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Capítulo 1(Editado)

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                                                   🅝🅐🅡🅡🅐 🅒̲🅛🅐🅤🅓🅘🅐

Mi vida nunca fue normal. No digo que fuera una mierda, pero una familia funcional nunca fuimos. No me he presentado aún. Me llamo Claudia Maldini y soy la única hija—gracias al cielo— de un matrimonio disfuncional. Mi padre, Andrea Maldini emigró de Italia cerca del año 1950.

Conoció a mi madre en una calle de la ciudad de Alajuela allá en Costa Rica y dijo que fue flechazo inmediato. Según empecé a averiguar ya de adulta, mi padre se instaló como el nuevo proveedor de drogas local. Una época dónde aquello era para pocos y nadie hablaba de ello.

Desde que tengo memoria las cosas fueron difíciles, y mucho. Y cuando uno tiene ocho o nueve años, aquello impresiona. Siempre peleaban, llegaban a la violencia física y me sentía asustada. Según recuerdo, mi madre estaba cansada de tener que andar con escoltas, odiaba la vida de mi padre y le amenazaba con dar parte a la policía.

Y cuando eso no funcionaba lo amenazaba con llevarme lejos. Una de las veces recuerdo que ella llegó a desayunar llena de golpes, papá no iba a dejarla sacarme de la casa. Y aunque suene mal, me hacía sentir bien el pensar que papá llegaba a tanto por mí, por evitar que me fuera.

Después de aquello, un mes quizás, todo acabo para ella. A decir verdad, a mí padre nunca le importó que ella lo amenazara con denunciarlo, pues tenía comprado a quienes debía. Pero cuando mi madre fue a visitar al rival de negocios de mi padre, ahí supe que el final estaba cerca. La odié por pensar en ella, por querer irse y dejarme atrás, era evidente que se iría sola.

No está de más decir que mi padre tomó buena venganza, nunca vi de nuevo a mi madre. Aquel día es difícil de olvidar, aún duele y no hay nada que hacer. Estaba haciendo algunos trabajos cuando los escuché discutir y supe que no era una discusión de las de siempre. La puerta se abrió y mi madre fue arrojada al suelo de forma violenta por el guardaespaldas. Intenté salir de la habitación, pero mi ella me sujetó del brazo y me puso delante suyo.

Al inicio pensé que me abrazaba, pocos segundos después comprendí que me usaba de escudo. Sentí una navaja en mi cuello, y hasta la fecha, la cicatriz por los seis puntos de sutura sigue ahí, como un eterno recordatorio de que no me amaba.

—Deja a mi hija, Ana María.—le pedía mi padre, sonaba contenido o eso pensarían quienes no le conocían, pero yo sabía que la furia, esa hervía tal cual lo hace la lava de un volcán—

—Ella es mi carta de salida. Estaba por dejar el país...debiste permitirme....

—Permitirte dices. ¡Zorra! Entiendo que te vayas con él...pero abandonar a tu hija es la bajeza más grande...

— ¿Mi hija…nuestra hija? Deberías detener tal mentira. La odio y sabes por qué. Necesito irme de aquí...

 Mi madre sujetándome del cuello presionó sobre mi piel y la sangre, esa llegó en abundancia. Aunque no teníamos una buena relación... ¡eso dolió carajo! Mi madre estaba por matarme.

Sus palabras se negaban a dejar mis pensamientos, porque claramente daba a entender que no era hija de ambos. Quizás mentía, estaba definitivamente desequilibrada.  Ya armada y poniendo mi vida en peligro caminó a la puerta. Vi en los ojos de mi padre un odio tan real y crudo que era consciente que mamá no viviría mucho más.

Y después de aquello, tampoco pensaba abogar por ella. Otro guardaespaldas se colocó tras mi madre cuando salíamos por el pasillo poniéndole una pistola en la cabeza, ella acabó dejándome ir pues sabía que no era posible lograr salir de la casa.

Mientras los hombres de papá me llevaban al hospital, él se quedó con ella. Triste realidad que ni eso me consiguió algo de su atención. Si hasta el momento, mi relato sobre él, furioso porque me iba a matar mi madre, les ha hecho creer que lo movía su amor de padre, se equivocan. A papá lo movía la ira, a él, Andrea Maldini no podían abandonarlo. Eso significaba una derrota.

Después de aquello pasamos unos meses bien, hasta que papá quedó en la ruina debido a documentos importantes que mi madre había entregado a su rival, situación que nos puso en peligro de muerte, por eso decidimos mudarnos a Estados Unidos. Al llegar nos instalamos en la ciudad, en un barrio bastante lujoso, con casas situadas en terrenos muy amplios. Nuestra casa estaba rodeada por altos muros y varios guardaespaldas recorrían la propiedad.

Allá acabé mis estudios de secundaria y aprendí a ser invisible a los ojos de papá. Han pasado más de diez años desde aquello. No nos ha ido mal, papá tenía algunos contactos y pudo abrirse campo en esto de las drogas.

No me malentiendan, no apruebo lo que hace, pero mientras no sea capaz de valerme por mí misma dependo de él. Tras nuestra llegada las cosas empezaron a mejorar y en nada de tiempo su fortuna había aumentado considerablemente.

Actualmente está empezando a actuar extraño, ha despedido a los empleados y mantiene un perfil bajo. Busca un reemplazo ahora que se siente viejo y sabe que no pienso seguir con su vida. También sabe que no me casaré con nadie de su mundo o al menos no de forma impuesta. Nunca he estado cerrada al amor, pero me aterra que quien fleche mi corazón esté en lo mismo por eso prefiero pensar que me quedaré soltera siempre. Papá me dice que puedo soñar con la libertad pero que nunca va a suceder.

Ser su hija me vuelve blanco de cada Cartel de la ciudad.

 En fin… 😒 Salí rumbo a la universidad pues hoy conoceremos al nuevo dueño. Su vida, de acuerdo a la chismosa profesora de arte abstracto, es un total misterio. Y nos repite hasta el cansancio que debido a que nos vamos a graduar en pocos días, nos perderemos de verle cada vez que vaya.  Lo vinculan con drogas —¿¿qué tan mala suerte puedo tener??pero nadie le ha probado nada Su nombre es Dominic, alias La Bestia.

Mis compañeras, quienes parecen más cerca de los catorce que de los 24 me insistieron para que las acompañara a algunas carreras ilegales, pues La Bestia correría. Era según los rumores el mejor y aunque no se dedicaba a eso para vivir, era condenadamente bueno.

Sin embargo, me sería imposible ir, órdenes de mi padre.  Llegamos al gimnasio y veo decenas de carteles con el nombre de nuestro invitado. Lucia mi amiga en la Universidad, estaba realmente eufórica.

— ¡Ahí está! Ese sujeto es el padre de mis hijos. Ese semental está apenas para que me haga suya….

—¡¡Lucia...por Dios qué vergüenza!! Además, La Bestia, quizás ni siquiera la tiene tan grande...

El silencio que acompañó a mis palabras nos dejó saber que todos, incluida La Bestia, habían escuchado mis palabras.  ¿Que fue aún peor? La Bestia me miraba con sorna, casi les juro que podía leer su mente y en ella había una promesa de mostrarme que tan "pequeña” la tenía. 🥺 Así que, como la ruda y respetable hija de un mafioso, di media vuelta y salí pitando.

Noté que alguien seguía mis pasos, Lucia estaba tan apenada como yo. ¡🤬Cabrona de mierda!! Por su culpa me había convertido en el centro de atención de ese hombre, sin olvidar a toda la universidad.

—Lo lamento Claudia.

 —No más que yo, te lo digo. —Le dije señalándola con mi dedo índice, ella sabe sobre el mundo de mi padre y comprende porqué odio llamar la atención.

—La Bestia te miraba fijamente, dio algunos pasos para seguirte, pero fue como si recordara dónde estaba y se quedó quieto.

—Eso, lejos de hacerme sentir mejor aumenta más esa vergüenza.

En aquel momento no fui consciente que la Bestia, caminaba unos pasos atrás. Era como cuando un depredador escoge a su presa y empieza un juego de acecho. Se mantuvo siguiéndome durante varios días y eso fue lo que algunas semanas después, acabó salvando mi vida.

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Un abrazo grande y nos vemos en el siguiente

( ͡~ ͜ʖ ͡°)

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