- Yo no intenté suicidarme - me quejo, ofendida ante la acusación, estoy en el hospital, sentada en una silla metálica que hiela mi espalda, frente a un medico de aspecto serio, mi psiquiatra, que no he visto en más de un año, y la doctora Jacobson, a quien habían llamado ya que en un inicio todos mis sintomas parecían neurologicos.

- Amara, los resultados de los examenes dicen otra cosa - asegura mi psiquiatra - y son medicamentos para los que tienes preescripción

- No, no he tomado más de lo que necesito, ni siquiera estoy tomando mis pildoras para dormir - me quejo, sacudiendo la cabeza, que aún sentía algo brumosa. Me habían hecho examenes de sangre y una tomografía, pero luego de un poco de hidratación y carbón activado por una sonda, había despertado, completamente confundida y alarmada.

- Amara, tienes un historial bastante delicado - me recordó el hombre - pero...

- No traté de suicadarme - insisto, interrumpiendolo - y menos lo haría frente a mi hijo, escuche, yo... yo sé que