Ella comenzó a dirigirse hacia la salida, pero Alfa Rezef la detuvo nuevamente, agarrando con fuerza el antebrazo izquierdo de Maray. PAF~ —¡Al menos espera! Si vas a salir, comprueba bien que todo sea seguro —le dijo Rezef, con la gravedad propia de un Rey Alfa—. Beta Gaspar anda en busca de ti. ¿No viste las trampas? ¡No permitiré que saques a mis cachorros de aquí y los expongas al peligro! Maray se dio cuenta de que Rezef no contradijo sus palabras. Ni siquiera hizo el mínimo intento de negarlo o mentirle… Lo que significaba que ella tenía razón, y eso… ¡POR SUPUESTO, QUE LE DOLIÓ! Una emoción pesada se instaló en su corazón. Saber que él realmente solo estaba preocupado porque ella era vital para sus planes. "Al menos la preocupación que muestras por los cachorros… es más genuina que la que sientes por mí…" Pensó Maray. Ella volvió a mirar a Alfa Rezef por encima de su hombro, dejando escapar una sonrisa tranquila, la misma que intentó usar para engañar a su Alfa. —Voy
…… —¡Liza! —la llamó Reina Maray con voz firme, al encontrar a la hembra Omega de Luna Plateada, caminando a orillas del lago en el jardín trasero, junto a los mellizos. La brisa matutina acariciaba suavemente el rostro de Maray, trayendo consigo el perfume fresco de la hierba húmeda a orillas del lago. Los árboles, altos y frondosos, proyectaban sombras sobre el suelo que se mecían al compás del viento, mientras los pájaros, en un coro encantador, llenaban el aire con sus cánticos. —¡MAMÁ! —exclamó la cachorra, Connie, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro. La niña se soltó con fuerza del agarre de Liza y corrió hacia Maray, lanzándose a abrazarla con toda la fuerza de su pequeño cuerpo. —Mamá… —hizo un puchero, Connor, extendiendo sus brazos en dirección a la voz de su madre, su ceguera impidiendo que pudiera verla. Maray cargó en sus brazos a Connie, que sonreía mientras la abrazaba, y con un gesto de amor y protección, la sumergió en un hechizo que anulaba el s
"Lobos rojos". Así se referían a los lobos de la manada "Noche Carmesí". Una distinción entre las tres grandes manadas del mundo, cada una con un vasto y poderoso territorio, manteniendo sus líneas de sangre lo más puras posible. El Rey Alfa Dalton, frunció el ceño. Sentía cómo una corriente ardiente recorría todo su poderoso cuerpo. ¿Enojo? ¿Venganza? ¿Poder? No. Emociones tan simples no eran las que invadían a ese Rey lobo. Él… Sintió entusiasmo. Una creciente adrenalina. « La hija de Ginne ha regresado. Es una excelente noticia. » , habló de inmediato el Alfa Dalton, con su lobo, Dhir. « Es como si la diosa nos favoreciera~ la hija de nuestra antigua aliada muerta. ¡Esa hembra debe estar bajo nuestro poder! » , dijo Dhir, con un tono malicioso. « Hasta donde sabemos, es una híbrida de la mejor clase. Si posee conocimientos de hechicería, sería la incubadora perfecta para un cachorro~ » , comentó el Rey Alfa Dalton. Ese hombre lobo rubio se dirigió al castil
¡Los ojos de Ginne se abrieron de par en par! ¡TODO MENOS MARAY! Su amada hija, su mayor debilidad. —Esto será lo que harás. Primero, voy a liberarte~ Has estado terqueando con que quieres renunciar, que ya no atacarás a Luna Plateada. ¡ESO NO LO VOY A PERMITIR! Vas a seguir buscando destruir a ese maldito Rezef. Eres mi arma, Ginne, como si fueras mis garras~ Así que lo harás o… TOMARÉ A TU CACHORRITA Y LA MATARÉ LENTAMENTE FRENTE A TI~ —sonrió él, con malicia. Alfa Dalton hizo un gesto con su mano, y en ese preciso momento, Beta Gaspar rompió el sello sobre la boca de Ginne. —Habla al Alfa. No te pases de lista o te cortaré la lengua —advirtió fríamente el hombre lobo de cabello oscuro y largo. —¡MALDITO SEAS, DALTON! —alzó su voz Ginne, furiosa—. ¡SIEMPRE SENTÍ QUE ERA UN ERROR HACER NEGOCIOS CONTIGO! Parece que no me equivoqué. LA DIOSA ES BUENA y por algo te mantiene ESTÉRIL. TU LÍNEA DE SANGRE MORIRÁ. —Eso no será así, querida Ginne~ Tú decides. Después de
Bajo el cielo rojizo del atardecer. Reina Maray desde el balcón, sentía la fresca brisa acariciando su rostro, sus ojos celestes en dirección de ese hombre lobo que la veía a distancia desde abajo. "Volvió…" Pensó Maray. Quien ya tenía decidido su plan de esa noche para salir del territorio. Su corazón latía con fuerza esa tarde en particular, no solo por el riesgo del salto que pensaba hacer, sino por la emoción que la embargaba de acercarse al imponente Rey Alfa de Luna Plateada. Una emoción que no podía evitar y aunque antes echaba la culpa a sus instintos lobunos… Ahora, era consciente que al menos, sentía algo por él. Un sentimiento que no pensaba dejar "florecer", y estaba convencida de lograr destruirlo a su tiempo. Con una determinación que desafiaba cualquier temor, se lanzó desde ese balcón, aterrizando con gracia en el césped que rodeaba la mansión. Sus ojos celestes mostraban un cautivador brillo, su majestuosa belleza parecía magnificar el entorno, dejando al
Las luces parpadeantes adornaban los puestos de comida y juegos, y el aroma de delicias caseras propias de la manada envolvía el ambiente. Maray sostenía la mano de los mellizos caminando por el pueblo. En compañía de ese Alfa, absolutamente nadie se atrevía a verla mal o tratarlos de mal modo. Tal como la primera vez que fue al pueblo sola con los mellizos. El cachorro ciego, nervioso por el bullicio, se aferraba aún más a esa Reina, mientras la niña, con su rostro iluminado por la alegría, exploraba con sus ojitos celestes, cada rincón. —¡Mira, mamá! —gritó la niña, señalando a un grupo de cachorros jugando a lo lejos. Sus ojos brillaban con deseo. Connie quien en su corta vida había sido criada de manera sobreprotectora por Beta Aeron, no tenía idea qué era compartir con otros cachorros que no fueran su mellizo ciego. De ahí, que ella buscara divertirse hasta haciendo bromas de mal gusto a Connor, que en su inocencia, siempre la perdonaba. Esa Reina Alfa, con una
La oscuridad de la noche cubría las profundidades del extenso y espeso bosque, donde la luz de la luna apenas se filtraba por las ramas de los frondosos árboles que se alzaban como majestuosos gigantes, dejando que pequeños brillos plateados iluminen el suelo. Grandes árboles frondosos, cuyas ramas se entrelazaban, se mecían suavemente con la brisa fresca nocturna que soplaba, trayendo consigo el aroma a hiervas. Los sonidos de los animalillos nocturnos llenaban el aire, el susurro de los búhos en la distancia… Uuh~ Uuh~ El cántico de las ranas, entre otras pequeñas criaturas nocturnas. Acompañado del crujido de las hojas bajo las zapatos de esa hembra que caminaba rápidamente entre la oscuridad. Sus ojos de un celeste natural, ahora se mostraban de un color rojo intenso como un par de hermosas joyas de rubí. Reina Maray avanzaba con pasos firmes, su sombra confundida con la oscuridad del bosque. Su respiración agitada resonaba en sus oídos marcando el ritmo frenético de su
—Mi Luna no es débil, no es una miserable que se rompería por algo como esto. No finjas dolor, Maray. Dime, ¿es más importante huir a Noche Carmesí, que nuestros cachorros? —¡NO IBA A DEJARLOS POR SIEMPRE, IMBÉCIL! —le gruñó ella, mostrando sus colmillos. La presencia de ese imponente hombre lobo que la encimaba, la hacía sentir el calor de ese cuerpo musculoso complemente desnudo, rozando el golpeado cuerpo de ella. —No actúes por tu cuenta. Dame la oportunidad de ayudarte, es peligroso, Maray. Sé por qué te lo digo, ese Beta de Garra Dorada que anda detrás de ti, es más peligroso de lo crees… —le decía ese hombre lobo, ahora en un tono de voz más pacífico, casi como un susurro a mínima distancia del rostro de esa belleza de hembra pelirroja, al punto que las respiraciones de ambos se entrelazaban. Reina Maray parpadeó lentamente, sus ojos de un intenso color rubí lo veían fijamente. —¿Qué tan descarado puedes ser, Alfa? —le preguntó ella en un tono burlista—, me pides u