En el territorio de Luna Plateada. La luna brillaba intensamente sobre el bosque, iluminando los colores del otoño, mismos que comenzaban a cubrir el suelo con hojas doradas y rojas. El aire era fresco y Maray sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras miraba a Rezef acercarse fuera de la cabaña que ella había construido; la figura de ese Alfa, oscurecida por las sombras de los árboles. —¿Qué estás haciendo aquí, Rezef? —preguntó Maray, tratando de mantener la firmeza en su voz a pesar del nerviosismo que la invadía. Alfa Rezef se detuvo a pocos pasos de ella, el viento frío moviendo su cabello semi largo oscuro. La distancia entre ellos estaba cargada de tensión. La mirada gris de ese macho brillaba ligeramente como solía hacerlo siempre que su naturaleza lobuna se hacía presente. —Te he estado buscando… ¿Qué haces escondida aquí?, huele a ese Beta tuyo… ¿Te tomaste la molestia de hacer una cabaña para estar a solas con él? —dijo Rezef, su tono era grave, un claro desc
—Y si… ¿Vamos a caminar un poco más?, solo disfrutemos de esta hermosa noche… —propuso, guiándolo más profundo en el bosque. Rezef exhaló. ¡Era claro que ella ocultaba algo! Su Luna era terrible fingiendo. Le fue fácil sospechar de ella cuando ocultaba su verdadera identidad. Sin embargo, también tenía curiosidad por ver hasta dónde era capaz de llegar. Aún más, una parte de él, deseaba que todo estuviera bien entre ellos, y aunque fuera fingido entre el desespero de Maray por "ocultar algo", al menos, estaba junto a ella. …….. Mientras caminaban por el bosque, el crujir de las hojas bajo sus zapatos resonaba en el silencio de la fría noche otoñal. La atmósfera, impregnada de un aire fresco, se tornó densa cuando Rezef decidió romper el silencio: —May, tengo que hacer eso… —decidió él continuar con la charla que entre los dos, tanto evitaban tocar por sus humores chocantes—. El plan contra Dalton es arriesgado, más que eso, mortal para mí, pero es nuestra m
Alfa Rezef sostenía a Maray con una firmeza ardiente entre sus brazos, como si soltarla significara que su mundo se desmoronaría. La energía entre ellos era una llamarada inextinguible, una tensión que vibraba en el aire, creando un espacio sagrado solo para ellos dos bajo la luz de la luna. Reina Maray buscó la boca de su mate nuevamente, esta vez con fervor desbordante, como si intentara absorber cada fragmento de él. Sus labios se entrelazaban en una mezcla húmeda y cálida que hacía latir sus corazones descontrolados, sus cuerpos impacientes, deseándose con desesperación, como agua en el desierto. Las manos de esa hembra pelirroja se deslizaron por los músculos de la espalda de su Alfa, sintiendo la calidez de su piel a través de la tela de su camisa negra de manga larga. La necesidad la invadía y cada roce avivaba aún más el fuego que ardía en su interior. —No puedo… Ah~ no quiero dejarte ir… —murmuró ella entre besos, su aliento cálido chocando contra el rostro de Rezef,
En un momento, Reina Maray tomó su rostro entre sus manos y lo miró profundamente a los ojos grises, como si quisiera grabar ese instante en su memoria. Como si dentro de ella… se estuviera despidiendo de ese Rey Alfa, del que inevitablemente se había enamorado hasta decidir dar su vida por él. Con un movimiento ágil, Rezef desgarró su pantalón, dejando a su Luna completamente desnuda. La levantó, envolviendo sus piernas alrededor de su fuerte cintura; mientras continuaban besándose, uniendo sus cuerpos en un abrazo que parecía eterno. Cada roce y cada mínimo contacto le recordaban a ese Alfa que su amor no era solo una emoción, sino un fuego ardiente que jamás se apagaría, una conexión eterna que los uniría por siempre. El mundo a su alrededor no existía mientras se entregaban el uno al otro, perdidos en la pasión y el intenso amor. Maray llevó su boca hacia la oreja de ese Alfa, un beso seguido de pequeñas mordidas, disfrutando del ligero rubor que se mostraba debido a l
—¿Por qué no me dices la verdad? ¿Estás pensando en impedirlo, no es así? —le preguntó Alfa Rezef a su Luna. Bajo las coloridas copas de los árboles otoñales, cuyas hojas rojizas caían suavemente con la brisa nocturna, yacían sobre el suelo las prendas de esos Reyes Alfa. Recostados sobre ellas, compartían el calor de sus cuerpos desnudos mientras conversaban. Maray, aferrándose al cuerpo de su Alfa, se hundió entre el cuello y el hombro izquierdo de Rezef. —Sí… —dijo con voz temblorosa. No planeaba hacerlo. Decirle la verdad, pero… ¡Era imposible luchar contra el amor que sentía por él! La mirada gris claro de ese hombre lobo se perdía en las copas de los árboles, ligeramente plateadas por la luz de la luna. Él suspiró mientras sus grandes manos se aferraban a la figura sensualmente atlética de su hembra. —¿Cómo pensabas hacerlo? Maray tragó saliva con inquietud, como si el aroma de su macho fuera una droga de la verdad. Sus labios se separaron, dispuesta a hablar. —Iba
—Si ese ser sabe del pergamino, quizás conozca alguna otra manera de romper el trato. No importa las consecuencias; si no son la vida, estoy dispuesto a pagar cualquier otra. Ante las palabras de su Alfa, Maray se sorprendió. —¡No! ¡No puedes! ¡¿Has olvidado cómo te conté que robé ese pergamino?! ¡Seguro que quiere matarme! ¡Si lo buscas, entonces él te…! —Hay que intentarlo —interrumpió Rezef—. Si no lo hago, seguirás con tu plan de borrar mis recuerdos y manipular la batalla según tus egoístas pensamientos, ¿no es así? Parece que la diosa me dio a la Luna más complicada posible… Pero, aunque seas cruel… —Alfa Rezef se inclinó hacia Maray, sus narices rozándose mientras sus alientos se entrelazaban— me gusta cómo piensas en mi bienestar… Cómo demuestras lo mucho que me amas. Tras esas palabras, los labios del hombre lobo rozaron los de Maray, como pequeñas caricias seductoras y provocativas. Cuando Maray intentó besarlo, enredándose ferozmente, él alejó sus labios nuevamente. U
—¿Cualquier cosa, con tal de que no sea matar a Tabitha? —le preguntó Maray a Rezef, con una expresión de sorpresa en su rostro. —Exacto. Dejo el resto en tus manos~ —una sonrisita curvó sus labios. En su mirada gris, se reflejaba la confianza que tenía en su Luna. ¡Maray no pudo evitar sentir su corazón emocionado! —Pensé que… Creí que te ibas a deprimir por ella. No sabía cómo decírtelo y por eso lo he ocultado… —susurró ella, un poco avergonzada. Alfa Rezef arqueó una ceja. —¿Por qué iba a reaccionar así? Luna mía, ¿aún no me conoces lo suficiente? —dijo en tono seductor, jalando el brazo de Maray, acercándola tanto que sus pieles desnudas sentían el calor del otro—. Ella se marchó por su cuenta, y la seguridad de todos es primero. Si tú crees que es una amenaza, entonces toma acciones, no serás juzgada. Los brazos de Maray se aferraron con todas las intenciones a su Alfa, levantando la mirada, lo miraba con ilusión. —Si el Rey Alfa me lo dice de esa manera~ tendré que hace
Esa mañana fría y nublada, Aeron se percató de que se había quedado dormido sobre la silla frente a la chimenea que ya se había apagado. El aire era denso y el silencio envolvía la cabaña, interrumpido solo por el leve crujir de la madera. En la banca, aún yacía Tabitha inconsciente, una sombra de lo que había sido, dejando a Aeron con una inquietante sensación de preocupación. En ese momento, él escuchó unos murmullos frente a la puerta… ¡Maray y Rezef! Sin pensarlo, ese hombre lobo pelirrojo salió de inmediato, apurado por la inquietud que le causaba la presencia de su Reina. —¡Reina! —exclamó, preocupado, creyendo que Maray había tenido problemas con Rezef por el tema de Tabitha. «Todo está bien, mi Beta…» , le respondió ella por medio de su enlace mental, pero su tono no lograba calmar la alarma en el pecho de Aeron. «¿Por qué lo ha traído entonces, Reina?» , le preguntó Beta Aeron, curioso, su mente ya imaginando las peores situaciones. —Rezef se irá… Unos días, no sabem