Mi polla suelta pálpitos agobiantes, los testículos me pesan y el glande me arde. Las piernas le tiemblan e intenta apartase, levanta el culo que rebota en mi cara y trazo círculos que la derriten más, se desespera, las sensaciones la están destruyendo, devastando, pero no la dejo, le sujeto de las caderas follandome su coño con la lengua que entra, penetra y recorre sus paredes los cuales se contraen con infernales convulsiones internas previos al chorro que suelta y abro la boca tanto como puedo, paso por mi garganta sin desperdiciar una gota de la bebida reservada para los dioses, solo para el rey, exclusiva para el hombre lobo.

—Oh Dios mio—siempre queda así—morí.

—No, pero vas agonizar más adelante.

—Se escucha bien.

—Apenas estamos empezando Galenka—la volteo y tiene lágrimas en los ojos—esto es a muerte.

—Extrañaba esto—me dice.

—Y yo te extrañaba a ti.

Me bajo de la cama mientras ni siquiera es capaz de cerrar las piernas, me quito el pantalón con bóxer incluidos, liberando el