Capítulo 361
—Ah, ahí te equivocas. No sé sobre las demás, pero yo... tengo el corazón de piedra.

Manuel no pudo contenerse y soltó una carcajada.

—¿Por qué te ríes tanto? —protestó Paula.

—¿Qué quieres que haga? ¿Que llore?

—Podría ser, te pasaría pañuelos.

Manuel sacó su encendedor.

Paula hizo un gesto con la mano.

Él le pasó el encendedor, pensando que tendría la cortesía de encenderle el cigarrillo, pero...

¡Paf!

Paula le apartó la mano de un golpe: —¡Quiero un cigarrillo! ¿Para qué me das el encendedor? Qué poco avispado eres...

Manuel se quedó perplejo.

Se encendió uno primero y esta vez, sin necesidad de que Paula se lo recordara, acercó obedientemente el encendedor para encenderle el suyo.

La llama iluminó el rostro de la mujer.

Ella se inclinó hacia el fuego, sosteniendo el cigarrillo entre sus dientes, sus labios rojos dejando una marca visible de lápiz labial en el filtro.

Manuel se quedó embobado mirándola.

—Oye, apaga eso.

—¿Eh? ¡Ah, sí! —guardó el encendedor en su bolsillo.

Pasaron do
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