Cuando Beta Gaspar ingresó a la habitación, un simple chasquido bastó para romper el sello que aprisionaba la garganta de aquella hembra, liberándola para que pudiera hablar sin restricciones: —¿Qué me hiciste? Tabitha, sin perder un instante, dirigió su mirada hacia el hombre lobo de cabellera negra y larga. Una sonrisa altanera curvó los labios de Beta Gaspar, mientras sus penetrantes ojos dorados parpadeaban lentamente, fijándose en las largas ventanas que adornaban la habitación. —¿No te gusta? Te he liberado de tus cargas~ —su tono, cargado de arrogancia, resonó mientras se acercaba a las ventanas; apenas tocó una de ellas, el sello mágico se rompió y se abrió de par en par. El aire fresco inundó la habitación en un instante, el viento jugaba con la larga y lacia cabellera de la hermosa hembra de Luna Plateada. —No soy libre de mis cargas. Pero no siento nada… Ni culpa, ni enojo, ni dolor… No hay nada y quiero todos esos sentimientos de regreso —dijo ella, con un tono pa
Él se arrodilló junto a ella, inclinándose hasta que sus frentes se tocaron, mientras sus manos enguantadas acariciaban las pálidas mejillas de Tabitha. —Imposible. Tendría que morir para que tú quedes libre~ —respondió él con una sonrisa burlona—. Haz exactamente lo que te digo y no abusaré de mi control sobre ti. Unirte a nosotros, es ir del bando que ganará… ¿De verdad quieres proteger a una manada que ni siquiera ha intentado buscarte o rescatarte? —¿Eh…? —Los ojos de Tabitha se abrieron de par en par. La cruda verdad la golpeó como un puño en el estómago. Ella estaba sufriendo, ¡pero SU MANADA NO HABÍA LLEGADO A RESCATARLA! "¿Ni Rezef, ni Aiden…?" Pensó ella. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, recordando a esos dos hombres lobos que conocía desde cachorra. —Sé lo que piensas, pero no te miento~ —dijo Beta Gaspar, alejándose de ella, mientras conjuraba un hechizo en el aire, abriendo círculos oscuros que revelaban los límites del territorio de G
—Deseo creer que la razón de tu presencia aquí soy yo… ¿Acaso es por lo que me dijiste en nuestra última conversación? —inquirió Reina Maray, dirigiéndose a Alfa Hugo. Ambos se alejaban del sector de las ruinas, adentrándose en la zona boscosa. El cielo, previamente teñido de un rojizo crepúsculo, se transformó en un opaco púrpura, mientras las estrellas comenzaban a asomarse tímidamente. La brisa, cada vez más fría, acariciaba lentamente el cabello pelirrojo de esa hembra Alfa. —Te he prometido que seguiría investigando, Reina Maray —sonrió el maduro hombre lobo—. Incluso, visité a tu abuela, la bruja Zoraida. Maray se sorprendió. —¿Mi abuela? ¿Por qué razón? —El asunto del sello. Un sello tan poderoso que, incluso estando los mellizos en tu vientre, lo recibieron y nacieron con el. Romperlo definitivamente desbloqueará todo el potencial de esos cachorros; sin embargo, eso no es suficiente para garantizar que Connor recupere la vista —le explicaba Alfa Hugo a Maray, quien pr
Ambos Reyes Alfas, hicieron caso omiso al comentario de Hugo. —Él ya no hará nada de eso, Rezef —le reafirmó Maray a su Alfa, que seguía con un humor sombrío—. Trabaja conmigo, tenemos un trato. Ninguno de nuestros lobos estará en peligro, porque ahora tú y yo… somos uno solo. Eso significa que él también es tu aliado, al menos por ahora. Porque si alguien se atreve a hacerte un rasguño a ti, mi amado, o a algo que te pertenezca… probará mi verdadero poder de ataque. Rezef exhaló, acariciando su semi larga cabellera negra con la mano derecha, mientras su mirada ahora, se mantenía fija en su esposa. Luego, tomó los brazos de Maray y los apartó de su rostro. —Aún así, ven conmigo. No es algo que nadie más deba saber —comenzó a alejarse Rezef hacia otra dirección. "Sigue… Él si gue molesto…" Pensó Maray, una sonrisa traviesa curvando sus labios. Seguidamente ella se volvió hacia Alfa Hugo. —Hugo. Hablaremos después. Mañana intentaré quitarles el sello y también… las poc
Maray se sorprendió profundamente, aferrándose con fuerza a los fuertes brazos de ese imponente hombre lobo, sintiendo la electricidad en el aire. —¿Fuiste… secuestrado…? —preguntó ella, su voz temblorosa llena de incredulidad y un asombro palpable. El Rey Alfa Rezef suspiró, su mirada intensa y seria destilaba una verdad inquebrantable. —Así es. Dalton me quiere muerto, porque soy el único que puede acabar con él. Reina Maray parpadeó, luchando por asimilar esa devastadora revelación. —¿Es porque eres su familiar…? Rezef asintió, su voz grave resonando con una mezcla de determinación y dolor: —Soy su sobrino, para ser más exactos. Si lo mato en un duelo por el puesto de Alfa de Garra Dorada, tengo el poder de despertar el don de la diosa que su manada posee, ellos… No saben la verdad, ni quién soy yo, él los ha engañado por años. Por eso te dije una vez: "Eres más fuerte que yo, solo por el momento…" —¿Por eso me embarazaste…? Si no eras tú quien cumplía tus ambiciones, ¿pl
El sonido del río, fiero y potente, cruzaba con una corriente que chocaba contra las grandes rocas que emergían del caudal. Allí estaba, un musculoso hombre lobo, que media poco más de metro noventa, con su ancha espalda expuesta, pues no llevaba camisa. Las cicatrices que adornaban su cuerpo hablaban de ataques brutales sufridos a lo largo de su vida. La hembra rubia se ocultaba en una colina, entre arbustos de hojas marchitas que caían lentamente. Esa hembra de la manada "Garra Dorada", había viajado hacia ese bosque neutral guiada por su instinto, por su loba que le imploraba correr hacia su mate. Karina. Una hermosa futura Alfa de Garra Dorada que había despertado su loba, tan solo una semana atrás, con un extraño retraso, ya que no se presentó como era habitual a los 16 años. El lobo Alfa, vestido únicamente con un pantalón negro y botas oscuras, se lavaba de la sangre que manchaba su cuerpo en el río. La lluvia intensa no era suficiente para borrar las huellas del atro
Alfa Rezef cerró los ojos, sintiendo el peso abrumador de los recuerdos que lo perseguían como sombras. —Fue mi madre…—su voz tembló, un escalofrío recorriendo su espalda—. Ella fue quien causó la muerte de mi abuelo. Para liberarse de sus cadenas, lo venció, o tal vez él se dejó vencer, incapaz de herir a su propia sucesora, a su carne y sangre… Maray sintió que su corazón se detenía ante la revelación. El impacto de sus palabras la dejó sin aliento; no podía comprender cómo una hija era capaz de atentar contra la vida de su propio padre. Después de todo, Reina Maray había adorado a su padre humano, Douglas, y la idea de traición era inconcebible. Se acercó más a Rezef, su mente luchando por procesar la tormenta de emociones que acababa de desatar. —¿Y tu madre…? ¿Cómo terminó, muriendo…? —preguntó con dificultad, su voz un susurro tembloroso que casi se perdía en el aire. —Mi padre me había secuestrado—Rezef continuó, su voz cargada de dolor—. Aprovechó el caos cuando mi m
—¿Por qué, por mí…? ¿Qué te hace pensar que lo que hiciste fue un buen acto para mí? —le preguntó Rezef a su padre, con una intensidad que vibraba en su voz. No buscaba una pelea, mucho menos culparlo por algo del pasado que ya era irremediable. Solo anhelaba la verdad, un destello de claridad en medio de la tormenta de su vida. ¡Tenía todo el derecho del mundo a exigir respuestas! Richard sonrió débilmente, cruzándose de brazos mientras su espalda se apoyaba contra la pared, como si toda la carga del mundo no pesara sobre él. —Dalton, el actual Alfa de Garra Dorada, es tu tío. Ese lobo adoraba a su hermana Karina. Pero escuché que muchos dentro de la manada no querían que ella tomara el puesto; preferían esperar a que Dalton despertara a su lobo. La oposición contra Karina era feroz. Si tú hubieras permanecido a su lado… me temo que estarías muerto junto a ella. Era una Alfa, fuerte, pero su personalidad era tan frágil y estúpida… Una loba mentalmente débil que se dejaba