Clara finalmente comprendió por qué Diego estaba tan seguro de encontrarla. Aunque Claudio no podía hablar, no era tonto. Después de vivir en la isla durante una semana, conocía el lugar.

Entonces, Diego no necesitaba desperdiciar tiempo buscando isla por isla. Solo tenía que encontrar la isla que emocionara más a Claudio.

En este momento, Claudio aún no había bajado del helicóptero, pero ya agitaba sus pequeños brazos y piernas, gritando sin parar: —Mamá, mamá, hermano, gato...

Enumeraba todas las palabras que conocía.

Diego sostenía a Claudio con una mano, una sonrisa fría y sutil en sus labios. —Parece que estamos en el lugar correcto.

Todos estaban en alerta máxima. Después de todo, el otro lado había mostrado armas en el pasado, por lo que no podían subestimar la situación.

Lucas también dejó de lado su expresión amigable de siempre y habló por el comunicador. Pronto, se podían ver barcos militares acercándose desde todas las direcciones hacia la pequeña isla.

Los francotiradores