Érase una vez, Isolda amaba a Mónica profundamente, pero ahora la odiaba con toda su alma. Por culpa de esa estúpida, su propia hija estaba al borde de la muerte. Esa falsa hija se atrevía a soñar con ser la verdadera señorita adinerada.

Después de despedir a Mónica, Isolda miró la habitación con enfado.

—Mayordomo, ordena esta habitación. Vende las joyas, los bolsos y quema todo lo demás que sea de mala suerte.

—Sí, señora.

Después de lo sucedido, Isolda había suavizado su actitud hacia Clara. —Clara, lamento molestarte a esta hora tan tarde.

—No te preocupes, es lo que debo hacer.

Clara se frotó los ojos y volvió a la cama para dormir un poco más.

Cuando amaneció, mientras desayunaba con Pera, escuchó una noticia.

—Señora, sale algo mal. Mónica ha escapado. —el guardaespaldas informó apresuradamente.

—¿Cómo se escapó del hospital? —Isolda dejó rápidamente los cubiertos.

—Hizo algunas pruebas y en la madrugada ocurrió un accidente de autobús. Llegaron muchos heridos de urgencia, y Món