Capítulo 558
Al amanecer del día siguiente, Clara ingresó por última vez a la habitación de Quirino y observó a la persona acostada en la cama, tan delgada como un papel.

Los músculos de Quirino se habían reducido de una manera inusual, su rostro estaba marcado por la vejez y la delgadez.

La habitación estaba impregnada con un fuerte olor a medicinas.

Clara había evitado entrar durante muchos días.

Sabía que el día que había elegido para decidir era el día de la despedida.

La nevada de la noche anterior había cubierto el patio con una capa espesa.

Clara abrió las pesadas cortinas opacas y la ventana.

Permitiendo que la luz del sol y la ventisca ingresaran a la habitación.

—Papá, ¿hace mucho que no respiras el aire fresco afuera? Es invierno de nuevo, está nevando.

Aunque su mano derecha no era tan ágil como la izquierda, los movimientos básicos ya no eran un problema para Clara.

Tomó un puñado de nieve y la moldeó con los dedos.

Luego, con calma, moldeó un conejo de nieve.

—Recuerdo que cuando neva
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