—¡Pero mamá, te dije que ese aroma volvió! —exclamó Connie, haciendo un puchero, justo cuando Maray terminó el hechizo que la transportó a su territorio original, Noche Carmesí. Reina Maray bajó a Connor de sus brazos, pero en ese instante, un ataque de tos la sorprendió. —Cof~ cof~ —cubrió su boca con la mano. Al apartarla, vio la sangre en su palma. "¡Maldición! ¡Ya no estoy tomando ninguna poción para ocultar mi físico! ¿Qué está pasando? No soy tan débil como para enfermarme de esta manera…" Pensó, angustiada esa hembra pelirroja. —¿Mamá…? —preguntó Connor, guiándose por su olfato, mientras aferraba su manita al hombro de su madre. —¡Mamá! ¡¿Estás bien, mamá?! —exclamó Connie, sus ojos reflejando una profunda preocupación. —Estoy… Cof~ cof~ bien… —respondió Maray, su rostro ligeramente brillando con gotas de sudor. "¿Acaso es por la poción anticonceptiva de mi abuela? No… Es imposible… La he tomado durante años y siempre me ha hecho sentir bien…" Pensó Maray, limpiándos
—El Rey Alfa Rezef acaba de advertirte que "no se arriesguen". Debió haber pasado una mala experiencia extrayendo ese cofre. Si un lobo Alfa te dice que es peligroso, es porque sabe que un Beta como tú no lo lograría y- —¡Tonterías! ¡Iré! —exclamó Beta Aeron, entregando la bolsa de pelaje de oso que contenía las esferas a uno de sus lobos de Noche Carmesí. Con determinación, se dirigió a explorar otras ruinas a unos metros de las que se derrumbaron por culpa de Rezef. "¿Por qué siento que lo hace por celos? Es evidente que el Rey de Luna Plateada es mil veces más superior… No hay comparación…" Pensó Alfa Hugo, exhalando con pesadez. —Al menos me tienen a mí aquí. Soy un lobo cuyo don es la sanación. Si algo ocurre y no quedas al borde de la muerte, podré ayudarte, Aeron~. Luego cobraré todo a Maray. …………… Mientras tanto, en la zona del pueblo de Noche Carmesí, Maray aguardaba ansiosamente por su Alfa. Observaba cómo Connie y Connor se alejaban cada vez más. La pequeña cachor
—No es para tanto. Solo… ¿Podemos hablar de eso después? —preguntó Alfa Rezef a Maray, su voz cargada de un misterio que envolvía el aire. No tenía intención de revelar su descubrimiento en aquellas ruinas, al menos no en ese instante. —¡Te quedaste atrapado! ¡Para que tú enfrentes problemas, debe ser algo realmente serio! —exclamó ella, su determinación brillando con una intensidad que desafiaba cualquier obstáculo. No estaba dispuesta a rendirse. —¡Mamá! ¡Mamá, dónde estás, mamá! —la voz de Connie resonó, acercándose cada vez más, guiándose por su agudo olfato. Maray suspiró, sin apartar la mirada de ese imponente hombre lobo que tenía frente a ella. Su corazón latía con fuerza, sintiendo la conexión que los unía. —Toma —le dijo, extendiéndole sus ropas mientras señalaba el pecho de ese Alfa—. Date prisa y vuelve. Tienes que contarme todo, y más vale que seas sincero. Yo me encargaré de los niños. —¿Me vas a interrogar? Se supone que yo soy el Alfa que toma las decisiones, Lun
—¡Espera, Connie! —exclamó Maray, cerrando los ojos y concentrándose con todas sus fuerzas para descubrir cuál de los portales que había creado a lo largo de su vida había sido destruido. «¡No puede ser! ¡Fue uno en Luna Plateada!» , le dijo Maray a su loba Arin. «No podemos irnos ahora. El viaje te ha dejado exhausta. Algo ocurre con nuestro cuerpo y comienza a preocuparme seriamente…» , le respondió Arin con una voz llena de inquietud. …………. Mientras tanto, en el pantano del territorio de Noche Carmesí, Beta Aeron había comenzado su exploración entre las ruinas. Con creciente molestia y envidia, revisaba el lugar, incapaz de aceptar que alguien ajeno a la manada, un Rey lobo bajo maldición en Luna Plateada, hubiera encontrado un cofre que perteneció a su anterior Alfa, Ginne. ¿Cómo había encontrado Rezef tal objeto? ¿Cómo había logrado extraerlo? ¿Por qué él, y no un lobo de Noche Carmesí? —Sabes —interrumpió Alfa Hugo, acercándose al Beta pelirrojo—. Ginne vi
Cuando Beta Gaspar ingresó a la habitación, un simple chasquido bastó para romper el sello que aprisionaba la garganta de aquella hembra, liberándola para que pudiera hablar sin restricciones: —¿Qué me hiciste? Tabitha, sin perder un instante, dirigió su mirada hacia el hombre lobo de cabellera negra y larga. Una sonrisa altanera curvó los labios de Beta Gaspar, mientras sus penetrantes ojos dorados parpadeaban lentamente, fijándose en las largas ventanas que adornaban la habitación. —¿No te gusta? Te he liberado de tus cargas~ —su tono, cargado de arrogancia, resonó mientras se acercaba a las ventanas; apenas tocó una de ellas, el sello mágico se rompió y se abrió de par en par. El aire fresco inundó la habitación en un instante, el viento jugaba con la larga y lacia cabellera de la hermosa hembra de Luna Plateada. —No soy libre de mis cargas. Pero no siento nada… Ni culpa, ni enojo, ni dolor… No hay nada y quiero todos esos sentimientos de regreso —dijo ella, con un tono pa
Él se arrodilló junto a ella, inclinándose hasta que sus frentes se tocaron, mientras sus manos enguantadas acariciaban las pálidas mejillas de Tabitha. —Imposible. Tendría que morir para que tú quedes libre~ —respondió él con una sonrisa burlona—. Haz exactamente lo que te digo y no abusaré de mi control sobre ti. Unirte a nosotros, es ir del bando que ganará… ¿De verdad quieres proteger a una manada que ni siquiera ha intentado buscarte o rescatarte? —¿Eh…? —Los ojos de Tabitha se abrieron de par en par. La cruda verdad la golpeó como un puño en el estómago. Ella estaba sufriendo, ¡pero SU MANADA NO HABÍA LLEGADO A RESCATARLA! "¿Ni Rezef, ni Aiden…?" Pensó ella. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, recordando a esos dos hombres lobos que conocía desde cachorra. —Sé lo que piensas, pero no te miento~ —dijo Beta Gaspar, alejándose de ella, mientras conjuraba un hechizo en el aire, abriendo círculos oscuros que revelaban los límites del territorio de G
—Deseo creer que la razón de tu presencia aquí soy yo… ¿Acaso es por lo que me dijiste en nuestra última conversación? —inquirió Reina Maray, dirigiéndose a Alfa Hugo. Ambos se alejaban del sector de las ruinas, adentrándose en la zona boscosa. El cielo, previamente teñido de un rojizo crepúsculo, se transformó en un opaco púrpura, mientras las estrellas comenzaban a asomarse tímidamente. La brisa, cada vez más fría, acariciaba lentamente el cabello pelirrojo de esa hembra Alfa. —Te he prometido que seguiría investigando, Reina Maray —sonrió el maduro hombre lobo—. Incluso, visité a tu abuela, la bruja Zoraida. Maray se sorprendió. —¿Mi abuela? ¿Por qué razón? —El asunto del sello. Un sello tan poderoso que, incluso estando los mellizos en tu vientre, lo recibieron y nacieron con el. Romperlo definitivamente desbloqueará todo el potencial de esos cachorros; sin embargo, eso no es suficiente para garantizar que Connor recupere la vista —le explicaba Alfa Hugo a Maray, quien pr
Ambos Reyes Alfas, hicieron caso omiso al comentario de Hugo. —Él ya no hará nada de eso, Rezef —le reafirmó Maray a su Alfa, que seguía con un humor sombrío—. Trabaja conmigo, tenemos un trato. Ninguno de nuestros lobos estará en peligro, porque ahora tú y yo… somos uno solo. Eso significa que él también es tu aliado, al menos por ahora. Porque si alguien se atreve a hacerte un rasguño a ti, mi amado, o a algo que te pertenezca… probará mi verdadero poder de ataque. Rezef exhaló, acariciando su semi larga cabellera negra con la mano derecha, mientras su mirada ahora, se mantenía fija en su esposa. Luego, tomó los brazos de Maray y los apartó de su rostro. —Aún así, ven conmigo. No es algo que nadie más deba saber —comenzó a alejarse Rezef hacia otra dirección. "Sigue… Él si gue molesto…" Pensó Maray, una sonrisa traviesa curvando sus labios. Seguidamente ella se volvió hacia Alfa Hugo. —Hugo. Hablaremos después. Mañana intentaré quitarles el sello y también… las poc