Connor miró alrededor, al pequeño y acogedor departamento que había rentado hacía dos días. Jamás había estado en un lugar tan chico, ni siquiera cuando era estudiante. Se sentía algo así como una casa de muñecas, en especial para un hombre de su tamaño, pero sin dudas era ideal para pasar desapercibido.
Tenía un espacio abierto donde se dividían una sala, la cocinita, el comedor y algo que se parecía a un área de descanso con una terraza. Solo había dos habitaciones, Connor usaba una para dormir, y en la otra había puesto un escritorio con todo el trabajo que se llevaba a casa, había instalado una caja fuerte en uno de los closets y lo más importante lo guardaba ahí.
La oficina la usaría solo para hablar con gente relacionada al caso, y para ponérselo difícil al que llegara, la había saturado de documen
Malía abrazó a Sam y se tranquilizó cuando lo sintió calmarse un poco.—¿Por qué no le damos un baño tibio? —le sugirió Connor—. Eso seguro hará que se sienta mejor.La muchacha asintió.—Sí, lo sé… me cansé de leer libros de bebés durante mi embarazo es solo que… —Puso los ojos en blanco.—¿Cuando el bebé realmente llora, te olvidas de todo lo que aprendiste? —sonrió Connor.—Sí, más o menos así —admitió ella—. Vamos a bañarlo entonces.Connor la siguió escaleras arriba, hasta la habitación de Sam, mientras una sensación extraña recorría su cuerpo.—¿Puedes sostenerlo por un momento? En lo que le preparo el baño —le preguntó Malía y Con
Decir que Connor no había descansado aquel día era poco. Salió de aquella casa con una mala sensación hormigueándole en las puntas de los dedos, y pasó el resto del día preocupado. Ni siquiera la noche de insomnio lograron hacerlo dormir.No sabía absolutamente nada de Alejandro Gaitán, pero sí sabía que el hombre lo conocía, y que quería a su mujer lo más lejos posible de él. Connor intentó ponerse en sus zapatos, después de todo si un hombre extraño hubiera estado rondando a su mujer y a su hijo, a él tampoco le hubiera gustado para nada.Pero por desgracia entenderlo era una cosa y remediarlo era otra muy diferente. No podía simplemente alejarse de Malía, era algo con lo que batallaba diariamente. Sabía que lo más sensato era alejarse de ella, pero parecía que en lugar de obedecer a su instinto, sus p
—¡Maldición! —Connor solo gruñó con frustración, pero hubiera podido gritarlo y aún así nadie lo hubiera escuchado por el ruido tan fuerte que había en aquel antro.El abogado quería creer que solo era un espejismo, que el hombre que estaba allí, besándose con una pelirroja como si el mundo estuviera a punto de acabarse, no era Alejandro Gaitán. Pero por desgracia su vista era perfecta y era precisamente Alejandro Gaitán quien estaba sentado en aquel reservado con una chica que definitivamente no era su esposa.A Connor le hirvió la sangre en las venas. Estaba lejos de ser un moralista, pero ¡diablos!, su esposa estaba en casa, su hijo había pasado enfermo toda la noche anterior. ¿Cómo podía haberlos dejado solos? ¿Y si Sam se enfermaba de nuevo? ¿Y si Malía necesitaba llevarlo al hospital.No pudo ev
Connor retrocedió, alegrándose en el fondo de tener a Sam en los brazos, porque así al menos no podía darse el lujo de desmayarse.La expresión de Malía estaba llena de una certeza mezclada con decepción que le atenazó el alma en un segundo, como si ella estuviera segura de que tarde o temprano él iba a decirle aquello.—Dilo —insistió Malía—. Di que te vas, que dejas toda la investigación tirada y que te largas.—¡No voy a dejarla tirada! Jackson puede venir y…—Claro, deja que otro arregle tus problemas, ¡siempre es más fácil! —siseó Malía.—Oye, créeme que no estoy feliz por irme, pero tu hermana tiene razón. ¡Puedo ponerte en peligro por esto! —replicó Connor.—¿Y tú me has escuchado quejarme? —bufó Mal
Alejandro Gaitán era casi de su tamaño, de cabello castaño oscuro y piel morena. Ese día había cambiado el acostumbrado traje por una chaqueta de cuero, y parecía muy dispuesto a perder la diplomacia que lo había caracterizado hasta ese momento.—Te preguntaría por qué demonios un abogado como tú frecuenta tanto este maldito museo —gruñó sin siquiera saludarlo—, pero los dos sabemos muy bien a qué vienes. ¿O no?Connor lo miró de arriba abajo y luego se metió las manos en los bolsillos. Había conocido a muchos hombres como él durante su carrera. Hombres que creían que podían tener más de una vida, hasta que descubrían que la única que realmente valía la pena (y la que menos solían valorar) era amenazada.—¿Me lo estás diciendo, me lo estás pregun
Connor la vio apretarse los brazos con un gesto de incomodidad, pero no soportaba que se quedara callada.—Malía… ¡respóndeme!—No creo que sea el momento ni el lugar para tener esta conversación —dijo ella con seriedad y él asintió.—Tienes toda la razón. ¡Vamos!La tomó de la mano y la arrastró hacia la salida.—Espera… ¿qué…?—¿Dónde está Sam? —preguntó él deteniéndose de repente y Malía abrió mucho los ojos tratando de soltarse de su agarre—. Solo quiero saber que está bien cuidado.—¡Por supuesto que está bien cuidado! Está con Talía…—¡Perfecto, entonces vamos!—¡Yo no voy a ir contigo a ningún lado…!Connor se giró
Connor se permitió mirarla por un instante. Tenía los ojos cerrados y parecía cansada, como si el peso de toda la responsabilidad que tenía hubiera conseguido por fin agotarla. Se veía hermosa así, incluso parecía más joven, más inocente… Sintió una extraña electricidad recorriendo su cuerpo, y cedió a la tentación de acariciar su rostro. Tenía las mejillas suaves y la piel delicada, una naricita pequeña y una boca…No encontró la palabra. En el mismo segundo en que sus dedos le rozaron los labios, Malía abrió los ojos. Se quedó mirándolo por un segundo y Connor sintió como si todas las cosas malas del mundo de repente se pudieran olvidar solo porque ella estaba allí.Sabía que no debía hacerlo, pero últimamente había demasiadas cosas que no podía evitar, y las puntas d
Connor se dijo que las reglas serían claras:Primero: No involucraría a Malía en nada que tuviera que ver con sus investigaciones, solo le encargaría las traducciones imprescindibles.Y segundo: Se aseguraría de estar cerca para protegerla y ayudarla, pero no demasiado cerca como para caer en la tentación.Así que ya sabía cuál era la elección más lógica.Mandó a Malía escaleras arriba a arreglarse mientras él se quedaba con Sam y media hora después salían de la casa.—¿Me quieres decir a dónde vamos? —insistió Malía con curiosidad mientras conducían por la ciudad.—Shshshshs. Sam está durmiendo.—Sam no se va a despertar porque su madre hable. ¿A dónde vamos?—OK, te voy a decir pero no pongas el grito en el cielo, te juro qu