RESPIRACIONES AGUDAS

La puerta se abrió haciendo que los dos se volvieran para ver quién era. —Ishad agher, ladies — saludó Rhazel con una horrible pronunciación kilskiana mientras se inclinaba ante ambas chicas.

—Bonita pronunciación, Rhaz — se rió Leevanna desde la cama de Lhu, que se secaba las lágrimas. Había recibido una carta en la que se le informaba de que uno de sus familiares había muerto en el campo de batalla hacía una semana. Leevanna no sabía exactamente cómo calmarla, nunca había estado en esa situación, nunca había tenido una familia en la que realmente pudiera confiar en que sus muertes la lastimarían, así que solo había dejado que Lhu llorara y hablara hasta que lo dejara salir.

—Lo sé, cariño — guiñó un ojo juguetón ya sentado en un sillón con las manos detrás de la cabeza y el tobillo derecho sobre la rodilla izquierda. —¿Estás llorando porque mataste a alguien y no sabes cómo esconder el cadáver?

Lhu se rió más fuerte por la ironía de sus palabras y levantó la vista antes de negar con
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