Reina Maray exhaló, cruzándose de brazos, con una rigidez fría, veía hacia Alfa Rezef. —Está bien. Quizá… me excedí un poco —dijo ella entre dientes ante su enorme orgullo—. Solo has mostrado interés en mí, de esa forma, así que creí que… —¿Todavía te duele? —interrumpió Alfa Rezef, con su voz cortante como el acero. No había olvidado la debilidad que había envuelto a esa hembra todo el día. Algo que a él… Lo tenía preocupado. —Me siento mejor —respondió ella, pero la fragilidad de su tono traicionaba su verdad. —Mmm… —él se levantó del sofá, su figura alta e imponente proyectándose sobre Maray como una sombra amenazante. Ella retrocedió, pero ese hombre lobo la atrapó entre sus fuertes brazos, con una facilidad sorprendente. Terminando por cargarla. —¡Hey! ¿Qué haces? ¿No dijiste que no querías que estuviera en tu habitación? ¿O me vas a echar? ¡Si lo haces, te- —Hablas demasiado, Luna~ —sonrió él, una sonrisa que no alcanzaba a mirar esa hembra, mientras la llevaba hacia
—¡SÍ! ¡FUE TU M@LDITA CULPA DESDE UN INICIO, REZEF! —gruñó ella, mostrando sus colmillos en un gesto desafiante—. ¿Por qué? ¿Me vas a matar? ¿O piensas golpearme? Alfa Rezef frunció el ceño. No quería herirla… Mucho menos aprovecharse de la vulnerabilidad de Maray, sintiendo su cuerpo frío como el hielo y pálido ante la debilidad. Él desvió la mirada, evitando hacer contacto visual con ella. ¡Era evidente que Maray lo estaba retando! Ella deseaba más motivos para odiarlo, para alimentar su sed de venganza y liberarse del apego que crecía en su corazón a pasos agigantados. La pena la consumía. Esos sentimientos de atracción hacia ese macho la enfurecían. —No siempre fue así… Te vi hoy, cuando nuestra cachorra se extravió. Los amas… Los amas más que a nada en el mundo —dijo Alfa Rezef, volviendo a encontrarse con la mirada de su Luna temporal. Sus ojos grises claros se clavaron en ella con intensidad, él se inclinó hasta que sus alientos se entrelazaron—. Quizá al prin
—¡No tienes que calmar tu celo con Tabitha! ¡Puedo darte una poción muy efectiva que me ha funcionado todos estos años y… Ay, maldición… —Maray hizo una pausa, dándose cuenta de que había hablado de más, su rostro ardía mientras las palabras escapaban de su control. Ese Rey Alfa, con esa mirada astuta, logró confirmar otra de sus creencias con más seguridad. —¿Efectiva?, Maray. Caíste en celo cuando estábamos en la villa. —¡Eso fue por tu culpa, la influencia de tus feromonas! —exclamó ella, sintiendo la frustración mezclarse con una punzada de deseo—. Pero tú no me puedes sentir, ni oler, ni nada… Así que estarás bien. —Ja~ olvídalo. No tomaré ninguna de tus pociones~ —se burló él, dando un paso hacia el vestidor, ignorando la tormenta que había desatado en esa belleza de hembra. Maray lo siguió de inmediato, abriendo la puerta. PUM~ Su mirada marrón se fijó en él mientras se vestía con total naturalidad. Como si fuese tal escena, un juego, donde ella se sentía a
Los pasos de Maray se dirigieron rápidamente hacia esa hembra de Luna Plateada. Tabitha podía insultarla, pero únicamente, ya que no era rival para esa Reina Alfa. Maray, ya profundamente alterada por todo lo que sucedía a su alrededor, ENFURECIÓ. ¡¡PUF!! ¡¡Un golpe de puño cerrado impactó directamente en el rostro de esa hembra!! POF~ Un estrepitoso sonido se produjo cuando esa hembra de Luna Plateada, cayó al piso. —¡AAAY! ¡M@LDITA LOCA! —gruñó Tabitha, sorprendida, al caer sentada en el suelo ante la inercia de tal violenta acción. —¡¿Qué le haces a Ta…? —Beta Aiden intentó intervenir en medio del caos que se desataba en el vestíbulo de aquella mansión. Sin embargo, su Alfa, extendiendo el brazo, y lo detuvo. La mirada gélida de Alfa Rezef, lo paralizó. El Beta no tuvo más opción que fruncir el ceño y apretar los puños, reprimiendo su furia contra Reina Maray. —No permitiré que me insultes. Podrás poseer un cargo elevado en la manada y ser candidata a Luna, pero NO lo
Ella comenzó a dirigirse hacia la salida, pero Alfa Rezef la detuvo nuevamente, agarrando con fuerza el antebrazo izquierdo de Maray. PAF~ —¡Al menos espera! Si vas a salir, comprueba bien que todo sea seguro —le dijo Rezef, con la gravedad propia de un Rey Alfa—. Beta Gaspar anda en busca de ti. ¿No viste las trampas? ¡No permitiré que saques a mis cachorros de aquí y los expongas al peligro! Maray se dio cuenta de que Rezef no contradijo sus palabras. Ni siquiera hizo el mínimo intento de negarlo o mentirle… Lo que significaba que ella tenía razón, y eso… ¡POR SUPUESTO, QUE LE DOLIÓ! Una emoción pesada se instaló en su corazón. Saber que él realmente solo estaba preocupado porque ella era vital para sus planes. "Al menos la preocupación que muestras por los cachorros… es más genuina que la que sientes por mí…" Pensó Maray. Ella volvió a mirar a Alfa Rezef por encima de su hombro, dejando escapar una sonrisa tranquila, la misma que intentó usar para engañar a su Alfa. —Voy
…… —¡Liza! —la llamó Reina Maray con voz firme, al encontrar a la hembra Omega de Luna Plateada, caminando a orillas del lago en el jardín trasero, junto a los mellizos. La brisa matutina acariciaba suavemente el rostro de Maray, trayendo consigo el perfume fresco de la hierba húmeda a orillas del lago. Los árboles, altos y frondosos, proyectaban sombras sobre el suelo que se mecían al compás del viento, mientras los pájaros, en un coro encantador, llenaban el aire con sus cánticos. —¡MAMÁ! —exclamó la cachorra, Connie, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro. La niña se soltó con fuerza del agarre de Liza y corrió hacia Maray, lanzándose a abrazarla con toda la fuerza de su pequeño cuerpo. —Mamá… —hizo un puchero, Connor, extendiendo sus brazos en dirección a la voz de su madre, su ceguera impidiendo que pudiera verla. Maray cargó en sus brazos a Connie, que sonreía mientras la abrazaba, y con un gesto de amor y protección, la sumergió en un hechizo que anulaba el s
"Lobos rojos". Así se referían a los lobos de la manada "Noche Carmesí". Una distinción entre las tres grandes manadas del mundo, cada una con un vasto y poderoso territorio, manteniendo sus líneas de sangre lo más puras posible. El Rey Alfa Dalton, frunció el ceño. Sentía cómo una corriente ardiente recorría todo su poderoso cuerpo. ¿Enojo? ¿Venganza? ¿Poder? No. Emociones tan simples no eran las que invadían a ese Rey lobo. Él… Sintió entusiasmo. Una creciente adrenalina. « La hija de Ginne ha regresado. Es una excelente noticia. » , habló de inmediato el Alfa Dalton, con su lobo, Dhir. « Es como si la diosa nos favoreciera~ la hija de nuestra antigua aliada muerta. ¡Esa hembra debe estar bajo nuestro poder! » , dijo Dhir, con un tono malicioso. « Hasta donde sabemos, es una híbrida de la mejor clase. Si posee conocimientos de hechicería, sería la incubadora perfecta para un cachorro~ » , comentó el Rey Alfa Dalton. Ese hombre lobo rubio se dirigió al castil
¡Los ojos de Ginne se abrieron de par en par! ¡TODO MENOS MARAY! Su amada hija, su mayor debilidad. —Esto será lo que harás. Primero, voy a liberarte~ Has estado terqueando con que quieres renunciar, que ya no atacarás a Luna Plateada. ¡ESO NO LO VOY A PERMITIR! Vas a seguir buscando destruir a ese maldito Rezef. Eres mi arma, Ginne, como si fueras mis garras~ Así que lo harás o… TOMARÉ A TU CACHORRITA Y LA MATARÉ LENTAMENTE FRENTE A TI~ —sonrió él, con malicia. Alfa Dalton hizo un gesto con su mano, y en ese preciso momento, Beta Gaspar rompió el sello sobre la boca de Ginne. —Habla al Alfa. No te pases de lista o te cortaré la lengua —advirtió fríamente el hombre lobo de cabello oscuro y largo. —¡MALDITO SEAS, DALTON! —alzó su voz Ginne, furiosa—. ¡SIEMPRE SENTÍ QUE ERA UN ERROR HACER NEGOCIOS CONTIGO! Parece que no me equivoqué. LA DIOSA ES BUENA y por algo te mantiene ESTÉRIL. TU LÍNEA DE SANGRE MORIRÁ. —Eso no será así, querida Ginne~ Tú decides. Después de