Connor retrocedió, alegrándose en el fondo de tener a Sam en los brazos, porque así al menos no podía darse el lujo de desmayarse.
La expresión de Malía estaba llena de una certeza mezclada con decepción que le atenazó el alma en un segundo, como si ella estuviera segura de que tarde o temprano él iba a decirle aquello.
—Dilo —insistió Malía—. Di que te vas, que dejas toda la investigación tirada y que te largas.
—¡No voy a dejarla tirada! Jackson puede venir y…
—Claro, deja que otro arregle tus problemas, ¡siempre es más fácil! —siseó Malía.
—Oye, créeme que no estoy feliz por irme, pero tu hermana tiene razón. ¡Puedo ponerte en peligro por esto! —replicó Connor.
—¿Y tú me has escuchado quejarme? —bufó Mal
Alejandro Gaitán era casi de su tamaño, de cabello castaño oscuro y piel morena. Ese día había cambiado el acostumbrado traje por una chaqueta de cuero, y parecía muy dispuesto a perder la diplomacia que lo había caracterizado hasta ese momento.—Te preguntaría por qué demonios un abogado como tú frecuenta tanto este maldito museo —gruñó sin siquiera saludarlo—, pero los dos sabemos muy bien a qué vienes. ¿O no?Connor lo miró de arriba abajo y luego se metió las manos en los bolsillos. Había conocido a muchos hombres como él durante su carrera. Hombres que creían que podían tener más de una vida, hasta que descubrían que la única que realmente valía la pena (y la que menos solían valorar) era amenazada.—¿Me lo estás diciendo, me lo estás pregun
Connor la vio apretarse los brazos con un gesto de incomodidad, pero no soportaba que se quedara callada.—Malía… ¡respóndeme!—No creo que sea el momento ni el lugar para tener esta conversación —dijo ella con seriedad y él asintió.—Tienes toda la razón. ¡Vamos!La tomó de la mano y la arrastró hacia la salida.—Espera… ¿qué…?—¿Dónde está Sam? —preguntó él deteniéndose de repente y Malía abrió mucho los ojos tratando de soltarse de su agarre—. Solo quiero saber que está bien cuidado.—¡Por supuesto que está bien cuidado! Está con Talía…—¡Perfecto, entonces vamos!—¡Yo no voy a ir contigo a ningún lado…!Connor se giró
Connor se permitió mirarla por un instante. Tenía los ojos cerrados y parecía cansada, como si el peso de toda la responsabilidad que tenía hubiera conseguido por fin agotarla. Se veía hermosa así, incluso parecía más joven, más inocente… Sintió una extraña electricidad recorriendo su cuerpo, y cedió a la tentación de acariciar su rostro. Tenía las mejillas suaves y la piel delicada, una naricita pequeña y una boca…No encontró la palabra. En el mismo segundo en que sus dedos le rozaron los labios, Malía abrió los ojos. Se quedó mirándolo por un segundo y Connor sintió como si todas las cosas malas del mundo de repente se pudieran olvidar solo porque ella estaba allí.Sabía que no debía hacerlo, pero últimamente había demasiadas cosas que no podía evitar, y las puntas d
Connor se dijo que las reglas serían claras:Primero: No involucraría a Malía en nada que tuviera que ver con sus investigaciones, solo le encargaría las traducciones imprescindibles.Y segundo: Se aseguraría de estar cerca para protegerla y ayudarla, pero no demasiado cerca como para caer en la tentación.Así que ya sabía cuál era la elección más lógica.Mandó a Malía escaleras arriba a arreglarse mientras él se quedaba con Sam y media hora después salían de la casa.—¿Me quieres decir a dónde vamos? —insistió Malía con curiosidad mientras conducían por la ciudad.—Shshshshs. Sam está durmiendo.—Sam no se va a despertar porque su madre hable. ¿A dónde vamos?—OK, te voy a decir pero no pongas el grito en el cielo, te juro qu
Era una pregunta tan sencilla que Connor se puso rojo hasta la raíz del cabello.—Connor… ¿estás desnudo…?—¿Y tú qué haces en mi maldito departamento? ¡Me estaba bañando! —se defendió él, pero Malía no parecía molesta, solo aturdida.—¿Te estabas bañando en la cocina?—No, claro que no, solo vine por un trago… ¿por qué no llamaste a la puerta?—No me respondiste —Malía hizo un puchero.—¡Pues por los putos audífonos…! No escuché nada y tampoco te vi… ¿Y por qué viniste? —preguntó arrugando el ceño.—Sí se quedó algo en la mudanza… mis platos. Pensé que podíamos comer aquí… me estoy muriendo del hambre…—Yo tam
Malía había tenido razón, aunque no precisamente de la forma en que ella esperaba. Siempre había un precedente, ese primer intento para ver si algo funcionaba o fallaba, y eso precisamente había sido el caso de Felipe Ruiz.Connor lo había llamado en el mismo momento en que se había dado cuenta de que su caso era anterior a la muerte de la madre de Baby, y en especial, que las fechas del juicio coincidían con el primer viaje de Vanderville a España.—Déjame ver si entiendo esto —dijo Jackson por el altavoz del teléfono. Frente al aparato, desvelados a las dos de la madrugada, estaban Connor y Felipe—. La mamá de Felipe falleció en marzo, pocas semanas antes de que Vanderville conociera a INVERTIA. ¿Es así?—Exacto. Y no fue un accidente —le explicó Connor—. La señora Ruiz ya estaba enferma, falleció de
Todo el aire, absolutamente todo el aire respirable de aquella habitación desapareció cuando Connor vio a Malía abrir los ojos. Se miraron por un instante que pareció infinito y el único movimiento que se hizo fue el de la mano pequeña de la muchacha anclándose en la nuca de Connor para acercarlo a ella.Se levantó sobre uno de sus codos y alcanzó su boca con decisión. Lo sintió tensarse, respirar pesadamente y aceptar sus labios. Malía encontró su lengua y jugueteó con ella. Extrañaba aquella sensación, las cosquillas en el vientre y la forma en que su piel se erizaba solo de imaginarlo. La boca de Connor era suave y posesiva, y su lengua era inquieta y dulce.—No… lo siento… no puedo hacer esto… —murmuró él, separándose de sus labios, aunque no era difícil ver cuánto le costaba.&mda
Connor vio el ligero temblor en los labios de Malía mientras abría mucho los ojos y lo miraba como si se hubiera vuelto loco de verdad.—Digo… si las monjitas ven a «mamá y papá» no harán muchas preguntas más, ¿verdad? No hay razón para que no podamos fingir por un rato.Malía se mordió el labio inferior y tragó en seco, sin mirarlo.—Sí, tienes razón… podemos fingir un rato —accedió mientras intentaba arrancar la tristeza de su rostro—. Me parece bien. Te lo agradezco.Connor no comprendió muy bien la expresión que tenía Malía, pero definitivamente no creía haberla hecho tan feliz como esperaba.La actitud de Malía hacia él era un poco distante últimamente, pero no podía culparla, después de todo estaba mandándole señal