Teresa abrió la puerta de la habitación y observó a Clara en la cama con los ojos cerrados y una profunda arruga en su frente.

Suspiró impotente y dijo: —Es una niña tan desafortunada.

Diego heredó la obsesión de ambos, Alberto y ella. No sabía si la mujer que lo amaba era afortunada o desafortunada.

—¡No!

Clara se despertó de una pesadilla.

Al abrir los ojos, en lugar de ver a Diego, vio a Teresa. Estaba empapada en sudor y se sentía un poco desorientada. —Mamá.

—Tranquila, soy yo. Vine a verte, ¿estás bien?

—Estoy bien. —Clara se cubrió la cabeza—. Solo tuve una pesadilla.

—¿De qué se trataba el sueño?

Clara no podía describir con precisión el sueño. Solo recordaba que era confuso y lleno de sangre, pero no podía ver los rostros de esas personas.

Sin embargo, podía sentir la sangre de los demás en su rostro, tan real que parecía haberlo experimentado personalmente.

Pero esas personas tendidas en el suelo, la mezcla de sangre y agua de lluvia, ¿cómo de horrible sería si realmente hubi