El susto invadió a Valeria cuando levantó la mirada y vio a aquel hombre.
Su aspecto despeinado y una mirada casi demente la hicieron dar un paso atrás.
—Creo que se ha confundido —dijo intentando liberar su muñeca de su agarre.
—Anna, sé que cometí errores, ¿podemos volver a casa? —suplicó el desconocido, aferrándose más fuerte a su mano—. ¿No me quieres? ¿Ni siquiera a nuestra hija?
Ella percibió una amenaza en su tono, así que decidió no responder, temiendo que cualquier palabra pudiera enojarlo más.
Pero su silencio pareció empeorar la situación: —¿Por qué no dices nada? ¿Estás esperando a ese hombre? ¿Desde cuándo están juntos?
—¡Perra! —gritó mientras se lanzaba sobre ella y empezaba a estrangularla.
Valeria logró tocar su teléfono, pero antes de poder hacer algo, el hombre la arrojó al suelo y se lanzó sobre ella, apretando su cuello con fuerza.
Con un mal paso, Valeria cayó al suelo, sintiendo un fuerte dolor en su espalda.
—¡Desgraciada, voy a matarte! ¡Me traicionaste! —gritó