11.
11. Jamie, la sorpresa de la vida.

Al día siguiente fuimos los tres a comprar cosas para la habitación de Jamie. Esta era la que Aaron usaba como oficina, pero en la mañana la desocupó y el escritorio que tenía lo acomodó en la sala, también los estantes con libros.

Jamie era callado a veces y me miraba mal, como si yo fuera mala. Eso me aterraba. También come en grandes cantidades. Aaron lo llevaba cargado sobre los hombros mientras caminábamos por el centro comercial. Jugaba con él, le compró varios pares de zapatos, ropa y juguetes. Se veía muy feliz al ver a Jamie, le agradaba su nuevo rol de papá y a mí también, nunca lo había visto así, tan contento y con el transcurrir de los días se veía más emocionado. Cansado a veces, pero igual alegre, el niño se veía igual. Lo miraba como si fuera su ídolo o un superhéroe y en cambio a mí no me hablaba, ni me respondía cuando le preguntaba algo, se tapaba los oídos y fingía mirar hacia otro lado. A veces me atrapaba distraída y me mordía en
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