La garganta de Garrison se estremeció. Sus ojos eran como bolas de fuego. “¿Quién presentó la denuncia contra mí? ¿Por qué me está acosando?”.

El hombre suspiró.

“No sé por qué lo está acosando, pero no me atrevo a decir su nombre. Todo lo que puedo decirle es que todo el mundo siempre lo llama Señor Connor”.

“¡Zachary! ¡De nuevo ese b*stardo!”.

Incapaz de contener su ira, Garrison golpeó la puerta del coche.

“No pueden confiar en él. Tiene otras intenciones. ¡Independientemente de su denuncia, me está incriminando!”.

“Eh…”. El hombre estaba pérdido. Se tranquilizó y señaló a los tres policías detrás de él.

“Por favor, sea sensato, Señor Larson. Bájese del coche y venga con nosotros, o tendremos que llevarlo a la fuerza”.

“¡No me bajaré de este coche! ¡Me iré a la Ciudad de Bahía con Tiria! ¡No se interpongan en mi camino!”. Garrison palmeó el asiento del coche. “Jordan, ignóralos. Atraviesa esos coches de policía y sigamos”.

¿Cómo podría Jordan tener las agallas para hacer al