Mónica nunca había visto a Joaquín de esa manera, ni siquiera durante el tiempo en que él fue más amable con ella. Aunque su rostro mostraba una sonrisa, al ver su expresión hacia Pera, Mónica entendió lo que significaba la diferencia abismal.

Ese era un amor sincero, con destellos de ternura en cada rincón de sus ojos y en lo más profundo de su mirada.

Era como si Pera fuera una frágil porcelana que sostenía con precaución, lejos de las falsedades que había experimentado con ella.

Al enterarse de la verdad, un escalofrío recorrió el cuerpo de Mónica, desde lo más profundo de su ser hasta cada rincón de su ser. Fue solo cuando Joaquín y Pera salieron de su campo de visión que pudo ordenar sus pensamientos.

A pesar de estar parada en el lugar más cálido de la habitación, Mónica se sentía completamente helada, con el color abandonando su rostro.

Incluso si fuera una tonta, ahora entendía quién era realmente Joaquín. Desde el principio, nunca la había amado de verdad.

Todos esos años de c