado como una especie de columna en la que puede sostenerse, alguien a quien la sola idea de perderlo podría ser quizás lo único capaz de derrumbarla.—Me estoy comportando como una idiota que no sabe lo que quiere —murmura la mujer tomando una manzana de la canasta de frutas que tiene sobre la mesada y dándole un mordisco como si quisiese desquitarse
Samantha permanece parada frente a la puerta del apartamento de Sebastián intentando juntar el valor para tocar el timbre, ese día al saber que su ex comenzó a indagar sobre su presunta inocencia en el episodio que causó su ruptura, sintió que aun le queda esperanza, que existe una posibilidad de poder recuperar a su pareja. Siendo sincera debe admitir que en un primer momento su coqueteo con él fue con el objetivo de poder conseguir alguna especie de ventaja sobre su competencia, pero con el paso del tiempo, y a medida que más compartía con él se fue enamorando hasta el punto que desde su separación siente como si una parte de ella le hubiese sido extirpada. —Este mundo no es para los cobardes —susurra la mujer soltando un largo suspiro y presionando el timbre tratando de asegurarse de que su rostro no refleje el nerviosismo que siente. —¿Samantha? ¿Qué haces aquí? —interroga Sebastián sorprendido al abrir la puerta y verla apoyada en el umbral con una gran
—¿Así que soy la primera privilegiada en venir a este lugar? ¿Debo creerlo realmente? —cuestiona Lucía con una sonrisa divertida en los labios. —Aunque creerme queda a tu criterio, puedo asegurarte que digo la verdad, y de hecho me alegra haber esperado, porque creo que nadie podría verse tan radiante como tú a tal punto de lograr opacar este lugar —afirma Alexander que si bien se ha puesto en modo de galán lo dice con total franqueza. —Ya basta de tantos halagos por favor, ya que lo único que lograrás con eso será hacerme pensar que he desperdiciado mi noche, sueles agradarme más cuando puedo mantener una conversación seria contigo —señala la empresaria para dejar en claro que ese jueguito no le servirá con ella. —Usualmente en este tipo de salidas la seriedad es lo que menos me gusta invocar, sobre todo porque tengo suficiente de ella en el trabajo. Pero esta noche está dedicada exclusivamente a agasajarte así que cederé a tu deseo, por cierto t
—He visto que no incluiste a Yoshimoto en la lista de clientes potenciales que formulaste, quisiera conocer la razón —plantea Alexander a su empleada entrelazando los dedos de su mano sobre el escritorio. —Aunque Yoshimoto resulta un cliente atractivo lleva años de relación beneficiosa con Lucía, una que se basa en la lealtad y confianza, cosas que él no estaría dispuesto a traicionar solo por ganar apenas unos dólares más —responde Antonia que siempre ha seguido de cerca cada una de las negociaciones que el cliente asiático ha hecho. —Yo le ofrecí un trato, fue mi primera jugada para llamar la atención de nuestra querida competencia, y la verdad es que sonó muy interesado al respecto —sostiene el empresario cuestionando la postura de la muchacha. —Tan interesado que sigue haciendo negocios con Lucía, la única manera de atraerlo hacia nuestro lado sería llevándose una gran decepción por parte de ellos. Un pedido defectuoso, una gran falta a la mor
Samantha escarba en la tierra de una maceta tratando de despejar su mente que ha quedado algo alterada desde su cena con Sebastián, cuando uno la ve en ese invernadero que se encargó de construir en su departamento puede saber que es porque no ha tenido un buen día. Es como una especie de terapia que ha hallado para no explotar cuando todo parece superarla, como si esas plantas y flores fuesen capaces de absorber toda esa mala energía que la inunda en esos momentos. —Es increíble que a pesar de que la prefiera a ella yo no pueda ser capaz de dejarlo ir, a pesar de que eso es un golpe directo a mi orgullo no soy capaz de hacerlo a un lado —suspira la mujer plantando el limonero que ha comprado, realmente desea poder seguir adelante como si nada, pero simplemente no puede arrancarlo del corazón como si fuera maleza que ha crecido en su maceta. Mordiéndose el labio inferior con impotencia deja por un momento su tarea apoyando las manos a los lados de la ma
Sebastián contempla el amplio salón que solían utilizar en el pasado para celebrar los eventos de caridad de su compañía, e incluso en el que su hermano celebró su boda. Así que no puede evitar que los recuerdos asalten su mente, y si bien son recueros gratos, la nostalgia siempre viene acompañando al pasado. Mientras camina por el piso de madera reluciente le parece incluso ver a Leonardo con su elegante esmoquin plateado tomando las manos de Lucía, con esa mirada brillosa y llena de amor. —¡Las mejores fiestas que he organizado han sido en este lugar, así que cuando leí tu propuesta para un nuevo evento no tuve siquiera que pensarlo! —exclama una mujer de largo cabello rubio acercándose al recién llegado con una gran sonrisa en el rostro. —Es un gran alivio para mí que hayas aceptado, sé que las cosas no serían igual sin ti arreglando todo —confiesa Sebastián saludándola con un cariñoso abrazo. —Siempre sabes que decir para quedar bien, sobre to